Jornada Semanal, 25 de febrero del 2001 

Christopher L. Witmore
 

El antiguo Occidente de México
 
 

Desde hace muchos años, el profesor Christopher L. Witmore busca acercarnos al entendimiento del “orden ideológico de la misteriosa tradición del Occidente de México”. Ahora, gracias al apoyo de la Secretaría de Cultura de Jalisco y del Museo de Chicago, apareció el hermoso libro dedicado a la cultura de Teuchitlán, sus complejos arquitectónicos y sus esculturas y cerámicas llenas de gracia y originalidad. Guachimontón-Teuchitlán guarda todos los misterios de su culto solar en sus monumentos circulares, sus “entierros” y la presencia mágica del chamán que debe “ascender por el eje cósmico”. Así, la figura del volador situada sobre el axis mundi nos recuerda que sólo este personaje podía comunicarse con los dioses del misterioso Occidente.





La cosmología y los complejos
arquitectónicos de Teuchitlán

Los monumentos de la tradición Teuchitlán fueron claramente concebidos como entidades independientes: se planearon metódicamente y se construyeron para dirigir la atención del observador hacia el interior, hacia un foco en particular, la pirámide central. Se ha sugerido que el complejo circular servía como escenario para la ceremonia del volador, una danza sobre un poste en la cual un chamán –una persona de importancia dentro de la comunidad, que mantiene una especial conexión con el cosmos– se balancea en lo alto del poste y se transforma mágicamente de forma temporal en águila para pasar entre varios niveles del cosmos y los mundos espirituales. Varios modelos de cerámica del Occidente muestran a la ceremonia del volador llevándose a cabo en el centro de estructuras circulares estilizadas. Además, hasta hace poco tiempo existía la evidencia arqueológica de un hoyo donde probablemente se colocaba el poste, en la pirámide central del complejo circular en Guachimontón, Teuchitlán.

La transformación del chamán en águila es esencial para que éste pase por los niveles del cosmos, para comunicarse con los dioses y ancestros. Entre los aztecas, el dios del sol, Tonatiuh, que generalmente se representa en forma de disco, se invocaba con varios nombres, incluyendo el de águila que se eleva. Para los huicholes, como hemos visto, el águila es un animal importante desde el punto de vista cosmológico, porque se asocia no sólo con el sol, sino también con el Abuelo Fuego, que controla la puerta cósmica. El águila posee los poderes de movimiento a través de los mundos espirituales y de comunicación con los dioses, con los ancestros y con los seres sobrenaturales. El movimiento entre estos mundos ocurre por medio de un eje cósmico (axis mundi) que sale del centro de la tierra. A fin de poder atravesar los niveles del cosmos, el chamán debe ascender por el eje cósmico.

Temas y estructuras comunes en toda Mesoamérica fueron entendidos y utilizados de distintas maneras. En la zona nuclear de Teuchitlán este conjunto de ideas y de valores no sólo se entendió en lo abstracto, sino que también se expresó en la organización del espacio ritual. Como la cabaña de tierra de los pawnee, el escudo de mosaico, el escudo maya-tolteca del Museo Británico, el diagrama en el códice Fejérváry-Mayer y el ídolo del Abuelo Fuego, cada complejo de plataformas circulares es un cosmograma, la manifestación del orden universal, tal como fue comprendido por las gentes de la tradición Teuchitlán. Este orden fue insertado en la estructura arquitectónica de los complejos circulares en una escala monumental. Al principio de su etapa de desarrollo, los centros se diseñaron con cuatro plataformas circundantes, simbolizando el universo dividido en cuadrantes. De nuevo, los modelos de cerámica apoyan la idea de que estos complejos representan el marco cosmológico. Un modelo que ahora se encuentra en la colección del Museo Hudson presenta a un grupo de figuras reunidas en parejas, como si estuvieran realizando alguna ceremonia debajo de las ramas extendidas de un árbol pochotl estilizado, que se muestra con su característico tronco espinoso.

