MIERCOLES Ť 24 Ť ENERO Ť 2001

El género resalta acontecimientos sin pasarlos por el tamiz de la censura

Chalino Sánchez, compositor y clásico del corrido mexicano

El trabajo de este narrador de lo cotidiano merece el acercamiento sobre todo por el marco histórico que le dio luz. Antes que negar, en aras de una supuesta pureza moral los hechos que describe este estilo, es preciso sistematizar sus manifestaciones
 

CESAR GÜEMES /I

En un solo verso condensó la predicción y la paradoja: "Ya después de muerto no todo es igual". Ciertamente, para Chalino Sánchez, letrista, músico, intérprete de su obra y de la de otros compositores contemporáneos, nada fue igual luego de su peculiar asesinato en Culiacán, Sinaloa.

La fecha de su muerte, según la medicina forense entre la noche del 15 de mayo de 1992 y la mañana del día siguiente, marca la confirmación del mito de sí mismo que venía trabajando con afán. Lejos, sin embargo, de ser víctima propiciatoria, Rosalino Sánchez Félix, Chalino Sánchez, como se le conoció de manera familiar y profesional, consideraba la posibilidad de seguir avanzando sin prisa ni pausa en el que era su oficio: creador de corridos. Así lo evidencia el hecho de que aceptara regresar a su estado natal a cosechar el reconocimiento que a lo largo de por lo menos tres lustros había ido abonando.

chalino04El hecho de que un narrador de la vida cotidiana en el noroeste del país se convirtiera en un clásico prácticamente en cuanto comienza a destacar, merece el acercamiento a su obra y al entorno histórico que le diera luz. No basta, pues, repetir el fallido lugar común que señala al compositor como "el padre del narco-corrido", frase que además de cacofónica impide analizar las verdaderas causas de una manifestación como es el corrido actual del noroeste del país y elimina a priori, vía la descalificación social, una presencia innegable en la música del país.

Justicieros sin justicia

A inicios de la segunda mitad del siglo xx, Vicente T. Mendoza en su estudio y antología Corridos mexicanos estimaba que "este género de manifestaciones de la cultura de nuestro pueblo va siendo estimado más cada día por los estudiosos, y va constituyendo una necesidad creciente: fijar el perfil y la personalidad del mexicano con el fin de conocernos mejor y cimentar nuestra nacionalidad".

Esto es, antes que negar, en aras de una supuesta pureza moral, los acontecimientos de los que trata el género, es preciso sistematizar sus manifestaciones a partir de una verdad incontrastable: con las excepciones de rigor, el corrido habla de un suceso real y verificable. A lo cual es necesario añadir que como parte de la hechura letrística de México, es arte y artificio, o sea literatura con las hipérboles, metáforas y diversos tropos más que la conforman.

Si no se parte de estas bases, resultarían inexplicables los conciertos masivos y la consecuente aceptación que hoy agrupaciones como Los Tigres del Norte o Los Tucanes de Tijuana mantienen de forma exitosa hacia un público que crece exponencialmente. La mercadotecnia, sin embargo, que desde luego desempeñó un papel de consideración en el auge del corrido norteño, no alcanza como herramienta a fin de explicar el fenómeno.

La tradición del género en el país viene ya, desde su nacimiento, conformada para ser un elemento nacional que se une a los enunciados por estudiosos del ser mexicano como Samuel Ramos, Octavio Paz o Jorge Portilla. El corrido exalta, ilumina con poderosos reflectores y pone en altorrelieve los acontecimientos sin necesidad de pasarlos por el dañino tamiz de la censura. Mendoza, antes de ir a otros estudiosos del género, hizo una división práctica de los corridos según el tema que abordan. Ocho apartados considera el ensayista: históricos, revolucionarios, de valientes, de bandoleros, de maldición, de tragedias pasionales, de accidentes y desastres, y en elogio de ciudades. En el rubro de bandoleros, consideró pertinente incluir las historias de Heraclio Bernal, Los Tulises, Martín Herrera, Ignacio Parra, Guadalupe Pantoja, José Inés Chávez García y El Chivo Encantado. Decir que todas las narraciones versan sobre bandoleros funciona para clasificar temáticamente al género y es punto de partida a fin de ofrecer al interesado no un punto de vista moral sino sociológico. Si bien la transformación del bandido generoso en el hombre a secas al margen de la ley será analizada en otro apartado de este reportaje, digamos por lo pronto que considerar delincuentes a varios de los personajes de las piezas recogidas por el maestro Mendoza no les hace total justicia.

Por motivos semejantes, esto es, porque nadie puede prever el futuro de un género, fue que Mario Kuri-Aldana y Vicente Mendoza Martínez, quienes en 1987 dan a conocer el Cancionero popular mexicano, no alcanzaran a vislumbrar el auge avasallador del corrido que implicó su renacimiento en los años noventa. En el 87 decían del género: "A raíz de la utilización de los medios masivos de comunicación, como la radio y la televisión, y más ahora, con una serie de nuevos inventos para el mismo fin, el corrido ha dejado de tener vigencia como comunicador, siendo más bien su aspecto musical e interpretativo lo que más llama la atención en las nuevas creaciones, sin que por esto queramos decir que es un género en desuso; todo lo contrario: el corrido sigue siendo una de las formas de expresión musical más genuina de nuestro país".

No es difícil separar aquí el grano de la paja luego de que han pasado 14 años de tal afirmación. Primero: el aporte de Kuri-Aldana y Mendoza es valioso y meritorio, por la variedad de sus alcances. Segundo: en efecto, los 39 corridos que incluyen en el volumen son de gran tradición, aunque desde luego no están todos los que podrían aparecer si hubiesen dispuesto de mayor espacio para la obra. Tercero: a finales de los años ochenta lo más cercano a la modernización del género estaba en cierne y se manifestaba, acaso, en las versiones de peculiar enjundia que desde el inicio de la tercera parte del siglo había hecho por ejemplo Cruz Lizárraga, fundador de la Banda del Recodo, en Sinaloa. Era complejo vaticinar, incluso al cierre de los años ochenta cuando ya numerosas agrupaciones de corrido norteño contemporáneo se escuchaban insistentes por las radiodifusoras locales y nacionales, que el boom del género, en su variante norteña, abarcaría por entero los años noventa. En alguna medida a ello contribuyeron los medios de comunicación, aunque es verdad que este auge obedece más a razones culturales que mediáticas.