LETRA S
Enero 4 de 2001
Los aligeramientos terapéuticos
Aligerar las terapias antisida, incrementar
la adherencia del paciente a las mismas y
mejorar así su calidad de vida. En este
artículo se revisan algunas propuestas de investigadores
clínicos para disminuir la toxicidad de los cocteles
antirretrovirales y paralelamente reducir sus costos.

 

ls-blancoUna paradoja. Si bien la Conferencia de Durban sobre sida representa indudablemente un éxito político para quienes luchan por mejorar el acceso de los enfermos de los países en desarrollo a las terapias disponibles, también señala para el Norte el fin de un periodo de avances terapéuticos cuyo emblema mayor fue la triterapia. Nadie puede ignorar que muchos países del Sur se disponen hoy a producir, de modo masivo y más económico, los medicamentos necesarios. Sin embargo, esta modificación espectacular de las relaciones de fuerza a nivel internacional contrasta con la precariedad de los avances en la investigación médica. Otra lección de Durban: no existe hoy una perspectiva opcional en materia farmacéutica.
 
 

¿Menos medicamentos, mejor calidad de vida?

Este callejón sin salida clínico presenta con todo un aspecto positivo. Algunos médicos presentaron en Durban los avances de una investigación basada ya no en los medicamentos mismos, sino en la manera de recetarlos. Esta tendencia emergente tiene como lema "Menos medicamentos" (less drugs), lo cual es, a su modo, una respuesta a la fórmula "Intervenir más rápido y más fuerte", que apenas empezamos a abandonar. Impulsada en el Norte, sobre todo en Estados Unidos, esta nueva veta de investigación surge de una constatación triple: a) a largo plazo, las triterapias son demasiado tóxicas para el organismo humano; b) es muy difícil una disciplina estricta en la toma de medicamentos durante periodos muy largos; y c) la multiplicación de mutaciones resistentes podría rápidamente propiciar una hecatombe nueva.

Para evitar estos tres problemas, el desafío médico consiste en lograr un equilibrio entre la fórmula "Menos medicamentos" y otra, más atractiva, "Una mejor sobrevida a largo plazo para las personas seropositivas". Las pistas exploradas son esencialmente las llamadas Interrupciones Estructuradas de Tratamientos (IET: se dejan de tomar los medicamentos una de cada dos semanas o uno de cada dos meses, etc.), y las "vacaciones terapéuticas" (suspensión del tratamiento durante varias semanas o meses cada año). Las IET buscan, en primer lugar, reducir la cantidad de toxicidad en lo ingerido, mientras las "vacaciones terapéuticas" procuran mejorar la disciplina en la toma de los medicamentos. En ambos casos, los médicos siguen de cerca la evolución de la respuesta específica anti-VIH en los pacientes (capacidad o no del organismo para producir anticuerpos específicos frente al virus), y su corolario, la dinámica viral después de cada interrupción. Analizando los primeros resultados, se señala en la mayoría de los pacientes un aumento de la carga viral después de suspender la terapia, aunque para algunos este aumento disminuye con el tiempo, según el número de veces que se repita dicha interrupción.

 

Pocas opciones químicas

La Conferencia de Durban cuestionó algunas certidumbres tranquilizadoras. Mostró por ejemplo que los microbicidas ensayados para la prevención del VIH, en particular el Nonoxinol-9, no funcionan para ese propósito. Se derrumba así el mito de una "reducción de riesgos sexuales" como prevención barata y "confiable" para aquellos que no se acostumbran al uso del preservativo. También se estableció en dicha conferencia que por lo menos durante los próximos diez años no habría ninguna vacuna antisida, con lo que sufrió un golpe la política de la prevención universal, que hace mayor hincapié en salvar a las generaciones futuras que en agotar las posibilidades de salvar a los enfermos de hoy.

De cualquier modo, a falta de alternativas serias, los médicos, los investigadores, las autoridades de salud y la opinión internacional han tenido que aceptar una evidencia: las triterapias, los cocteles antivirales, tendrán que beneficiar hoy al mayor número de personas, al mejor precio posible, y en plazos muy cortos. Y en los países en desarrollo, ahí donde la pandemia es más fuerte, las políticas de prevención no deberán de modo alguno remplazar los tratamientos de las personas ya infectadas.

Es un hecho. Si algunos reconocimientos de fracaso pueden tener alguna virtud, otros en cambio son más inquietantes. Tal es la novedad paradójica de Durban: la investigación admite claramente no tener opciones terapéuticas confiables. Se hace así un gran silencio en torno a los llamados inhibidores de fusión, no se dice nada acerca de los productos "inmunomoduladores", tipo Remune, ni tampoco sobre eventuales antirretrovirales de segunda o tercera generación. Los enfermos con serios problemas de seguimiento terapéutico deberán esperar; los otros, acostumbrarse a los efectos secundarios.

 

¿Hacia la globalización de una terapia efectiva?

Las investigaciones en curso permiten, sin embargo, esperar a que seis u ocho meses de tratamiento correctamente administrado y repartido en un año, puedan dar resultados tan buenos como los de una terapia continua. Y como sabemos que la toxicidad de estas terapias depende a la vez de su dosificación y duración, menos medicamentos deberá significar entonces menos toxicidad, es decir, menos efectos secundarios, y en consecuencia una mejor (sobre)vida. La investigación de los países ricos deberá esta vez beneficiar también a los países pobres, pues si se comprueba que un tratamiento de seis meses equivale a otro de un año entero, el costo actual de las triterapias se verá reducido a la mitad. Esto mejoraría las oportunidades de acceso a los tratamientos para las regiones en desarrollo y de modo más general, para todos aquellos privados de seguridad social, que se ven hoy obligados a pagar sus terapias.

Algo está cambiando. Todo sucede como si de Norte a Sur los enfermos dependieran cada vez menos de las moléculas mágicas que se les receta a diario. En el Norte, los enfermos con dosis masivas de medicamentos comienzan a mostrar signos de exasperación, cansancio y saturación química, y tienden a liberarse de ellos, dejando a los grandes laboratorios sin una franja de una clientela segura. En el Sur, cansados de esperar la limosna terapéutica de los países occidentales, algunos productores locales comienzan a fabricar a menor costo sus propios medicamentos. Para los industriales de las grandes farmacéuticas, hay aquí una competencia nueva e inesperada. Reducir a nivel mundial los inconvenientes de una terapia pesada y sin embargo indispensable, tal parece ser el reto mayor presentado en Durban. La globalización de un acceso económico y eficaz a las terapias deberá ser el compromiso mayor de todas las personas afectadas por la pandemia del sida.

 

Tomado de Action, boletín mensual de Act-Up París. Octubre de 2000.

Traducción: Carlos Bonfil.