Jornada Semanal, 17 de diciembre del 2000 

Agustín Escobar Ledesma
extranjeros en su tierra
 
 

Coixtlahuaca
 
 
 
 
 
 

Agustín Escobar partió de Querétaro con rumbo a Coixtlahuaca, población situada en la altiplanicie montañosa de Oaxaca, para asistir al V Encuentro de Lenguas en Peligro de Extinción. Entre trailer y trailer de la caravana constante que recorre la dizque autopista Querétaro-México (nuestra nostalgia del ferrocarril es muy poderosa), el intrépido antropólogo llegó a Tepozotlán. Pasó por Satélite y, enfrentando a los feroces imecas de la antigua Tenochtitlan, recorrió los viejos señoríos y llegó al "lugar de nubes", la mixteca, y de ahí tomó camino para Coixtlahuaca, el "llano de culebras". Con su acostumbrado buen estilo y su alegre rigor científico, el maestro Escobar nos entrega un testimonio sobre la vida diaria de un pueblo que intenta preservar las sonoridades de la hermosa lengua chocholteca y defender, como los otros asistentes al Encuentro, la visión del mundo nacida de un lenguaje.






En agosto asistí al V Encuentro de Lenguas en Peligro de Extinción, organizado por el Programa de Lenguas y Literatura Indígenas de la Dirección General de Culturas Populares. Esta es la odisea: para arribar a Coixtlahuaca, en la altiplanicie montañosa de Oaxaca, iniciando el periplo desde Querétaro, hay que sortear múltiples y antiguos señoríos bajo el dominio de los feroces imecas de arco y flecha que han sumado peligrosos gases tóxicos a su arsenal bélico.

Antes de la garita de Tepozotlán yace derruido el epígrafe de don Alfonso Reyes: Caminante: has llegado a la región más transparente del aire. Venenosas nubes cubren Cuautitlán y se enseñorean en el valle de Anáhuac, y para cruzarlo hay que bajar al inframundo y meterse a las entrañas de la serpiente que repta bajo las ruinas Azcapotzalco, Tlatelolco y México-Tenochtitlan, para finalmente ser escupido en Chalco, el más reventado de los señoríos. Después, con nubes y niebla de verdad, proseguir a Puebla pasando por las faldas de don Goyo, que continúa fumando la pipa de la paz, hasta llegar a Tehuacán (cuyas milagrosas aguas minerales de la verdad han sido ampliamente promocionadas por la "pe jota") y luego adentrarse en la Mixteca Alta, región en la que sucesivas olas conquistadoras han dejado su impronta en los patronímicos encimados. Los mixtecos denominaron a este lugar Ñuu Savi, "pueblo de lluvia"; los mexicas Mixtlán, "lugar de nubes", y los españoles, a partir del siglo xvi, La Mixteca.

Después de transitar 357 kilómetros de carretera desde el df –cinco horas en autobús– y cruzar un bosque de enhiestos cactus que a la distancia semejan mondadientes clavados en las enormes montañas, está Coixtlahuaca o Nguinche (voces náhuatl y chocholteca, respectivamente, que significan "llano de serpientes"), cabecera distrital de once municipios en donde hay enormes osamentas de animales prehistóricos, así como basamentos de origen precolombino.

Orígenes

Coixtlahuaca es un pequeño y apacible pueblo de apenas 800 habitantes (el distrito no rebasa las tres mil personas). La región limita al norte y noroeste con el estado de Puebla y los distritos de Teotitlán y Cuicatlán, por el oeste con Huajuapan de León y Tepozcolula, y por el sudoeste con el distrito de Nochistlán.

Según las crónicas, a la caída de Tula un grupo de nonoalcas se internó en estas montañas dando origen a los chochos, chocholtecos o chuchones (gente bárbara o sin juicio, según el dominante imperio mexica). En 1461, Atonaltzin, señor de Coixtlahuaca, fue vencido por el ejército de Moctezuma Ilhuicamina, quedando los chocholtecas bajo su dominio, al igual que los mixtecos. Entre 1520 y 1522, mixtecos y chocholtecos fueron conquistados, ahora por la Corona española al mando de Pedro de Alvarado y Francisco de Orozco, dando inicio las encomiendas y los repartimientos, uno de los capítulos más oprobiosos de la historia.

