La Jornada Semanal, 22 de octubre del 2000  
Azul era el cuarto
 
Javier Molina

 

El día era gris pero azul era el cuarto, en el tiempo
de un ala iba otro árbol a cantar a otra barca. El silencio
era un oro que navegaba en el trigo como campanas en una aurora
demasiado escondida como para no ver las estaciones del año
en el movimiento de la bailarina.

En el cielo nubes fugaces decían que las calles
pasaban como damas riachuelos la danza de caminos que nunca
llegaban a decir una sola palabra.

Entonces la manta era extendida en el campo
y vinos manzanas trifulcas desvelos
se desparramaban como canciones en labios de miradas
acuáticas y somnolientas como una madrugada.

Despertar era una obra de arte
Salir de una circunferencia que habíamos visto
antes de conocer la calle la ciudad y la ventana
y la montaña y la barca y la palabra entera
esperando un trago en el frío de una dulce llovizna.