Este árbol indígena probablemente tuvo especial importancia para la gente del Occidente, como se sugiere por una vasija de apariencia un tanto exótica en forma de tronco seccionado de pochotl. También debe mencionarse que el modelo del Museo Hudson incluye pájaros, muy probablemente águilas, paradas encima del árbol. Mientras otro modelo en el Instituto de Arte de Chicago muestra una figura con bastón –posiblemente un cacique triunfante o un chamán– de pie sobre una pirámide en el centro de la actividad ceremonial, la conexión entre el poste del volador y el pochotl puede demostrarse más convincentemente por otro modelo de cerámica de un ritual en el que se subía a un árbol, que también está en el Instituto de Arte de Chicago. Es evidente que el poste del volador es la representación metafórica del axis mundi que surge del centro del universo y que forma parte de la estructura arquitectónica de los complejos de plataformas circulares. Los orígenes de la ceremonia del volador no son del todo claros, pero los modelos sugieren que pudo haberse realizado primeramente arriba de un árbol pochotl, y posteriormente sobre un tronco de árbol erguido como poste en el montículo central.

En Tenochtitlan, la capital de los aztecas, se llamaba pochteca a los comerciantes, y a su barrio Pochtlan: lugar de la ceiba. La palabra pochteca también se asocia íntimamente con el concepto de protector o gobernante. A los árboles con frecuencia se les asocia con el gobierno, puesto que de manera metafórica la comunidad se protege a la sombra del gobernante. Aquí se puede entender el significado de la pequeña cara humana encerrada en el recuadro del escudo de mosaico en el Museo Británico: probablemente representa a un individuo poderoso, miembro de la élite gobernante que mantiene una relación especial con el cosmos y que es un chamán o gobernante con funciones chamánicas. En este sentido, la mediación entre el cosmos y la gente de la tradición Teuchitlán asume una connotación sociopolítica.

La sola presencia de una figura situada sobre el axis mundi ocupando un plano separado de este mundo, debió haber sido un espectáculo impresionante. Solamente este personaje tenía los conocimientos esotéricos necesarios para comunicarse con los dioses, con los ancestros y con las fuerzas sobrenaturales. La responsabilidad chamánica de entender y comunicarse con las fuerzas del universo se demostraba abiertamente, reforzando el excepcional poder y sabiduría con que estos especialistas cósmicos estaban provistos a los ojos de los observadores. El gobernante-chamán tenía una posición por encima y aparte de la sociedad gracias a sus conocimientos esotéricos, sagrados y seculares. La visión panorámica de ojo de pájaro o perspectiva aérea que estaba reservada sólo para aquellos que podían alcanzarla –incluida la figura en lo alto del poste del volador– también reforzaba la santidad de su posición y la legitimidad de su poder. El patrón arquitectónico que representaba el cosmos en el suelo también podía ser visto por el dios sol desde arriba, con lo cual se obtenían favores de esta deidad, algo importante dentro de las creencias del Occidente.

Las raíces para el desarrollo de estos conjuntos circulares pueden verse en las plataformas funerarias del periodo Formativo Tardío que estaban asociadas a las tumbas de tiro y cámara en el distrito lacustre de tierras altas. Estos complejos funerarios se iniciaron como lugares sagrados, separando la cripta o inframundo del mundo superior. En este sentido eran puertas simbólicas entre los niveles del universo. Este concepto recibió mayor vinculación con la subsecuente adición primero de cuatro, y luego de ocho, plataformas circundantes dispuestas de acuerdo con las direcciones cardinales. Tal como puede verse en los modelos cerámicos, estos complejos fueron el foco de actividades comunitarias, de festivales y de otras ceremonias. Dentro de la estructura del orden cósmico general, cada individuo reaccionaba y veía su relación con el cosmos de distintas maneras. La presencia del individuo dentro de estos complejos lo ligaba al gran esquema. A través de la participación y la actuación la gente comprendió y reafirmó su lugar en el mundo. En estos complejos su participación fue a través de la danza, de la música o bien de tocar los tambores; como atletas en el juego de pelota, o simplemente como observadores de los eventos.