El templo

La carretera a Coixtlahuaca está destrozada por los efectos de la lluvia, el abandono y los temblores. Los sismos son comunes y peligrosos. Los movimientos telúricos del 15 de junio y del 20 de septiembre de 1999, que derrumbaron casasy templos en los estados de Puebla y Oaxaca, dañaron el ex convento dominico, increíble ejemplo del arte novohispano del siglo xvi. Sus enormes paredes fracturadas lucen entablilladas de arriba abajo, principalmente la hermosa fachada.

Mitos

Los vecinos tienen una explicación para la escasez del agua en las colinas de suave ondulación, heridas por la erosión causada por la lluvia, el viento y la depredación humana. La leyenda "El sapo y la serpiente", recopilada por Agustín Jiménez García, secretario general de la Casa de Escritores en Lenguas Indígenas, a.c., menciona que en tiempos inmemoriales llovía mucho en esta región, existía una abundante vegetación y estaba habitada por animales de diferentes especies, gobernados por un batracio al que todos querían y obedecían, pero (el pelo que nunca falta en la sopa), a su lado había una viborita que lo traicionó: convenció a los súbditos del sapo que se dejaran gobernar por ella.

Cierta noche de tormenta, en la que los antiguos vasallos del anfibio pensaban que se trataba del fin del mundo, buscaron refugio con su ex patrón. Mientras, el reptil solicitaba a la tempestad que acabara con la vegetación y los árboles de Coixtlahuaca. La tormenta le concedió el deseo y desde entonces la región se convirtió en un desierto de tierra blanquecina.

Cuando el sol alumbró, el sapo se enteró de la traición y se trenzó en feroz combate contra la ulera culebra. En un descuido la serpiente se tragó al batracio y, sintiéndose triunfadora, regresó a Coixtlahuaca. Pero antes de llegar a la Peña Ahumada el anuro se infló hasta reventar al ofidio, de cuyo cuerpo brotó un poco de agua, lo que ahora es el manantial donde inicia el "llano de culebras". El sapo, que finalmente ganó la guerra, ya no se quedó a vivir en Coixtlahuaca, sino que se metió a un río subterráneo llevándose a Tamazulapan toda el agua que existía en la región.

Sombrerazos

Si en Coixtlahuca casi no hay fuentes de agua, las de empleo son inexistentes. Son más las familias que han emigrado que las que se han quedado a sufrir la brutal miseria cotidiana. La agricultura no cumple con las expectativas mínimas de bienestar, razón por la cual a nivel familiar se manufacturan artesanías de palma, ixtle y fibras sintéticas para la elaboración de petates, mecates, bolsas y sombreros.

Desde la época prehispánica los sombreros han sido prendas indispensables en la vida cotidiana para las actividades bajo el sol. En la pirámide de Quetzalcóatl, en Xochicalco, existen bajorrelieves que representan a diversos personajes, entre otros a un sacerdote-astrónomo, ataviado con sombrero. En esta tierra de músicos existe incluso una melodía llamada "El sombrero". Aunque en la actualidad los jóvenes de la región ya casi no lo usan, la comunidad continúa elaborándolos; es una de las escasas maneras que tienen los lugareños de obtener ingresos.

Todavía hace unos veinte años, la técnica de manufacturar sombreros consistía en hacer una especie de cueva bajo la tierra, en la que se metían cuatro o cinco personas para conservar húmeda la palma y que no se hiciera quebradiza con el sol. Ahora se teje en los días nublados o antes del amanecer. Después de las labores cotidianas, hombres, mujeres y algunos niños "descansan" manufacturando diversos objetos. De las manos de la abuela Juanita, a pesar de su ceguera, florecen hermosos sombreros (conejo incluido), como por arte de magia.

Josefina Salazar, que aprendió a tejer desde los cinco años, informa que con palma real y palma criolla elabora sombreros conocidos como quebrado, ixcateco, nenito, fino, voleado y corrientito. En un día teje tres, que el intermediario le compra a dos pesos con cincuenta centavos cada uno. Sigue vigente la forma en que, desde el porfiriato, los comerciantes echaron mano del sistema ritual de parentesco, tan popular entre los indios, para comprometerlos moralmente a entregarles sus productos a precios irrisorios. Esta práctica es utilizada por Raúl López, que adquiere la producción de la región para comercializarla al triple en diversas ciudades del país: Oaxaca, Puebla, Tehuacán y Veracruz, entre otras. Ante esta situación de explotación, las personas de la comunidad prefieren, en primer lugar, emigrar al valle de México, Veracruz, Sinaloa, Baja California y Estados Unidos (si algunos se han quedado es porque no tienen dinero para salir) y, en segundo término, lavar, planchar o dedicarse a las actividades domésticas en las casas de los escasos pudientes. La última alternativa es la elaboración de sombreros.

