SABADO 2 DE DICIEMBRE DE 2000
Ť Miguel Concha Ť
Patriarca de la solidaridad liberadora
El próximo miércoles 6 de diciembre, a las 19 horas, en el Centro Cultural San Angel se presentará al gran público el libro colectivo de 600 páginas: Don Sergio Méndez Arceo, patriarca de la solidaridad liberadora.
Escrito bajo el impulso de don Pedro Casaldáliga, el célebre obispo de Sao Félix de Araguaia, en el Mato Grosso brasileño, con intuición poética y profética manifiesta que no existirá durante muchos años en la sociedad ni en la Iglesia latinoamericana una personalidad tan rica y significativa. Está a tal punto convencido de ello, que en el prólogo vuelve a calificar a don Sergio como "patriarca de la solidaridad".
La obra llegó a su culminación, gracias al tesón de quien durante los últimos tres años de la vida de Méndez Arceo fuera su más cercana colaboradora, la religiosa mexicana Leticia Rentería, así como a la responsabilidad y afecto de algunos de sus muchos compañeros y amigos, hombres y mujeres, pertenecientes a distintas convicciones.
El libro recoge con profundidad y claridad el legado cristiano, para creyentes y no creyentes, de quien fuera, entre 1952 y 1983, el séptimo obispo de Cuernavaca.
Con un prólogo de don Samuel Ruiz, quien lo recuerda como un hombre universal, como todos los grandes personajes y santos, "cercano a Dios y cercano por la fe a las necesidades del pueblo y del mundo", y siempre generosamente dispuesto y consciente, a pesar de las incomprensiones, a participar en situaciones controvertidas, y a "dar su palabra desde los límites de la fe, siempre en fidelidad y amor a la Iglesia de Dios".
El epílogo fue escrito por el premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel, quien con acierto lo describe con las siguientes palabras: "Don Sergio fue obispo de Cuernavaca, en México, pero su diócesis fue todo el continente latinoamericano. Fue una voz profética en la solidaridad con los pueblos, y con su presencia y acompañamiento desde el Evangelio a todos los sectores, cristianos y no cristianos, en esa comprensión de la gran familia humana".
Giulio Girardi, uno de los filósofos y teólogos que también siguió a don Sergio en la solidaridad con Cuba, Centroamérica y el movimiento indígena latinoamericano, desde 1980 hasta su muerte en 1992, hace notar con agudeza en la introducción que los numerosos y apasionados testimonios que recoge el libro, 18 para ser más precisos, tienen, en efecto, una convergencia impresionante "en evidenciar su compromiso en el terreno de la solidaridad; de una solidaridad entendida como toma de partido libre y liberadora en los conflictos de la sociedad y la Iglesia; de una solidaridad vivida con una carga extraordinaria de humanidad, de ternura, de amistad", como la expresión característica de su actividad y de su personalidad, en la fase de madurez.
Con lucidez analiza, después de identificar cuatro etapas en la evolución de la trayectoria de don Sergio (preconciliar, conciliar, liberadora, y la caracterizada por una particular atención a la religiosidad popular e indígena), que el hilo conductor de sus intervenciones en el Concilio Vaticano II y en su posterior desarrollo fue el amor liberador: "Sus aportes -dice- se refieren a la participación del pueblo en la liturgia, a la promoción de la lectura popular de la Biblia, a la libertad y el espíritu de búsqueda en la Iglesia, a la participación y corresponsabilidad en la Iglesia, al reconocimiento de la libertad religiosa, al diálogo con los protestantes, los judíos, los masones, los ateos". Añade: "No es difícil identificar en estos aportes un hilo conductor, el amor liberador, que se expresa en el reconocimiento de la persona y del pueblo como sujeto: sujeto de la Iglesia, la liturgia, la lectura bíblica, la experiencia religiosa, la opción de vida". Dice también: "Es típico de su planteamiento y de su teología, la afirmación del vínculo estrecho entre amor y libertad: el amor auténtico es el que reconoce y promueve la libertad del otro y de la otra; la libertad auténtica es la que radica en el amor". Y finaliza: "Esta concepción del amor que rompe con el paternalismo y el asistencialismo vigentes en las Iglesias, anuncia su concepción liberadora de la solidaridad".
Por ello, el legado de don Sergio es el de una fidelidad al pueblo oprimido en la noche de la derrota y en el amanecer de la insurrección, y el de una fidelidad libre a la Iglesia, subordinada a la fidelidad, al Evangelio y al seguimiento fiel de Jesús.