LETRA S
Marzo 1 de 2001

ls-salto

 
Eficaz barrera contra el sida
GEETA RAO GUPTA

 

En los últimos dos años, ha habido un cambio definitivo en la retórica mundial, tanto pública como política, acerca del VIH/sida. El discurso dominante refleja hoy un reconocimiento mayor del papel que juega el género en la diseminación de la epidemia. El discurso de la salud pública, tal como se advierte en foros y publicaciones científicas, refleja un avance definitivo en la comprensión de la importancia del género y la sexualidad. Pero dado que esta mayor comprensión se alimenta en gran medida de la necesidad de interpretar la dinámica de la epidemia del sida, el análisis del género y la sexualidad se sitúa firmemente en el marco de la enfermedad. Así, la sexualidad vista a través del prisma de la salud pública, es hoy todavía el determinante potencial de una mala salud, y muy poco más que eso. Como resultado, el sexo seguro es el tema principal en este discurso, mientras que la salud sexual, el placer y los derechos permanecen en las márgenes del mismo.

Es también importante señalar que el avance en el discurso de la salud pública sobre género y sexualidad no corresponde a ningún avance en el terreno de la acción. Existe una brecha sustancial entre lo que se dice y lo que se hace. Esto se debe en parte a que resulta fácil explicar el por qué en relación al género, la sexualidad y el VIH/sida, pero se conoce menos el cómo abordar estas cuestiones para tener un impacto mayor sobre la epidemia. Para abordar y manejar eficazmente la interrelación VIH/sida, género y sexualidad se requiere que por lo menos las intervenciones educativas no refuercen los estereotipos sexuales y de género más negativos. Muchos de nuestros esfuerzos anteriores, y desgraciadamente también los actuales, han alimentado una imagen depredadora, violenta e irresponsable de la sexualidad masculina, y representado a las mujeres como víctimas impotentes o como depositarias de la infección. Una forma particularmente común de hacerlo es la explotación de imágenes machistas para vender condones. Ningún incremento en la venta de preservativos me convencerá de que tales imágenes no son dañinas a largo plazo. No será posible sostener el beneficio obtenido a corto plazo por dichos esfuerzos debido a que socavan la base misma de la prevención contra el sida, es decir, un sexo responsable, respetuoso, consensual y mutuamente satisfactorio.

 

Las intervenciones requeridas

Es preciso descubrir formas de intervenir en la educación temprana de los niños a fin de fomentar comportamientos y actitudes con equidad de género. Una investigación reciente de Gary Barker en Brasil sugiere que una manera de hacer esto es estudiar a los muchos adolescentes que no se ajustan a las expectativas tradicionales de masculinidad. Se necesita una mayor investigación creativa sobre la masculinidad y sus determinantes, para identificar cuáles son los enfoques o intervenciones que mejor promueven los comportamientos y actitudes con equidad de género.

Otros programas para transformar las relaciones de género incluyen los esfuerzos para trabajar con parejas como una unidad de intervención, más que con mujeres u hombres por separado. No sólo eso. Existe en algunas clínicas de detección del VIH la consejería de parejas para ayudarlas a enfrentar sus resultados o asesorarlas en programas de prevención que ofrezcan protección doble: contra embarazos no deseados y contra las infecciones, y esto es un ejemplo del tipo de programas que intentan reducir los efectos negativos del desequilibrio de poder en las relaciones de pareja, pues incluyen a los dos participantes en una misma intervención educativa. Estos programas han reportado, sin embargo, una gran dificultad para encontrar y convencer a las parejas que quieran participar, aún cuando las que sí participan describen la consejería de parejas como una experiencia positiva. Se requiere de una investigación para identificar las formas ideales de superar estas barreras y probar la eficacia de este método frente a la consejería individual en su propósito de crear relaciones con mayor equidad de género y reducir la vulnerabilidad y el estigma.

Y finalmente, al extremo opuesto de este proceso, muy lejos de los programas que fomentan estereotipos negativos de género, existen programas para empoderar a las mujeres o para liberar a hombres y mujeres del impacto de las normas destructivas de género y sexo. Este empoderamiento consiste en mejorar el acceso de las mujeres a la información, los servicios y la tecnología, y también alentar su participación en la toma de decisiones y crear una identidad de grupo que se vuelva una fuente de poder --una identidad de grupo diferente a la de la familia, que para muchas mujeres es a menudo la institución social que más refuerza la adhesión estricta a las normas de género dominantes.