Los locos

A sus setenta y cinco años, el profesor Teófilo Soriano Rivera es un activo promotor chocholteco preocupado por el desarrollo cultural comunitario. También artista de la lente, cuenta con un valioso acervo fotográfico que exhibe en exposiciones itinerantes: hallazgos prehispánicos, edificios coloniales, actividades agrícolas, bandas de música de viento, manifestaciones de la cultura política y artística, fiestas populares, la endémica migración, etcétera.

En una foto del 28 de noviembre de 1979, en Teotongo, aparece un joven trepado en una escalera pintando el emblema de la hoz y el martillo: "El pintor Rodolfo García Feria dando su tequio en la casa de campaña a diputado federal." Esa gráfica se remonta a la militancia de Teófilo en el Partido Comunista Mexicano. Con su característico sentido del humor y su jubilosa irreverencia, recuerda en tres patadas algunos momentos de su vida: "Salí de mi tierra a los doce años, cuando el único medio de transporte era el ferrocarril. Fue gracias a una convocatoria del general Lázaro Cárdenas para que un niño de cada comunidad desfilara en México. Yo no sabía dónde quedaba ese lugar, ni siquiera mi profesor, pero llegué a la Ciudad de los Palacios. Después estudié en la Escuela Normal Superior. Ahí me involucré en el movimiento magisterial de la década de los cincuenta."

Hombre de cuerpo delgado y pequeño, su irreverencia no lo abandona: "Me costó un pedo entrar al pcm. Uno debía tener un buen padrino para hacerlo; el mío fue Othón Salazar, líder nacional del magisterio. Estuve con él en la dirección del movimiento, en la cartera de relaciones internacionales. Así conocí Cuba, Berlín, Leningrado, Praga y otros lugares de la ahora finada urss."

"Años después regresé a mi pueblo para hacer campaña por el Partido Comunista Mexicano. Éramos diez integrantes que apenas obtuvimos veinticinco sufragios en las elecciones de 1979, debido a que las autoridades terrenales y divinas estaban en contra nuestra, los priístas nos saboteaban y los sacerdotes nos satanizaban desde el púlpito. La gente no sólo se reía de nosotros, decían que estábamos locos y nos apedreaban. A mí, en cierta ocasión, estuvieron a punto de lincharme unas mujeres, pero la intervención oportuna de un compañero en una camioneta me libró. Ya trepado en el vehículo aventé a las señoras unas revistas de la urss con las que hacíamos propaganda. En vez de recogerlas las escupieron y bailaron sobre ellas."

Del testimonio de Teófilo da fe otro antiguo comunista: el profesor Tomás Velazco Juárez, quien desde 1950 vive en Xochimilco. Es uno de los cientos de migrantes que constantemente regresan a su patria chica para participar en las actividades que la comunidad realiza.

Sentados a la mesa "en una fonda chiquita que parecía restaurante", como reza una canción popular, me preguntan que si me gustan los huevos de burro. Ante mi cara de turista se apresuran a ilustrarme: "Los huevos de burro son comunes y corrientes en esta región. No te estamos hablando de los aguacates de los jumentos, no. Es un tipo de pan salado que la gente acostumbra con chocolate o con café. El nombre se debe a que tiene forma de testículos de burro."

Enseguida, a petición expresa, la mesera coloca varios pares de "huevos de burro". Teófilo y Tomás los comen sin ningún pudor. Yo, con mi recatada queretanidad a cuestas, exclamo al unísono con Bart Simpson: "¡Ay, caramba, hasta en la gastronomía hay manifestaciones fálicas expresas!" Ahora entiendo el por qué del mágico mundo del maestro juchiteco Francisco Toledo, en el que insectos y animales aparecen mostrando a diestra y siniestra sus "vergüenzas" (eufemismo queretano de los genitales de víboras, gallinas y personas).

El tesoro

En esta región los relatos de tesoros se regodean en los viajes del imaginario colectivo. Todos los lugareños tienen su propia versión del descubrimiento de un fabuloso tesoro prehispánico en una de las lomas que bordean a Coixtlahuaca, encontrado por el señor Macario Cruz en 1940.

