DOMINGO Ť 4 Ť MARZO Ť 2001
 
Ť El gremio, en la pobreza por la caída de las ventas y la preferencia por otros juegos

Los billeteros de lotería, especie en extinción
 
Ť El cachito de la suerte, un producto cada vez menos requerido aun entre viejos clientes

Ť Los cambios para aumentar la captación tributaria, catalizador de la crisis: expendedores

FABIOLA MARTINEZ

En el mundo de juegos y sorteos, el pregón por las calles de miles de billeteros ambulantes de la Lotería Nacional se escucha cada vez con menos fuerza, mientras el peso de la pobreza recae en la mayoría de ellos.

El tradicional portador de ilusiones y esperanza representa ahora un gremio sin motivación para alcanzar la hazaña de vender un producto paulatinamente desvalorado, incluso entre los añejos clientes.

"¿A quién le interesa comprar un cachito de 10 o 20 pesos o una serie de la que hay muy poco chance de ganar un premio?", preguntan algunos de los billeteros más viejos de la capital del país, herederos del oficio por segunda o tercera generación.

Y es que desde hace algunos años la directiva de esta institución para la asistencia pública estableció cambios que pretendían ampliar su recaudación. Sin embargo, la táctica falló y las ventas cayeron estrepitosamente en por lo menos 60 por ciento, según cifras oficiales, y hasta en 90 por ciento de acuerdo con los vendedores.

Para recuperar la razón de ser de esta histórica institución con 203 años de existencia, ahora se plantea una radical modernización de la venta y captación de billetes, mientras la directiva actual promete incluso regresar al premio de las tres últimas cifras, es decir, la alternativa para que más clientes que aspiran a "pegarle al gordo" compren billetes y, sobre todo, tengan más posibilidades de obtener un premio.

Por ahora, la situación de la Lotería Nacional ha llevado a un recorte sustancial tanto de personal de confianza como en la prestación de atención médica privada de este gremio, aunque sólo un grupo de billeteros del Distrito Federal se opone a ello.

Están furiosos y preocupados porque pierden con ello la única prestación social de quienes, sin embargo, sólo tienen una relación "mercantil" con la paraestatal, argumentan los actuales funcionarios. Enseguida algunos testimonios de vendedores ambulantes de billetes de la Lotería Nacional.

El tiempo del desencanto

"¿Para qué le digo mi nombre?, la verdad da pena que sepan lo amolado que anda uno"... Casi en la esquina de Antonio Caso y Reforma se encuentra uno de los 3 mil 800 billeteros de la ciudad de México registrados oficialmente en la Lotería Nacional.

Con medio siglo en el gremio y 63 años, este hombre resiste varias horas parado frente a la puerta de una cantina; ahí espera a sus posibles clientes porque desde que ese negocio cambió de dueño ?ahora es un español? ya no lo dejan entrar a ofrecer el billete.

Recuerda que hace algunos años, quizá diez, vendía 63 enteros o series por cada sorteo, pero ahora sólo pide al expendio 15 y, si le va bien, trabajando desde la mañana y sábado y domingo, puede vender todas. La ganancia también es poca, apenas 10 por ciento de cada billete, es decir, poco más de un peso por cada fracción.

Los ambulantes no tienen la posibilidad de ampliar sus ganancias como los dueños de los expendios e incluso de los llamados "subvendedores"; a los billeteros "de a pie" les toca lidiar con el frío, el calor y con su principal enemigo: la lluvia.

Antes del temblor de 1985, relata, sí tenía mis clientes con harto dinero que compraban dos o tres series de un jalón, pero ahora ya ni ellos quieren comprar, dicen que es un robo, porque si acaso Ťvendedor-loteria llegan a sacarse algo tienen que pagar 21 por ciento de puro impuesto. No, ya no, ya no quieren comprar.

-La Lotería dice que ustedes ganan, en promedio, 10 mil 600 pesos mensuales, ¿esto es cierto? ?se le pregunta.

-¡Yaaaaa!, el que le dijo eso será que es dueño de un expendio, no hay de otra.

Vejez en la desprotección

Cuando el billetero llega a los 65 años puede "jubilarse", lo que en este gremio representa obtener una ayuda económica de 600 pesos mensuales. Como otros miles de adultos mayores, los billeteros continúan vendiendo en las calles porque la jubilación no alcanza. Además, a esto se han dedicado toda la vida.

Maria Luisa Biscarra es billetera desde 1940, pero en sentido estricto pertenece al gremio desde que estaba "en la panza de su madre", también billetera. En aquel tiempo el cachito costaba 10 y 20 centavos.

Todos los días se levanta muy temprano y sale con su montón de series a buscar cliente. Anda con zapato bajo, cómodo y mandil, para aguantar el trajín en La Merced, Tepito, el centro o "donde se pueda y Dios nos ayude". Ella vende entre 10 y 15 series por sorteo, de 20 pedacitos cada una. El problema común son los asaltos o cuando no alcanzan a llegar a tiempo a entregar el dinero en el expendio y tienen que pagar los billetes. "De verdad que cuando se me ha quedado billete ni siquiera un triste reintegro se saca uno".

Con el retiro del servicio médico particular los billeteros jóvenes piensan seriamente en otra alternativa para ganarse la vida; acostumbrados a la calle, piensan en ejercer otro tipo de venta ambulante o "caerle a la fayuca".

Los más viejos se resisten, no quieren perder la atención en la Torre Médica. "¡Ahora estamos más jodidos que a los que la Lotería brinda asistencia pública!", protestan. La molestia es profunda porque hace apenas unas semanas los visitó el Presidente de la República, Vicente Fox, a quien le escucharon decir que vería por la clase desprotegida y "pues qué somos nosotros entonces", expresa Lucía Ornelas Rodríguez.

"La Lotería se vino abajo con tanto juego instantáneo, con pronósticos deportivos, eso fue lo que mató a la gallina de los huevos de oro, porque esto daba para todos hasta 1990.

"Nosotros no tenemos días de descanso, andamos vendiendo en el agua, en el frío, nos roban; pregunte usted una estadística de a cuánto compañero han asaltado; pregunte usted, no se fíe usted en lo que yo le diga. Si se regresa como hace tres años al premio de las tres últimas cifras, se disminuye el impuesto de 21 por ciento y se quita algo de lotería instantánea, suben las ventas, se lo juro", agrega.

Cayetano Medina vende desde hace 50 años en el centro deportivo Chapultepec. Repite la problemática del gremio también con impotencia y molestia, porque antes se consideraba un billetero con suerte, "con el don de convencer a los políticos y sus lambiscones que andan con ellos", pero ese tiempo se acabó, ahora casi lo corren de su habitual centro de trabajo. De menos le huyen o le gritan "¡ratero!", ¡como si uno tuviera la culpa de la reducción de billetes premiados!

Antes vendía ¡120 series! Y ahora no salen ni la mitad, ya ni fiados los quieren; amanece y anochece pensando en el billete, ahora cómo le vamos a hacer, ¡están matando a nuestra institución y nosotros, como limosneros, ni la vista quieren poner los clientes en nuestra dotación!..