Jornada Semanal, 25 de febrero del 2001
 

Olga Saavedra

Filoctetes

Recuperar el arco y las flechas mágicas de Hércules es el objetivo. La propuesta es hecha por John Jesurun, becario de la Fundación MacArthur, a partir de una traducción del mismo Jesurun, de Erwin Veytia y Martín Acosta, este último, becario de la Foundation for Contemporary Performance Arts de New York y miembro del Sistema Nacional de Creadores.

La acción nos lleva a la desierta isla de Lemnos, en donde tres hombres solos –Filoctetes, Ulises y Neoptolemo– y muchas preguntas lanzadas como flechas, serán la rueda que impulsará la acción.

Las palabras-flechas reflejarán a su paso la ansiedad de Ulises, el rencor y odio de Filoctetes abandonado tiempo atrás en esta isla, y la juvenil curiosidad de Neoptolemo. Filoctetes es un general griego miembro de la expedición militar a Troya. Él posee el arco y las flechas mágicas de Hércules. Durante el viaje a Troya, Filoctetes es mordido por una serpiente. La herida es muy dolorosa y debilitante y sus compañeros de viaje, entre ellos su amigo Ulises, deciden abandonarlo en Lemnos.

Las batallas se dan y a lo largo de diez años los griegos asedian Troya sin resultados. Un adivino les indica que ganarán cuando posean el arco y las flechas mágicas de Hércules. Así que Ulises y el hijo de Aquiles, Neoptolemo, deciden viajar a Lemnos a buscar aquello que les dará la gloria.

Y es aquí en donde inicia la acción, con Ulises y Neoptolemo llegando a Lemnos en búsqueda del solitario poseedor de los instrumentos prodigiosos. Pero pronto nos encontramos presos de ese triángulo que forman los personajes y en el cual se mueven sin llegar a un punto concreto, pues se encuentran limitados por sus propias pasiones: “Somos un triángulo visible e indivisible.”

Filoctetes es como un recuerdo, como una sombra que de tanto dolor se marcó en las piedras de la isla y no se sabe si en realidad se habla con el cuerpo, con el espíritu, con ambos, o sólo con un fantasma creado en sus mentes ¿Está muerto?

Sea lo uno o lo otro, su dolor es evidente y su pierna herida por la mordedura es como un río que ha invadido su cuerpo invocado y su espíritu humillado. Pero ¿qué clase de serpiente lo mordió? Filoctetes sólo nos da una pista: “Tenía la forma de la dulzura.”

Ulises, fuerte, pragmático y bañado con la luz del éxito, pierde pronto la paciencia y sus palabras como aguijones urgen la entrega esperada: “Dame el arco y te mataré”, exige y amenaza a Filoctetes y éste, con la misma eficacia, responde: “Mátame y te daré el arco.”

El enfrentamiento es feroz y sin embargo tenue. Bajo el paso del tiempo la furia de los mares se ha calmado en apariencia pero en el fondo subyacen los remordimientos, el odio, la sed de venganza y la impotencia por la pérdida continua de batallas libradas o futuras, en el espíritu o en tierra firme.

Las palabras brotan de cada uno y nos engañan porque parece que son una respuesta. Acudimos a una metamorfosis gramatical-biológica en donde las palabras devienen virus contaminantes de inquietud e incertidumbre.

Filoctetes ha tenido el tiempo necesario para bordar sobre su dolor, para acumular resentimientos y desear que quienes pierdan sean los aqueos. No va a ceder fácilmente el arco ni las flechas. Es como si no dejara de preguntarse: “¿Quién me dejó aquí? ¿Por qué me dejaron aquí?”

Para el joven Neoptolemo la figura de Filoctetes es enigmática y repugnante a la vez; “¿Qué dios te lanzó dentro de mi órbita?” “¿Qué célula te mudó la existencia? ¿Quién o qué pudo hacerlo y por qué? ¿Quién eres?” Y su aparente dulzura intenta lograr lo que la fortaleza de Ulises no ha podido.

En sus ansias por resolver el acertijo, Neoptolemo pregunta una y otra vez: “¿Tiene algo que ver con el amor?”, y su voz es como un eco suave que aminora la tensión.

Ir en búsqueda del arco y las flechas es una aventura que nos sumerge en una atmósfera de arena, mar, sangre y sentimientos; de sensaciones fuertes pero adormecidas que van despertando paulatinamente con el rumor de los vientos pasados.

Ulises, Filoctetes y Neoptolemo parecen tan astutos para engañarnos que no sabemos quién habla realmente en esta suerte de alteración semántica barnizada con humor y aires modernos. Cuando Filoctetes se queja de dolor, Neoptolemo pregunta al público: “¿Alguien trae una aspirina?”

Mientras todo esto sucede, al otro lado del mar sigue la guerra. Y en Lemnos los tres hombres solos siguen formulándose reclamos interminables que nos envuelven y también nos hacen dudar en dónde estamos. ¿Regresamos al inicio? ¿Estamos a la mitad? ¿Y el arco y las flechas? Preguntas que se quedan atrapadas en la figura de Filoctetes, personificado por Arturo Reyes, quien desaparece con ellas en la oscuridad concluyendo su historia: “Y eso fue todo... buenas noches.”

Autor: John Jesurun. Dirección: Martín Acosta. Reparto: Filoctetes, Arturo Reyes; Ulises, Roberto Soto; Neoptolemo, Marco Pérez. Escenario: Sala Villaurrutia, detrás del Auditorio Nacional. Funciones: jueves y viernes 20:30 hrs., domingos 16:00 hrs.