En la ventanilla de la taquilla de los autobuses de la población está pegado el avejentado suplemento Oro prehispánico (La Prensa, 1 de octubre de 1997), en el que Julio Villareal Arreola entrevista a Macario Cruz, que aparece sentado en un petate, rodeado de pobreza y con cara de susto.

Según el entrevistado, encontró el tesoro de chiripa: cuando araba su parcela, uno de los animales de la yunta metió la pata y dio con la riqueza de la tumba del rey Atonalztin. Encontró ofrendas votivas de oro, jade, esmeraldas y turquesas. Macario, que no hablaba español ni conocía el valor cultural y comercial del tesoro, empezó a cambiar los valiosos objetos por mezcal, pulque, carne y ropa, hasta que la fabulosa noticia llegó a los oídos de la policía, que de inmediato lo obligó a indicar el sitio de donde había extraído el tesoro. Después, Hilario Martínez, líder político de Coixtlahuaca avecindado en la Ciudad de México, fue el encargado de quitarle a Macario lo que le quedaba del tesoro.

Idioma

De las sesenta y dos lenguas autóctonas que existen en la República Mexicana, quince son del territorio oaxaqueño. De éstas, el huave, el zoque, el ixcateco, el chontal y el chocholteco están a punto de extinguirse ya que cada una tiene menos de dos mil hablantes. El chocholteco o chocho cuenta con mil seiscientas personas diseminadas en los municipios de Teotongo, Santa María Nativitas, San Juan Bautista Coixtlahuaca, etcétera.

El maestro bilingüe Agustín Jiménez García es uno de los promotores más activos en el rescate y la enseñanza de la lengua chocholteca; impulsa la creación de talleres infantiles y comunitarios, herramienta con la que no sólo se pretende evitar que el idioma desaparezca, sino que busca la revalorización de la cultura propia: usos y costumbres, memoria histórica, tradición oral... Los ngigua (su verdadero gentilicio, recién descubierto), han empezado por revertir los nombres con los que históricamente han sido discriminados: chochos, chuchones o chocholtecos.

El chinanteco Elías García Martínez, director del Programa de Lenguas y Literatura Indígenas, explica de manera poética la importancia de los idiomas: "En la escuela me enseñaron el aspecto astronómico de la luna: satélite que gira alrededor de la tierra, sin luz propia y que refleja la luz del sol. Es un concepto muy distinto al que aprendí con mis abuelos, con mis padres. Para ellos la luna (sëg) significa amor, ternura, fertilidad, y está asociada a un calendario agrícola. Es por eso que, cuando desaparece un idioma, se pierde toda una concepción del mundo, del universo." Las palabras son escuchadas con atención por los representantes de diversos pueblos indios cuyos denominadores comunes son la pobreza, la marginación y un idioma que agoniza. Los representantes de las veinticuatro lenguas en peligro de extinción: tlahuicas, matlatzincas, nahuas del estado de México, cucapás, pimas, kakchikeles, jacaltecas, chujs, mixtecos, chinantecos, choles, kanjobales, chichimeca-jonaces, popolcas, chocholtecos, nahuas de Oaxaca y yaquis, procedentes de los estados de México, Sonora, Puebla, Oaxaca, Guanajuato, Chiapas y Querétaro, exigen por enésima vez el cumplimiento de los acuerdos del gobierno federal y de todas las leyes otorgadas sobre la protección del uso de las lenguas tanto a nivel estatal como nacional e internacional; igualdad y dignidad de las lenguas autóctonas respecto del español y la creación del Frente Nacional en Defensa de las Lengua Indígenas, para lo cual elaboran un documento firmado por todos los participantes y entregado a los representantes gubernamentales.

Nostalgia

Después de algunos días fuera de casa, durmiendo apilados hombres y mujeres en las literas de los niños del albergue escolar, roncando como leones enjaulados, sin bañarse, haciendo uso de las letrinas de madera apolillada a punto de descuajaringarse, de manera inconsciente tarareamos: "Qué lejos estoy del suelo donde he nacido/ intensa nostalgia invade mi pensamiento", canción que, según las crónicas, en 1915, de paso por la ciudad de Querétaro, José López Alavez compuso en la Alameda Hidalgo, sitio en el que ahora hay una escultura suya como homenaje.