La erosión cultural
Pat Mooney
Una encrucijada planetaria
Podemos resumir el problema central que enfrenta
la humanidad con una palabra: erosión --una ecológica y cultural--
que deviene de la transformación tecnológica (no sólo
de la biotecnología o la informática, también de la
neurociencia o la nanotecnología, entre otras) y de la concentración
(corporativa y de clase).
Conforme se erosionan los sistemas que sustentan
la vida del planeta (las especies, los suelos, la atmósfera, el
agua) el saber indígena que entiende estos sistemas de vida es también
destruido. Mientras tanto, se nos dice que la ingeniería genética
y la nanotecnología entran al rescate, que manipularán el
ambiente y asegurarán nuestra supervivencia. Pero este conocimiento
tecnológico podrá rescatarnos, se nos dice, sólo si
le otorgamos a las corporaciones multinacionales el control monopólico
mediante las patentes que les permitan desarrollar las "tecnologías
necesarias".
La privatización --o la patente--
del saber indígena a manos de las corporaciones globales conlleva
el peligro de impedir que las comunidades utilicen su saber, además
de poderles negar los beneficios que por derecho les corresponden por el
uso de su tecnología a nivel mundial. La grave amenaza de erosión
de las culturas de los pueblos indígenas a manos de las políticas
y las presiones de los gobiernos y las corporaciones no sólo afecta
a los innovadores indígenas, sino a todos nosotros.
Un tercio de la masa terrestre de América
Latina ya no aloja pueblos que hablen una lengua indígena. Esto
significa que ha desaparecido esa ciencia y esa información eco-sensible
de cómo cuidar dicha área. El mundo ya no sabe cómo
cultivar y velar por esas tierras. Los secretos farmacéuticos y
alimentarios contenidos en la flora, la fauna y el firmamento de esas tierras
está perdido y quizá nunca lo recobremos. En el siglo xx
las lenguas del mundo disminuyeron de 10 mil a 6 mil. La mitad de los lenguajes
restantes no se enseñan a los niños, de tal suerte que pueden
perderse en una generación. Lo que estamos perdiendo es conocimiento
crucial para la supervivencia de los pobres y para el mantenimiento del
planeta. Esto no es algo curioso ni frívolo. Nuestra generación
es la primera en la historia del mundo que perderá más saber
que el que construye. La erosión de las culturas es una amenaza
mayor que la biopiratería, pero va asociada a ésta.
Los gigantes genéticos
Hoy, media docena de empresas globales domina las
tecnologías de biomateriales o relacionadas con la vida. En los
últimos 25 años los fabricantes globales de pesticidas se
tragaron a las compañías de semillas enfocadas al uso familiar
más tradicional. Estas enormes empresas de plaguicidas fueron devoradas
a su vez por la elefantiásica industria farmacéutica que
engulló también a las empresas de medicina veterinaria. Hoy
la biotecnología agrícola está en manos de un puñado
de mega empresas que actúan en esos cuatro rubros (semillas, agroquímicos,
farmacéutica y veterinaria): Syngenta (fusión de Novartis
y AstraZeneca), Pharmacia (fusión de Monsanto, Pharmacia & Upjohn),
DuPont, y Advanta (fusión de Hoeschst y Rhone-Poulenc). Si miramos
el espectro completo de corporaciones internacionales involucradas en el
manejo de la vida, encontraremos que las diez más grandes son en
gran medida las mismas compañías vistas en diferentes segmentos
de su quehacer industrial. Incluso las fusiones industriales importantes
de hoy podrían poner en manos de una media docena de firmas toda
la industria relacionada con biomateriales (incluidas aquellas que dependen
de procesos biológicos). Anticipamos que todas las compañías
vinculadas a la salud y la alimentación se fusionarán por
completo en integraciones verticales y horizontales y que finalmente serán
dominadas por grandes instituciones financieras, tales como las aseguradoras.
Las nuevas tecnologías --las nanotecnologías,
que desplazan el proceso manufacturero hasta los niveles de las estructuras
genéticas o moleculares-- traerán consigo profundos cambios
en el control de la economía mundial en el lapso de diez años.