A final de cuentas, reducir el desequilibrio del poder entre mujeres y hombres requiere de políticas diseñadas para empoderar a las mujeres. Las políticas cuyo objetivo es disminuir la brecha de género en educación, mejorar el acceso de las mujeres a las fuentes económicas y de ingresos, incrementar su participación política, y protegerlas de la violencia, son algo clave en el empoderamiento femenino. Tenemos hoy dos plataformas internacionales --el Programa de El Cairo y la Plataforma para la Acción, de Beijing-- que marcan las acciones y políticas específicas esenciales para garantizar el empoderamiento de las mujeres. Dado que los gobiernos se han comprometido con estos programas, sería útil para la comunidad del VIH/sida unirse a la comunidad internacional de mujeres con el fin de vigilar el cumplimiento de las promesas gubernamentales y asegurar que las acciones que recomiendan los documentos efectivamente sean implementadas. Urge crear una política de apoyo y un contexto legislativo favorable para las mujeres, a fin de contener la propagación del VIH/sida y mitigar su impacto.

 

Empoderar a mujeres para fortalecer comunidades

Es obvio que los enfoques a la sexualidad y al género --sensibles, transformadores y de empoderamiento--, que he venido señalando no se excluyen entre sí. Deben producirse simultáneamente y darse también esfuerzos para ampliar la variedad de opciones en cada categoría. En esto, como en cualquier otro programa sobre sida, necesitamos un enfoque multidireccional. Debemos seguir considerando las diversas necesidades y preocupaciones de mujeres y hombres, al tiempo que trabajemos, en mayor o menor medida, para transformar el status quo en las relaciones de género.

Al contemplar el futuro habrá que permanecer alertas ante los obstáculos potenciales. Asegurar que los éxitos de las nuevas y prometedoras tecnologías biomédicas ligadas al VIH/sida (las vacunas, susceptibles de poner un freno importante a la epidemia), no se verán comprometidos por barreras de género siempre tenaces. Reconocer que ninguna tecnología biomédica es neutra en materia de género. Si deseamos garantizar el acceso equitativo a ellas para todos, mujeres y hombres, niñas y niños, tendremos que trabajar muy duro ahora, mucho antes de que estas tecnologías estén listas, y poder identificar así los obstáculos potenciales en materia de género y encontrar las maneras de superarlos.

Debemos también trabajar juntos para combatir dos falsas creencias que son a su vez obstáculos en nuestro camino. La primera es que el empoderamiento de las mujeres resta poder a los hombres. Esto no es verdad. Empoderar a las mujeres no es un juego de aritmética. El poder no es un concepto finito. Mayor poder para uno o una significa, a largo plazo, mayor poder para todos y todas. Al empoderarse las mujeres se empoderan hogares, comunidades, naciones enteras. La segunda falsa creencia es el miedo a que el cambio de los roles de género para equilibrar el peso del poder, entre en conflicto con los valores de la diversidad y de la pluralidad cultural. De hecho, al cambiar los roles de género lo que se altera no es la cultura de una sociedad sino sus costumbres y sus prácticas, las cuales se basan en una interpretación de la cultura. Estoy convencida de que las costumbres y prácticas que buscan subordinar a las mujeres y encerrar a los hombres en patrones destructivos de comportamiento sexual se basan en una interpretación prejuiciada de la cultura al servicio de intereses muy particulares. Sabemos que las costumbres y prácticas asociadas a la sexualidad, a los roles masculino y femenino, ponen en peligro, en muchas sociedades, a los derechos y libertades de los individuos, promoviendo paralelamente un ciclo de enfermedad y muerte. Esto debe parar. No puede haber una razón más poderosa para cambiar que la de ver cómo los roles de género conculcan el poder a las mujeres y brindan a los hombres un falso sentido de poder, y cómo todo esto mata a nuestros jóvenes y a nuestros hombres y mujeres en sus años más productivos. Esto debe cambiar. Este es el mensaje que debe comunicarse sin dilaciones, condicionamientos o pretextos.

 

Investigadora del Centro Internacional de Estudios de la Mujer (ICRW, por sus siglas en inglés).

Ponencia presentada en la XII Conferencia Internacional de Sida, Durban, Sudáfrica. Julio 12, 2000. Versión editada.

Traducción: Carlos Bonfil.