La Jornada Semanal, 5 de noviembre del 2000
 
Poetas del mundo turco
 
 
Turquía, Turkestán, Uzbekistán, Kirguizistán, Kazajastán, Azerbaiján... el mundo de la lengua turca se une ahora en torno a la poesía. El patriarca Ilhan Berk presidió hace poco, en Estambul, una reunión de poetas del antiguo Turquestán. Al final construyeron una antología en donde la nostalgia de la lengua común eliminó las diferencias (muy bellas, por cierto) creadas por una larga separación.
 
 
 
Melodías de otoño
Bayircan Karabeyov 
(Kazajastán, 1956)

  
Cuando regreso a casa con añoranza 
(la paz del alba en las faldas de la montaña). 
La pena de áridas llanuras de mi país 
resuena en el hueco de mi pecho. 
 

 
 

El arte de la lluvia
Ihsan Deniz 
(Turquía, 1960)
 
¿quién va a traer a nosotros
el sol que va a calentar nuestras manos?
Yannis Ritsos
    antes mirábamos mucho el cielo 
    éramos hombres a favor de su belleza 
    crecía nuestro pelo, se incendiaban  
        nuestras médulas 
    no se cansaban nuestros ojos de mirar 
        los grandes mares 
    para engañarnos con sueños no pedidos. 
    Hacíamos de testigos al destiempo del 
         cielo 

    El cielo componía nuestros trozos dañados.

Canto de crujidos
Vagif Nesib
(Baku, Azerbaiján, 1939)

  
Los gorriones más pequeños que los  
   gorriones 
comían los granos más pequeños que los 
    granos. 
Chillando con chillidos más pequeños 
cantaban los cantos más pequeñitos. 

Un hombre más pequeño que los hombres 
miraba a los gorriones más pequeños que 
    los gorriones. 
Se alegraba y daba palmadas 
con las manos más pequeñas que las manos. 

Había un mundo 
más pequeño que el mundo. 
Dentro de él 
vivían hombres más pequeños que los 
    hombres. 
Se alegraban y daban palmadas 
a los gorriones más pequeños que los 
    gorriones. 

Pero la pena es que 
también los gatos más pequeños que 
     los gatos 
observaban 
a los gorriones más pequeños que  
     los gorriones 
y lamían 
los bigotes más pequeños que los bigotes.

Paisaje
Ataol Behramoglu 
(Turquía, 1942)

  

    Baja poco a poco 
    el atardecer a la orilla. 
    "Asombra las sombras 
    se borran los colores," 
    se calman los ruidos.
 
    Sorbo a sorbo 
    saboreas la tarde. 
    La brisa de noche 
    entrega la primera frescura, 
    la primera Estrella Polar. 
    Aparece 
    después la Vía Láctea. 
    Todo es pulcro y en armonía con la naturaleza.
 
    Detrás la ciudad 
    sin enterarse de todo eso 
    patalea como un monstruo estrangulado.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
versiones de Ceslik Sadar
 
 
 
S
Tugrul Tanyol
(Turquía, 1953)

 

Saboreo leches extraídas
de esta oquedad parda entre tus senos corre mi sangre
me hundo en tu bosque desierto donde nadie ha entrado jamás
eres una tigresa y yo una bestia que agoniza frente a ti
oigo una serpiente reptar en los arbustos oscuros
de tus ingles tensas se desprende ese olor a seda, ese veneno
que roza mi mano, si lo toco se dispersará en escamas
y la noche volverá a encontrar al día, la espada su vaina
como el fuego que cae sobre una hoja y abrasa al bosque
la vida y la muerte me llaman
una ola se transforma en caballo
un caballo relincha y se vuelve polvo
más allá de los peñascos, sobre los bastiones de una fortaleza
jadeante de furor
mi amor se enraíza en las ramas hembras de las palabras y las voces
mi cabeza se estrella contra las espumas y las conchas muertas

Adquieres el color de las piedras que se enfrían
de las estatuas de bronce y de la loca desnudez
tu piel se convierte en un inmenso país en mis palmas
una caverna aislada…
para descansar un poco
y despertar de nuevo
sucedidos los largos descubrimientos

Versión de Pablo Montoya
 
 
 
Cuando me tomabas de la mano

 

Cuando me tomabas de la mano
el mar se desbordaba en mí.
Cuando me tomabas de la mano, mi corazón
se colgaba de las algas verdes,
quería seguir las hondas corrientes de los días enteros.

Días enteros me preguntaba cuál era la fuente de esa
llama secreta que incendiaba tus pupilas. Noches enteras,
yo buscaba mi camino sobre las colinas arduas e impenetrables. Y luego
las luces se apagaban, y luego las estrellas caían en los lagos
frescos que hay en mí. Cuando me tomabas de la mano, ¿era yo
o era otro el que caminaba contigo sin poner el pie en las olas y el viento?

Cuando me tomabas de la mano
un color azul caía sobre mis ojos.
Luego, todos los mares se retiraban,
un bosque se agitaba de rumores,
una bandada de palomas volaba de mi corazón helado.
Cuando me tomabas de la mano
las hojas rojizas de un platanero caían
sobre las baldosas blancas del patio
y hundiéndome en esas hojas hubiera querido morir.

Éramos como casas antiguas con los postigos aún abiertos
y golpeados por el viento, vagabundos y tímidos.
Cuando me tomabas de la mano
una flor traspasaba los peñascos

Cuando me tomabas de la mano
el ansia por viajar me invadía
y días enteros me colgaba de las nubes grises…

Versión de Hugo Gutiérrez Vega