Las cien compañías más
importantes del mundo controlan cerca del 80 por ciento de la productividad
industrial. Las corporaciones globales controlan 90 por ciento de la propiedad
intelectual de alta tecnología. El 70 por ciento de las tecnologías
patentadas están hoy controladas al interior de la matriz y sus
subsidiarias.
La biotecnología y la nanotecnología
fusionarán compañías que controlarán las tecnologías
necesarias para manipular la materia viva y toda la materia. Es difícil
imaginar un control más total que éste.
Las alternativas visibles
Debemos trabajar, por ejemplo, en hacer que el
sector público internacional rinda más cuentas. En contra
de su voluntad están en peligro de convertirse, o ya son, caballos
de Troya que trabajan a favor del gobierno de Estados Unidos o las corporaciones
estadunidenses. El CIMMYT (Centro Internacional de Mejoramiento del Maíz
y el Trigo), aquí en México, corre el riesgo de adoptar políticas
relacionadas a la propiedad intelectual que de facto replican las leyes
de patente de los países industrializados y que imponen tales leyes
en países que tienen el derecho soberano --el derecho humano-- de
rechazarlas.
De ser necesario, habremos de llevar ante
la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas a la ciencia
pública internacional para garantizar que su trabajo se mantenga
en el dominio público y que rinda cuentas a los pobres a los que
debería servir. La Declaración Universal de los Derechos
Humanos y sus protecciones relacionadas nos brindan la oportunidad legal
de luchar contra el monopolio corporativo y proteger el interés
público.
El punto de la privatización y el
control de la vida debe ser debatido al más alto nivel de legalidad.
Los gobiernos del Sur y las agencias de Naciones Unidas como la FAO, deben
buscar la opinión admonitoria de la Corte Internacional de Justicia
de modo que clarifiquen algunos aspectos que giran en torno a la patente
de la vida y la piratería del saber indígena.
Más allá de la complejidad
de los procesos legales, el debate político sobre la propiedad,
el control y la seguridad deben ser parte de la agenda de la Asamblea General
de las Naciones Unidas. Necesitamos una sesión especial que aborde
los puntos de Sociedad, Ciencia e Innovación para confrontar a las
corporaciones en cuanto al control de las tecnologías y los mercados.
La resistencia
Existen algunas victorias recientes, y puede haber
más. Los centros de megadiversidad como México y Los Andes,
son, por supuesto, centros de biopiratería. Pero la resistencia
mexicana y andina está inspirándonos al resto. Cuando el
gobierno de Estados Unidos solicitó la patente de una cadena celular
--el arreglo genético completo-- de una mujer guaymí de Panamá,
los guaymí volaron a la sede del GATT en Ginebra, confrontaron a
los Estados Unidos y forzaron a su gobierno a revertir la patente. Cuando
la Universidad de Colorado patentó el futuro de las 54 variantes
de la quina de Los Andes, los agricultores de quina volaron a Nueva York
y plantearon el punto en la Asamblea General de Naciones Unidas. La Universidad
reculó. Cuando un científico estadunidense patentó
la ayahuasca --una planta sagrada para muchos pueblos de la Amazonia--,
la gente lo llevó a corte y forzó a la Oficina de Patentes
y Marcas Registradas de Estados Unidos a repudiar esta patente. Los campesinos
mexicanos están a punto de derrotar a la compañía
estadunidense que reclama la patente del frijol canario.
Los pueblos de Chiapas prevalecerán
contra los biopiratas. Puede llevar tiempo --y es seguro que tendrán
que luchar sin el apoyo del gobierno mexicano, que parece temeroso de defender
la soberanía, pero ganarán. En todos los casos, son las propias
organizaciones indígenas y sociales las que se han movilizado. Soy
optimista, sé que esto es un defecto genético. Monsanto ya
me ofreció una terapia genética, pero continuaré creyendo
en que por más negro y alarmante que parezca el presente, construiremos
un futuro brillante.
Pat Mooney es director de la Fundación Internacional
para el Progreso Rural (RAFI por sus siglas en inglés,) una organización
que está en la línea frontal en la lucha contra la expansión
de transgénicos en el mundo y contra la patente de cualquier forma
de vida o de cualquier parte del proceso biológico en el mundo.
Recibió el Right Livelihood Award (llamado Premio
Nobel Alternativo) en 1985.