En toda la zona nuclear de Teuchitlán, las canchas para el juego de pelota estaban adyacentes a los complejos de montículos circulares y, en algunos casos, como en el propio Teuchitlán, eran parte integral de la estructura interna de todo el conjunto arquitectónico. Los juegos de pelota podían tener funciones simbólicas en la cosmología mesoamericana, representando el camino del sol en su pasaje nocturno por el inframundo. En este aspecto la cosmología del juego de pelota mesoamericano se complementa con la de los complejos circulares. Los dos equipos de jugadores personificaban a las fuerzas de la luz y de la oscuridad, que se encuentran para luchar al amanecer o al atardecer. El juego ocasionalmente podía ser una expresión de la conexión del individuo con el orden cósmico, y el tiempo podía continuar sólo con la intervención del ser humano. El juego de pelota mesoamericano se jugaba ritualmente para asegurar la continuación del ciclo solar de atardecer o muerte y amanecer o renacimiento. Estos juegos también se asociaban con el ciclo agrícola basándose en una renovación análoga del sol y del maíz. Cuando se realizaban en el equinoccio de primavera, los juegos formaban parte del programa ritual que incluía la quema de los campos de cultivo y otras actividades asociadas con el apogeo de la época de secas. En el solsticio de verano servían para recibir a la época de lluvias, mientras que en el equinoccio de otoño la cosecha ya se había realizado. Finalmente, en el solsticio de invierno empezaba la época de secas propia para el comercio a larga distancia y la guerra.

Cerca del pueblo de Chalchihuites, Zacatecas, a unos cientos de kilómetros al norte de la zona nuclear de Teuchitlán, hay un sitio arqueológico contemporáneo de la tradición Teuchitlán (315-1050 d.C.), en el cual la cosmología solar se manifestó en la arquitectura. En este lugar, los constructores de Alta Vista, siguiendo el calendario mesoamericano, incorporaron una cuarta dimensión temporal en el diseño de su centro ceremonial. Un rasgo importante de este sitio es la columnata, que fue diseñada de acuerdo con los puntos cardinales, y se piensa que estuvo dedicada al dios de las cuatro direcciones del mundo. También se ha sugerido que las grandes columnas circulares colocadas en las cuatro esquinas del edificio representan a los grandes árboles del mundo, lo que lo convertiría en un cosmograma, experimentado a través de la entrada en él y con el movimiento en contra de las manecillas del reloj. Alta Vista se localiza cerca del Trópico de Cáncer, el punto donde el sol parece detenerse y volverse hacia atrás. Un largo camino para procesiones iba hacia fuera desde la entrada de la columnata y atravesaba el amplio valle, hacia una cima en las montañas del horizonte oriental, por donde sale el sol durante el equinoccio. En esos días del año, los primeros rayos de sol penetran por la entrada del edificio. Asociados con Alta Vista se conocen dos círculos hechos por barrenado o excavado, que se asemejan a los círculos de la tradición Teuchitlán. Estos pequeños círculos están hechos de 260 orificios labrados en la roca. Ambos están divididos en cuatro cuadrantes, y aunque su función exacta sigue siendo un misterio, probablemente son calendarios rituales. La localización y estructura de orificios asociados con los círculos y cruces indica que servían para sostener gnomons que pudieron haberse utilizado en un sistema elaborado de sombras parecido a un reloj de sol. Sólo se conocen unos cuantos ejemplos de gnomons en otras partes de Mesoamérica, aunque el movimiento de las sombras alrededor de estructuras rituales fue una forma común de seguir el movimiento del sol.

El día que el sol llegaba al cenit era un acontecimiento importante en el año agrícola en toda Mesoamérica: para los aztecas este evento solar ocurría en 4 Toxcatl en su calendario ritual (mayo 17 en el calendario moderno), y las celebraciones religiosas aztecas se observaban en esta fecha porque coincidía con el inicio de la estación de lluvias. Durante el siglo ix, en Xochicalco (aproximadamente a setenta kilómetros al sudoeste de la Ciudad de México) se construyó un tiro vertical sobre el piso de una plataforma que conduce hacia abajo hasta una cámara que parece cueva. En el día del cenit los rayos de luz entran directamente por este tiro, iluminando la cámara interior. El paso del cenit para la gente de la tradición Teuchitlán seguramente fue algo espectacular; las sombras que normalmente proyectaba el poste del volador desaparecían al mediodía el día del cenit. Pudo haber sido posible marcar el paso del año solar utilizando los otros elementos en estos complejos como puntos de referencia para la sombra. ¿Será posible que estos postes se hayan utilizado como gnomons?

