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Guerrilla y mujer: la construcción del hombre nuevo o cómo cambiar el mundo sin cambiarlo

Plantear demandas de mujeres, campesinos e indígenas era "hacerle el juego al imperialismo"
Había y hay machismo en la guerrilla y en la sociedad

Lourdes Uranga López

Las mujeres que participamos en la guerilla, seguramente tenemos diferentes enfoques sobre si había o no machismo en nuestras organizaciones; el hecho que yo haya vivido el feminismo italiano marca algunas diferencias que poco a poco se han limado.

Puede ser que las respuestas varíen según la interpelada y según el grupo, no obstante, ninguna de las exguerrilleras se atrevería a afirmar de manera unívoca que no había machismo en la guerrilla; si alguna respondiera así, sólo ilustraría el nivel de enajenación que la gobierna.
Mi respuesta es que había y hay machismo en toda la sociedad y que la guerrilla a pesar de sus intenciones de construcción del "hombre" nuevo, ni siquiera se cuestionaba en torno a esa consigna excluyente. Los guerrilleros (en masculino plural), nos poníamos como ejemplo para la sociedad. Teníamos que ser sacrificados, generosos, valientes, inteligentes, marxistas, fuertes, algunos de estos valores eran de impronta masculina.

La relación hombre-mujer, al interior del grupo guerrillero la definían los hombres o compañeras guerrilleras que imitaban al "Che", no había una propuesta en femenino, por lo tanto las mujeres teníamos que disparar como el que más, caminar sin descanso, en mi grupo podíamos maldecir como hombres, hacer nuestro diario, sepultar nuestras contradicciones, o para ser más precisas, las mías, porque puede ser que en el Frente Urbano Zapatista (FUZ)* no haya una identificación de las demás compañeras con las reflexiones que aquí presento: Margarita Muñoz Conde, Paquita Calvo Zapata, María Elena Dávalos Montero, Lourdes Quiñones (ésta última fue miembro del FUZ hasta 1971), eran mujeres de mi organización muy bien plantadas y arrojadas, para las que cumplir con los requisitos de participación arriba mencionados, no fue ningún imposible. Pero no conozco su grado de toma de conciencia en torno a planteamientos de género en la actualidad, aunque puedo asegurar que al menos Margarita Muñoz Conde, que fue esposa de mi hermano y a quien he seguido frecuentando, sí ha reflexionado sobre nuestro accionar como mujeres en la guerrilla y en la vida toda.

Efectivamente, los proyectos políticos de los grupos guerrilleros en los años 70 no tenían una política específica para la mujer y se movían cerca de aquella generalidad que decía que esas - y otras demandas de campesinos o indígenas- serían posteriores y que la reivindicación principal era la revolución socialista con la toma del poder por el proletariado, por lo que la sola mención del problema se podía estigmatizar con la frase lapidaria de "hacer el juego al imperialismo".
Tampoco quiero pasarle la factura al movimiento guerrillero del machismo de la humanidad, porque hasta nosotras éramos machistas, criticábamos el modelo de mujer que nos precedía y al menos yo, ocultaba las grandes contradicciones de mi ser mujer con mi ser guerrillera.
El vivir sin mis hijos era una aflicción cotidiana, un sufrimiento que empezó en esos días y que parece no tener fin. En aquella época era parcialmente causado por mi participación en la guerrilla, pero también y de manera violenta y abusiva, porque el padre de mis hijos decidió desde el momento que le solté el divorcio, quitármelos. El señor, nunca tuvo el menor asomo de reconocimiento de mi derecho como madre, yo no lo quería a él, entonces, no tendría más a mis hijos. Claro que luché para quedarme con ellos, pero ese jaloneo de mis retoños me pareció infame y decidí esperar la sentencia del juez al respecto de la custodia. Mi ex marido sospechaba de mis actividades y lo usaba como ventaja a su favor. Finalmente, ya en la cárcel me confesé culpable en el juicio de divorcio, no sé ni de qué, pero en esas condiciones mis posibilidades de estar con mis hijos me parecieron imposibles, al menos de manera legal, y pensé idealmente que pasara lo que pasara, no podía perder a mis hijos jamás. ¡Qué ilusa!

