MIÉRCOLES Ť 14 Ť MARZO Ť 2001

Ť Primera función gratuita, de tres, a cargo de Tamèrantong! en el Teatro de la Juventud

Zorro El Zapato demuestra que la lucha no es personal sino por la paz

Ť Veinticuatro actores, como ''los 24 comandantes del EZLN'', denuncian la injusticia secular

Ť Marcos es encarnado en el personaje principal, en la ficción de los niños franceses

CARLOS PAUL

Como reconocimiento a la tenaz lucha de las comunidades zapatistas se realizó la primera función gratuita, de tres, de la obra Zorro El Zapato, con la compañía francesa Tamérantong!, integrada por niños de entre 6 y 12 años, en el Teatro de la Juventud, donde hoy se ofrece la última función.

Mediante la recreación de la leyenda del caballero enmascarado, el divertido y conmovedor espectáculo de casi dos horas de duración y en el que participan 24 pequeños actores ''como los 24 comandantes que se encuentran en la ciudad de México", narra la lucha en contra de la injusticia que sufren los indígenas zapatistas. A su vez, Marcos es encarnado en el personaje del Zorro, legendario espadachín.

Explotación y robo del maíz azul

zorro-zapata-7_aCon un enorme telón de fondo que evoca algún lugar de la exuberante selva Lacandona, comienza esta historia ?escrita y dirigida por Christine Pellicane? desarrollada en un pequeño pueblo llamado Toto, donde el gobernador, con la ayuda de los soldados, explota y roba el ''maíz azul" a los campesinos en beneficio de los trajeados inversionistas gringos, Los Hermanos Mac Dollar.

Breves imágenes muestran la vida marginal de la población autóctona, pues sus cuerpos son utilizados como animales de carga, en contraste con un bien armado y rugiente ejército.

La historia da inicio cuando el pequeño Durito y su aguerrida hermana Tequila regresan a su pueblo natal para encontrarse con una comunidad inconforme porque se muere de hambre y con un cruel y avaro gobernador, quien en nombre de la prosperidad ''hizo trampa en las elecciones".

''¡No tenemos otra alternativa que tomar las armas!", gritan los indígenas, interpretados por los niños franceses, cuya vivacidad y profesionalismo le imprimen a la obra una extraordinaria y emotiva energía que no decaerá en ningún momento.

La sencilla y eficaz escenografía que evoca las calles del México de la Colonia, es el lugar donde irrumpen el Zorro y su fiel y brioso caballo negro para liberar a un campesino injustamente encarcelado, luchar contra los soldados y comenzar así la resistencia organizada por los habitantes de las montañas.

El espectáculo hilvana escenas con canciones, caballos bailarines, ritmos y colores y, por momentos, se abre espacio para el romance.

''Cucarachita mi amor, yo te doy mi corazón", canta a su amada el pequeño Durito en perfecto español, acompañado de un tierno mariachi, integrado por los boleritos Zapatito y Piñata, niño y niña, ambos de 6 años, que como todos los demás pequeños actores pronuncian sus parlamentos con temple de profesional.

Mientras los soldados ?siempre armados, siempre en fila india, siempre prestos a responder: ¡Sí señor, sí señor!, menos una última vocecita que contesta para enojo del Capitán: ¡Oui monsieur!? irrumpen en el mercado para robarles el maíz azul a los campesinos, en un rincón de la Selva Lacandona se reúne Zorro El Zapato con los indígenas.

''Mis palabras son verdaderas, mis palabras son mis armas", dice. ''La sombra de la guerra no viene de nosotros", expresan los insumisos, que bailan y cantan a ritmo de rap y entregan el bastón de mando al encapuchado justiciero, quien por vez primera ?y para sorpresa de todos? muestra su verdadero rostro.

Piñata, conmovedora muerte

La insurrección se desata en la fiesta del Día de Muertos, mientras el gobernador improvisa un demagógico discurso. ¡Sí señor, sí señor, oui monsieur!, contestan los despistados soldados.

En la celebración, con máscaras de luchadores y capuchas, todos bailan y cantan, se confunden con los pequeños militares a los que hacen participar en la fiesta para distraerlos y así liberar a Tequila, encarcelada por reclamar al gobernador la injusticia que padecen los campesinos.

Tequila recobra la libertad y, entonces, se despliegan la represión y la persecución.

El ruido ensordecedor de los helicópteros, de la metralla y de las bombas inundan el escenario. Todos corren a esconderse, la guerra cobra las primeras víctimas, en una escena simbolizada con la conmovedora muerte de Piñata, la tierna y frágil niña. ''Duerme, duerme que la luna te cuida". ''Seguiremos cantando tu muerte por la sierra y la montaña", lloran sus compañeritos.

El dolor y el coraje se reflejan en el rostro de Durito, al enterarse también del asesinato de sus padres a manos del gobernador, el Capitán y sus soldados. Sin embargo, la lucha contra la injusticia debe continuar. Es así que, en la casa de Durito, se planea la última batalla. Hasta allí llegan los indígenas por un pasaje secreto, activado de manera electrónica, que levanta y baja una chimenea.

Con un tapete por trinchera, los rebeldes, ahora encapuchados, esperan junto con Zorro la llegado del gobernador y el Capitán, los que al entrar a la casa de Durito se enfrentan a un recibimiento que no esperaban.

El combate es cuerpo a cuerpo. Al ritmo de una rumba jazzeadita, soldados y encapuchados pelean, ya con patadas de karate, ya con espadas y palos, con llaves de lucha libre. De ambos bandos, uno a uno cae, pero la ventaja es de los encapuchados hasta la consumación de la victoria, con un último duelo en el que el Capitán sucumbe ante Zorro El Zapato.

Sin capuchas, el triunfo se festeja. ''Nuestro combate no es una venganza personal, nuestra lucha es por la paz".