LETRA S
Enero 4 de 2001 
El placer de horadarse
ls-tetilla
MANUEL ZOZAYA

 

El cuerpo de Antonio es una colección de perforaciones, cada una con un objeto y propósito diferente. El cuerpo como espacio de experimentación decorativa, altar móvil para colgar "milagritos" y recordatorios. El de Antonio es un cuerpo en mutación, sus piezas han sido colocadas del cuello para abajo. Nadie que vea a este joven formal por la calle, en mangas de camisa, imaginaría que bajo la tela que lo cubre hay 11 perforaciones, cada una con un significado especial.

Letra S conversó con Antonio acerca de esta ¿moda?, ¿ritual?, ¿símbolo de identidad?, cada vez más extendida. Estos son algunos de sus comentarios:

"La primera vez que vi una perforación fue en una revista hace unos años: era una perforación en el pene de un hombre gay. La idea me fascinó. Muchos lo hacen por moda, pero yo he aprendido que perforarse es algo muy serio, no lo puedes hacer con cualquier persona, hay que buscar un profesional y esperar el momento adecuado. Así localicé el estudio de Danny Wakantanka, en la colonia Roma, donde me informé de todo lo necesario y del tipo de perforaciones existentes. Me hice el príncipe Alberto, así se le llama a la perforación del glande a través de la uretra y el frenillo, la zona más sensible de todas. Cada tipo de perforación tiene su nombre, pero más allá de toda clasificación, para mí tienen un significado especial: un concierto, una persona, un viaje.

"El éxito de las perforaciones depende un 50 por ciento del perforador y el otro 50 de uno mismo, del cuidado y atención que tenga uno con su cuerpo. El perforador debe seguir al pie de la letra todas las recomendaciones higiénicas (usar agujas desechables, guantes de látex, esterilizar el material quirúrgico, etcétera), como si fuera a hacer una operación. Cada perforación te vuelve más consciente de tu cuerpo. La higiene es básica, para evitar infecciones y para que tu piel no rechace la perforación y la pieza que te hayas colocado. Debes limpiar por lo menos dos veces al día tu perforación con agua y jabón.

"¿Por qué lo uso? El piercing aumenta la sensibilidad de la zona perforada, particularmente de los pezones. Te vuelve más sensual, yo disfruto más el placer sexual, porque una argolla, un arete o una barrita de metal en tu ombligo, lengua, testículos, oreja, pene, labios y donde menos te imaginas es un estímulo que despierta la imaginación y permite el juego erótico. Cierto, hay personas que se friquean y nomás no se excitan cuando ven toda esa joyería ensartada en los nuevos orificios, o tienen miedo de dejarse penetrar por un pene con argollas. Les preocupa que el condón llegue a romperse por la fricción con el metal, pero esto no sucede, ya que las piezas son de metal quirúrgico y no tienen puntas que dañen el látex. De hecho el condón ayuda a sujetar la pieza para que tenga menos movimiento. Los cuidados que debes tener al ponértelo son los mismos que tendrías si no estuvieras perforado: una buena lubricación por dentro del condón y evitar que se forme la bolsa de aire en la punta del condón. Por otra parte, es divertidísimo colocarse el condón en un pene perforado y decorado con joyería.

"No es necesario quitarse la joyería del pene para utilizar condón, además no es fácil quitarse y ponerse las piezas. Más bien son como algo definitivo, pues se forma una costra alrededor de ellas que se vuelve como una segunda piel. Lo que sí se recomienda es bajarle al sexo cuando aún no está cicatrizada la herida. Si no puedes aguantarte las ganas,
evita la penetración oral, vaginal o anal, pues la fricción puede hacer sangrar la herida. También evita que caiga sobre tu perforación algún fluido o líquido que pueda infectarla. Hay que extremar los cuidados durante la cicatrización de la herida, que puede durar hasta varios meses, pero una vez cicatrizada no hay mayor problema.

"¿Incómodo? A veces la pieza no se acomoda bien y puede rozarme con el movimiento, o al sentarme, pero fuera de eso no me molesta. A la gente le da mucha curiosidad ver las perforaciones, pero las únicas que puedo mostrar son las de los pezones y el ombligo. Lo que más les asombra es saber que tengo otras ocho en el pene y los testículos. Hay mucho interés por verlas y por tocarlas y la pregunta obligada es: ¿duele? Pero no, no duele. De hecho mis parejas han tenido el cuidado de no lastimarme. Cuando decido perforarme me encuentro en un ambiente tranquilo, con música, respiro profundo y hablo con mi perforador. Entonces estoy listo para ese pequeño dolor donde se va a incrustar una nueva pieza de joyería. Es algo que deseo profundamente."