LUNES Ť 19 Ť FEBRERO Ť 2001

Ť La calidad de esa institución es dinero bien gastado, dice el filósofo Jean Starobinski

El Gran Teatro de Ginebra traerá a México dos óperas y dos ballets

Ť El maleficio de los jacintos, La púrpura de la rosa, La Dolce Vita y Le Sacre du Printemps se presentarán en el Festival del Centro Histórico que comenzará el 6 de marzo

PABLO ESPINOSA ENVIADO

Ginebra, Suiza. Palabras del filósofo ginebrino Jean Starobinski:

''En los vestíbulos del Gran Teatro de Ginebra, durante los entreactos, uno escucha el bullir de todas las lenguas del mundo. No sólo debido a las instituciones internacionales que tienen sede en Ginebra. Los apasionados de la ópera vienen de lejos, porque el Gran Teatro de Ginebra es uno de los mejores de hoy día. Para nosotros, eso tiene su propio peso específico. Es menester, entonces, asombrarse, porque durante los años de una larga reconstrucción (por causa de un incendio) tuvimos que conformarnos con menos, y Ginebra, que es una ciudad pequeña, hubo de tener resignación. Ahora que su escena lírica se compara con la de las capitales ilustres, nos damos cuenta de que la conquista de esa categoría que hoy ocupa ha tenido que ver con la voluntad, la ambición y, ciertamente, con dinero bien gastado."

En los vestíbulos del Gran Teatro de Ginebra, las palabras de Jean Starobinski, leyenda viva de la filosofía SUIZA 1contemporánea, máxima autoridad en la ciencia de la ética, en la filosofía de Montaigne y las enseñanzas de Rousseau, cobran sentido.

Uno escucha el bullir de las lenguas del planeta. A partir de un eje: la lengua francesa, herramienta por antonomasia de Starobinski, profesor emérito de la Universidad de Ginebra e influencia definitiva en el pensamiento filosófico contemporáneo.

Intercambio in extenso

La noche del 29 de enero, en los vestíbulos del Gran Teatro de Ginebra se inició otro de los capítulos del intercambio extenso que ha propiciado desde hace meses Suiza con México. Un grupo de periodistas de cultura mexicanos conoció de primera mano, durante cinco jornadas intensas, la magnificencia de la cultura suiza, así como sus aspectos menos difundidos.

Esa noche se puso en escena Platée, comedia-ballet en un prólogo y tres actos de Jean-Philippe Rameau, joya del barroco que resulta impensable disfrutarla en foros que no tengan el arrojo y la capacidad técnica y artística que caracterizan al Gran Teatro de Ginebra. La coproducción incorpora cinco instancias internacionales, entre las cuales la Opera Nacional de París es el eje.

En el podio, a la batuta, está el maestro Marc Minkowski, considerado el mejor intérprete de Rameau en la actualidad, lo cual queda demostrado con creces durante las tres horas deliciosas de esta representación operística que conjuga el concepto (además del arte y significados) del barroco, con esa sensación de realidad atada con la oreja de un moño al sueño mientras la otra se arrejunta a la vigilia, y tal metáfora describe la condición de obra de arte de una representación escénica. Este es el caso.

La coreografía para Platée es obra de Laura Scozzi, cuya ubicuidad creativa es apabullante, pues en el mismo edificio, al frente de sus bailarines, apenas unas horas antes la habíamos visto trabajando en otra gran coreografía, La Dolce Vita, espectáculo de magia pura con la música de Nino Rota, estrenado en Ginebra hace diez días y que podremos disfrutar en México, en el Palacio de Bellas Artes, el 13 y el 14 de marzo, dentro del 17 Festival del Centro Histórico.

La dulce vida que nos dimos los periodistas de cultura en Suiza por la hospitalidad y la atención, dignas de príncipes, que nos brindaron todos nuestros anfitriones, obedece a que ese país será motor central del mencionado encuentro, pues el Gran Teatro de Ginebra presentará en México dos óperas y dos ballets, axis mundi del Festival del Centro Histórico de este año.

Despertar de anhelos

Las dos producciones operísticas que están a punto de subir al avión en Suiza con destino a México son El maleficio de los jacintos, de la compositora cubana Tania León a partir de un texto del premio Nobel Wole Soyinka y dirección escénica de Bob Wilson, y La púrpura de la rosa, de Tomás Torrejón y Velasco, con libreto de Pedro Calderón de la Barca, estrenada en Lima, Perú, en 1701 y que el director musical Gabriel Garrido asegura se trata de la primera ópera en América Latina, mientras otros opinan que no es así.

Las producciones que traerá a nuestro país el Ballet du Grand Théâtre de Genève son la mencionada, La Dolce Vita, y un acontecimiento: Le Sacre du Printemps (La Consagración de la Primavera), coreografía de John Neumeier con la música de Igor Stravinsky.

Será presentada en el Zócalo de la ciudad de México la noche del 22 de marzo, justo unas horas después de la consagración de la primavera, de nuestro solsticio.

Los puntos de contacto son abrumadores: Stravinsky es una de las figuras de entre la pléyade que ha constelado el Gran Teatro de Ginebra, cuyo techo interior reproduce, precisamente, una constelación. Al famoso compositor, nuestro Stravismo, lo llevó a Suiza Ernest Ansermet, cuya tumba está al lado de la de Borges en el panteón ginebrino y quien fundó la Orquesta de la Suisse Romande, capítulo también toral en la educación sentimental de varias generaciones de melómanos. Le Sacre es, a su vez, una de las obras maestras de Maurice Bejart, a quien ?privilegio supremo? vimos transformar ideas en cuerpos, presenciamos con estos ojos que se han de saborear el fuego y/o los gusanos de Miami, crear una nueva coreografía. Pero ese será otro capítulo; mientras tanto, el interminable sistema de vasos comunicantes que entrama la cultura suiza nos deja un guiño, en la voz de Starobinski, pluma que prologa una edición suiza del Grand Théâtre de Genève:

''El ejemplo nos ha sido dado hace cerca de 30 años, cuando Ernest Ansermet creó la Orquesta de la Suisse Romande. Necesitó toda su tenacidad, su sentido de una pedagogía superior, que comenzó por las clases breves. Hubo entonces en nuestro país ?quiero creer que aún existe? un deseo de destacar todo aquello que despertaba los anhelos."

En los vestíbulos del Gran Teatro de Ginebra, durante los entreactos, bullen, en idiomas variopintos, los anhelos.

Afuera, nieva.