Alaíde Foppa
I. | Los Ojos |
II. | Las Cejas |
III. | La Nariz |
IV. | La Boca |
V. | Las Orejas |
VI. | El Pelo |
VII. | Las Manos |
VIII. | Los Pies |
IX. | Los Senos |
X. | La Cintura |
XI. | El Sexo |
XII. | La Piel |
XIII. | Los Huesos |
XIV. | El Corazón |
XV. | Las Venas |
XVI. | La Sangre |
XVII. | El Sueño |
XVIII. | El Aliento |
Mínimos
lagos tranquilos donde tiembla la chispa de mis pupilas y cabe todo el esplendor del día. Límpidos espejos que enciende la alegría de los colores. Ventanas abiertas ante el lento paisaje del tiempo. Lagos de lágrimas nutridos y de remotos naufragios. Nocturnos lagos dormidos habitados por los sueños, aún fulgurantes bajo los párpados cerrados. |
Las breves
alas tendidas sobre mis párpados sólo abrigan el espacio escaso en el que flota una interrogación latente, al que asoma un permanente asombro. |
Casi
un apéndice en la serena geometría de mi rostro, única recta en la gama de curvas suaves, el sutil instrumento que me une al aire. Cándidos olores acres aromas densas fragancias de flores y de especias - desde el anís hasta el jazmín - aspira trepidante mi nariz. |
Entre
labio y labio cuánta dulzura guarda mi boca abierta al beso, estuche en que los dientes muerden vívidos frutos, cuenca que se llena de jugos intensos de ágiles vinos de agua fresca, donde la lengua leve serpiente de delicias blandamente ondula, y se anida el milagro de la palabra. |
Como
dos hojas de un árbol ajeno nacen a los lados de mi cabeza. Por el tallo escondido se desliza la opulencia de los sonidos, me alcanzan las vivas voces que me llaman. |
Dulce
enredadera serpentina, única vegetación en la tierra tierna de mi cuerpo, hierba fina que sigue creciendo sensible a la primavera, ala de sombra contra mi sien, leve abrigo sobre la nuca. Para mi nostalgia de ave mi penacho de plumas. |
Las manos
débiles, inciertas, parecen vanos objetos para el brillo de los anillos, sólo las llena lo perdido, se tienden al árbol que no alcanzan, pero me dan el agua de la mañana, y hasta el rosado retoño de mis uñas llega el latido. |
Ya que
no tengo alas, me bastan mis pies que danzan y que no acaban de recorrer el mundo. Por praderas en flor corrió mi pie ligero, dejó su huella en la húmeda arena, buscó perdidos senderos, holló las duras aceras de las ciudades y sube por escaleras que no sabe a donde llegan. |
Son dos
plácidas colinas que apenas mece mi aliento, son dos frutos delicados de pálidas venaduras, fueron dos copas llenas próvidas y nutricias en la plena estación y siguen alimentando dos flores en botón. |
Es el
puente cimbreante que reune dos mitades diferentes, es el tallo flexible que mantiene el torso erguido, inclina mi pecho rendido y gobierna el muelle oscilar de la cadera. Agradecida adorno mi cintura con un lazo de seda. |
Oculta
rosa palpitante en el oscuro surco, pozo de estremecida alegría que incendia en un instante el turbio curso de mi vida, secreto siempre inviolado, fecunda herida. |
Es tan
frágil la trama que la rasga una espina, tan vulnerable que la quema el sol, tan susceptible que la eriza el frío. Pero también percibe mi piel delgada la dulce gama de las caricias, y mi cuerpo sin ella sería una llaga desnuda. |
Alabo
el tibio ropaje la apariencia el fugitivo semblante. Y casi olvido la obediente armazón que me sostiene, el maniquí ingenioso, el ágil esqueleto que me lleva. |
Dicen
que es del tamaño de mi puño cerrado. Pequeño, entonces, pero basta para poner en marcha todo esto. Es un obrero que trabaja bien, aunque anhele el descanso, y es un prisionero que espera vagamente escaparse. |
LAS VENAS
La floración
azulada de las venas dibuja laberintos misteriosos bajo la cera de mi piel. Tenue hidrografía apenas aparente, ágiles cauces que conducen deseos y venenos y entrañable alimento. |
LA SANGRE
Secreto
corre el torrente de mi sangre rápida. Inmenso es el río que en subterráneos meandros madura y nutre el ámbito de mi vida profunda. La cálida corriente que me inunda en la flor de la herida se derrama. |
EL SUEÑO
En tan
blando nido mi corazón descansa, ni lo asombran los perdidos fantasmas que se asoman. Pasa por mi sueño la ola calma de mi respiro. En tanto olvido el tiempo de mañana se prepara, mientras estoy viviendo efímera muerte. |
No se
de donde viene el viento que me lleva, el suspiro que me consuela, el aire que acompasadamente mueve mi pecho y alienta mi invisible vuelo. Yo soy apenas la planta que se estremece por la brisa, el sumiso instrumento, la grácil flauta que resuena por un soplo de viento. |