En las conferencias mundiales sobre sida, las compañías farmacéuticas suelen anunciar el desarrollo de nuevos fármacos para tratar ese padecimiento. La competencia por elaborar el antirretroviral más potente, menos tóxico y de prescripción más sencilla ha acelerado el desarrollo de nuevas opciones terapéuticas. En contraste, el alcance de los beneficios de tales avances científicos y clínicos no ha tenido la misma dinámica. Debido a los elevados precios de los antirretrovirales, la inmensa mayoría de las personas afectadas por el sida ha quedado fuera de dichos beneficios.
Más allá de las reglas del mercado, la opinión
pública mundial ha cuestionado el sentido que tiene desarrollar
complejas tecnologías terapéuticas que resultan inaccesibles
para la mayoría de las poblaciones destinatarias. Apoyadas en este
argumento ético, y luego de la negativa de la industria farmacéutica
a negociar mejores condiciones de acceso, algunas naciones han decidido
dar prioridad al derecho a la vida y a la salud de sus habitantes por encima
de los derechos de propiedad intelectual o de las patentes de los medica-
mentos para producir sus propios fármacos a menores
costos. Lo que ha creado un conflicto de dimensiones internacionales.
La intransigencia de las farmacéuticas ha llevado hasta ese punto el enfrentamiento. Su negativa a negociar precios justos para los países pobres ha empujado a Brasil, India, Argentina, Tailandia y Sudáfrica por ese camino. Ahora intenta doblegar a esos países, apoyada por el gobierno de Bush, quien amenaza con aplicarles sanciones económicas. De la solidaridad y movilización internacional dependerá que no lo logre. Por ello, algunas organizaciones están llamando a defender los derechos de las personas con VIH por encima de los intereses comerciales.