Otra cosa que me atormentaba era la posibilidad de verme orillada a matar a alguien y no es que el matar sea masculino, pero sí, la guerra y la política han sido históricamente quehacer masculino. Las cosas han cambiado y pienso que el haber emprendido estos caminos ha sido para destruir mitos; usar la cabeza y las manos en otras cosas distintas a los consabidos quehaceres domésticos es fácil, ya está roto el mito, incursionar en las tareas destinadas a los hombres es cosa sólo de decidirse y estar ahí.

La contradicción que más me pesaba era que el idealismo extremo que enarbolábamos, que hablaba de nuestro sacrificio por el socialismo (aunque obviamente teníamos defectos, limitaciones y cometíamos errores). Sigo pensando que hacer la revolución implica un gran amor a la humanidad, pero ahora me permito un poco de cinismo y confieso que también lo hice por mí: yo quería ser distinta, mejor ante mis ojos, el papel de esposa me tenía harta, quise ser la esposa y la madre perfecta cuando tenía 19 años y eso duró algunos años, pero después sólo me convirtió en fácil víctima de la descalificación porque esa perfección la tenía que sancionar mi esposo; acercarme a los parámetros de perfección que exigía mi esposo era imposible.
Su paranoica exigencia en la que entraban cosas como hacer la sopita de fideo deliciosa con dos centavos, era fácil, ¿pero para él? ¿para mi torturador cotidiano? Me salía un sabotaje de sopa.
Tenía 28 años, sana, fuerte, joven, rebelde, con un 68 que primero pasaba por mi ventana y al que me incorporé a espaldas de la vigilancia de mi guardián.

La guerrilla se convirtió en la posibilidad de cambio para mi país, había que decir hasta aquí a tanto agravio, pero también me cambió la vida.

En el exilio viví con los demás compañeros de otros grupos guerrilleros y una de las cosas que noté y de las que se habló bastante, a veces de manera apologética y a veces crítica, es que las mujeres entraban a la guerrilla o a la militancia para conseguir hombre, o incorporadas por un hombre a través de la relación sexual, desde el 68 algún líder lo señalaba con sorna. Los muy bellacos no entienden que eso pasa hasta en los templos, en todo el planeta y en los dos sentidos, pero siendo parcialmente verdadera esta afirmación, lo que falta por agregar es que las mujeres que habiéndose incorporado de esta manera y pasando de ahí a una toma de conciencia y decisión personal, son más consistentes que los hombres.

El problema ontológico puede pasar por la más radical autocomplacencia (es más frecuente) o puede derivar en una pesadilla de vericuetos y definiciones críticas. El feminismo es inconformismo, rebeldía, pero no sólo con lo establecido, sino también debe abarcar la autocrítica que te permita estructurar una propuesta de cómo ser. Ahora se habla de visión de género porque supongo que la palabra feminismo se presta para muchas interpretaciones, entre otras, la más fácil y nociva para la comprensión del problema, es que puede suponerse que las mujeres queremos destruir la aberración del machismo para construir otra.

* El Frente Urbano Zapatista existió de 1969 a 1972, operó en la ciudad de México principalmente. Sus participantes hombres fueron Francisco Uranga como estratega, Rigoberto Lorence, Carlos Lorence y Roberto Tello; pretendían la implantación del socialismo y la dictadura del proletariado. Se disolvió en 1972, en la cárcel.


"¿¿QUIEN DIJO QUE 20 AÑOS NO ES NADA??: clic aquí y vea las respuestas de la autora de este texto
hace 20 años, cuando aún estaba en la carcel

 
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