martes Ť 20 Ť febrero Ť 2001

Marco Rascón

Retos de la marcha zapatista

Garantizada la movilización desde Chiapas hasta la capital, los retos políticos, programáticos e ideológicos para el EZLN son grandes.

En lo político y programático, las ta-reas para la dirección de la marcha enfrentan dificultades, pues no sólo está de por medio si se firman o no los acuerdos de San Andrés y la paz, sino llenar los vacíos que deja la crisis de la izquierda mexicana y la expectativa de país.

Es pertinente señalarlo, porque en los últimos años ha sido práctica común de la movilización de masas entrar combativamente al Zócalo por la calle de Madero para salir vacíos por 5 de Mayo, sin claridad de futuro, como sucedió en las elecciones, los actos del primero de mayo, la visita de los 1,111 o en el conflicto de la UNAM, todo lo cual demuestra que las marchas en sí no dan claridad y menos aún si no concretan posiciones políticas en la conciencia de los sectores más activos y de la sociedad en general.

Llega el EZLN en medio de la crisis de partidos lo cual es una coyuntura que no por ello le garantiza consolidarse como referencia política e ideológica organizada. Ahí está el reto central, pero también el centro de la estrategia gubernamental; ahí esta la posibilidad y el ruido también.

La presencia de la dirección zapatista representa una gran responsabilidad, porque llega en momentos en que el PRD vive una profunda crisis política, organizativa, ética e ideológica; por otra parte, la derecha está ensoberbecida y se vive la descomposición del PRI; y además no hay una oposición consistente de izquierda, por lo que el desánimo y el escepticismo aumentan. Llega el EZLN a una capital donde la política del gobierno local es confusa, conservadora y cada vez más aislada de la base política que le sustenta.

Vienen los zapatistas y catalizarán los problemas internos de la estructura política, pero también desatará todos los oportunismos, pues una manera de neutralizar no es oponerse a la marcha, sino intentar utilizarla en función de una estrategia general que desde luego incluye las proyecciones hacia el exterior. Ese es precisamente el reto para el gobierno de Fox.

Estratégicos serán los minutos del discurso de Marcos ante las comisiones del Congreso. Los medios de comunicación son parte de la estrategia gubernamental, pero serán cautos en su manipulación, pues saben que toda campaña burda podría favorecer al EZLN y a la izquierda.

El gobierno federal pretende hacer de la ciudad una trampa para el zapatismo y por eso ha lanzado también sus tres señales: 1) Si el EZLN y Chiapas son símbolos poderosos de la proyección de México en el exterior, para el nuevo régimen la visita de Marcos desarmado será la primera señal al mundo de las inversiones de que "su paz está en camino". 2) Si salir de Chiapas significa para el EZLN romper el cerco, los estrategas del gobierno federal esperan que el discurso zapatista no satisfaga las expectativas que ha creado, se enrede en un debate más de particularidades y tecnicismos sobre la ley indígena (siguiendo la estrategia usada en los conflictos de 1987 y 1999 de la UNAM). 3) Convertir la presencia de la delegación del EZLN en una secuencia de imágenes sin contenido.

La visita tendrá trascendencia histórica a partir de que la dirección del EZLN resuelva el contenido de su discurso, levante la mira y plantee una estrategia para el futuro del país. Por ello debe clarificar el significado de su proyecto frente al foxismo, Chiapas, el sureste, los energéticos, las riquezas naturales, el Istmo de Tehuantepec, las inversiones empresariales del norte y la integración económica. El EZLN debe reclamar asimismo los agravios de liberales y conservadores a los derechos de las naciones indígenas de México al excluirlos desde la fundación del Estado nacional independiente en 1821.

Como parte de los retos complejos, está el futuro político del EZLN como referencia y puente generacional. En el futuro requiere tomar distancia de las tendencias anarquistas que lo han llevado a generar convocatorias truncas de las que se ha autoexcluido como dirección política concreta, cotidiana, estructurada, y eso impidió el desarrollo entre la CND y el EZLN, atrapados por los conflictos internos y viejos sectarismos.

La disyuntiva del zapatismo es tomar la realidad tal como está, reconocer la gravedad de la crisis ideológica, y más que presentarse como un proceso acabado deberá asumirse como pieza que convoque a un reagrupamiento nacional en función de un nuevo debate. Miles se sentirán convocados.

Si la derecha exige que vengan desarmados, basta con las armas de palo que conmovieron al mundo en enero de 1994. Si quieren conocer la identidad de los zapatistas, basta con un discurso clave de 15 minutos en el Zócalo para desatar tempestades y restructurar un proyecto alternativo de liberación nacional en México.

 

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