En Teuchitlán, al igual que en otras partes del Occidente, la mayoría de los complejos de plataformas circulares están orientados sobre un eje este-oeste. La deliberada orientación de estos complejos hacia el sol en un punto particular sobre el horizonte sugiere fuertemente su función calendárica como observatorios solares.

Las ruinas de Guachimontón en Teuchitlán evocan un sentido de poder, misterio y admiración temerosa. Demuestran la complejidad y precisión de diseño alcanzada por esta distintiva tradición y claramente representan funciones especializadas. Los tres principales complejos circulares por sí solos cubren un área de cuatro mil metros cuadrados. El complejo central es el más temprano de la serie, y más tarde debió haberse convertido en foco o pivote, rodeado por los otros dos complejos. El complejo original está sobre el eje formado por las escalinatas este-oeste de la pirámide central y los espacios entre las plataformas circundantes, orientadas hacia el este. Este eje marca el camino del sol el día del cenit. La misma orientación de Teuchitlán se encuentra en los dos complejos de Santa Quiteria, en los círculos A y B de Arroyo de los Lobos y en los vestigios que quedan de los grandes complejos de Ahualulco. Pero sólo los complejos del sitio ritual de Teuchitlán han sido investigados sistemáticamente para obtener un plano reconstructivo detallado. El pequeño complejo circular al sur está orientado sobre el mismo eje que el viejo complejo central, con sus escalinatas alineadas hacia las direcciones cardinales; además, las escaleras de la pirámide mayor corresponden a los puntos intercardinales.

La aglomeración repetitiva y continua de complejos circulares en los sitios de Teuchitlán refleja un énfasis ritual en el renacimiento y renovación cíclicos. Es una reafirmación de la importancia e historia de la sociedad y de su entorno natural, reflejando la integración de un pueblo y de su lugar. Este marco cosmológico se mantuvo y se volvió más complicado a través del tiempo, para encontrar su mayor expresión en los grandes complejos rituales.

Sería erróneo clasificar directamente cada complejo como un observatorio del cenit, puesto que otros complejos tienen varias orientaciones. Pero la principal orientación axial de los complejos dominantes y de muchos otros coincide exactamente con los extremos de los solsticios durante el movimiento anual del sol sobre el horizonte oriental. Estos otros complejos pudieron haber estado asociados con otras fechas importantes en los ciclos temporales y también haber estado orientados hacia el punto del horizonte donde aparecería el sol en esos momentos. La orientación de cada complejo en La Providencia, por ejemplo, localizada unos pocos kilómetros al noroeste del sitio ritual de Teuchitlán, indica que su alineamiento coincide con el punto en el cual sale el sol en el equinoccio. Sin embargo, el grado de exactitud asociado con la orientación axial y con la aparición del sol sobre el horizonte, solamente puede determinarse a través del estudio detallado y las excavaciones que hasta la fecha no se han realizado en muchos sitios del Occidente.

Conclusiones

Aceptar estos monumentos como cosmogramas nos pone un paso más cerca del entendimiento del orden ideológico de la misteriosa tradición del Occidente. Estos centros solares sagrados incorporan principios y creencias fundamentales sobre los que se basaba su universo. Estos principios eran tan poderosos que influyeron en todos los aspectos de lo que sucedía en los centros. Al fabricar y utilizar estos monumentos, aquellas gentes renovaron su concepto de tiempo y espacio, así como su relación con los dioses y entre ellos mismos. Los individuos que controlaban los rituales importantes podían manipular los acontecimientos ventajosamente. Pero siempre existía el peligro de que los dioses no escucharan, de que sus peticiones de ayuda cayeran en oídos sordos. Cuando esto sucedía, el delicado equilibrio de la sociedad y de la naturaleza podía verse interrumpido, la autoridad
podía verse debilitada y podría seguir una época de ruptura. Por eso los grandes caciques y chamanes tenían la obligación de mantener los ritos que aseguraran la continuidad del orden moral a través de la continuidad de las estaciones.