Lunes en la Ciencia, 9 de octubre del 2000



Reflexiones y propuestas para un proyecto sustentable


Nueva política para ciencia y tecnología

Axel Didriksson

El debate respecto a una nueva política para la ciencia y la tecnología en el país debe ser motivo de una gran discusión en el seno de la comunidad académica, de los investigadores de todas las áreas del conocimiento, y no remitirse en exclusividad a los miembros, que ya se perfilan, de los aparatos gubernamentales.

El tema debe rebasar las pretensiones de los próximos directivos y funcionarios, de los asesores y cuerpos de staff, para ser un motivo de amplia reflexión, por la magnitud y la calidad de los problemas que se abarcan. Como es conocido, los conocimientos, su producción y transferencia se han convertido en los componentes fundamentales para alcanzar un nuevo estadio de desarrollo y esto tiene que ver con los cambios necesarios y profundos que deben ocurrir en los próximos diez o 15 años en las instituciones de educación superior, en los centros e institutos de investigación y las empresas industriales.

En los países de alto desarrollo en ciencia y tecnología, los esfuerzos que se realizan son incrementales y ubicados como estratégicos. Por ejemplo, en Estados Unidos se invirtieron en este año cerca de 250 mil millones de dólares en Investigación y Desarrollo (ID), de los cuales 72 por ciento proviene de las industrias. Cada cinco años ha aumentado esta proporción a una tasa de dos dígitos, y así continuará durante los próximos años de no ocurrir una contracción, que muchos anticipan, en la economía de ese país.

El apoyo a la investigación en las universidades ha crecido también de forma muy importante, a un ritmo actual de dos dígitos, rebasando la tasa de 2.5 mil millones de dólares anuales. Esto mismo ocurre en los países de Europa y de Asia, pero no así en América Latina, ni en México, según un estudio de la Universidad de Sao Paulo, Brasil.

La ciencia en los países del primer mundo

Las brechas en la producción y distribución de los conocimientos se han ampliado en la medida que avanza más la transición hacia la era informática y posindustrial. Estas brechas son cada vez más notables para México, entre otros aspectos porque tenemos frontera con el país más importante del mundo. Los indicadores respectivos señalan que la inversión en ID de Estados Unidos supera en orden de magnitud a las de Canadá, Brasil y España, y en dos órdenes al grupo de países integrado por México, Argentina, Portugal, Colombia, Chile y Venezuela. Si se compara tan sólo al grupo de países latinoamericanos, el total invertido en ID suma casi 10 mil millones de dólares, de los cuales Brasil representa 58 por ciento, seguido por México con 14 por ciento y Argentina con 13 por ciento. Chile aporta alrededor de 5 por ciento, Colombia 4, Venezuela alrededor de 3 por ciento, y los restantes países suman en conjunto algo más de 4 por ciento, informó la Orgaización de Estados Americanos.

Con una población de poco más de 95 millonesde habitantes (1998), México tiene una posición destacada en el ámbito latinoamericano, pero en correspondencia a indicadores diferenciados su papel no lo es tanto, sobre todo en comparación con países como Brasil y Argentina, u otros con menores tasas de crecimiento de su producto interno bruto (PIB). Por ejemplo, en relación a su gasto en ciencia y tecnología, respecto al PIB, México está por debajo de Costa Rica, Cuba, Brasil, Chile, Argentina y Colombia, así como por debajo de la media de los indicadores de América Latina (0.50 por ciento). En México, el porcentaje referido es de 0.47 por ciento. Respecto a este gasto en su relación con el número de habitantes, también México está por debajo de la media latinoamericana (25 millones de dólares), y por debajo de Argentina, Costa Rica, Chile y Cuba. El de México es de 20.4 millones de dólares. El gasto por investigador es aún más bajo en términos comparativos con otros países de América Latina, lo que significa que nuestros investigadores cuentan con menos recursos que los de Colombia, El Salvador, Chile, Costa Rica o Panamá.

Respecto al gasto por sector de financiamiento, en México la empresa privada ejecuta alrededor de 19 por ciento del total de inversión en el rubro, mientras que el Estado cubre el resto. El porcentaje medio de los países más desarrollados es de alrededor de 70 por ciento, mientras que en Argentina es de 29 por ciento y el de Brasil de 45 por ciento. De acuerdo con la fuente citada, este porcentaje de contribución disminuyó de 1995 a 1998 de 20.8 por ciento a 19.7 por ciento, uno de los más bajos de América Latina.

Lo mismo ocurre con el número de investigadores con los que cuenta el país. Este número está por debajo de Brasil y Argentina (17 mil frente a 49 mil y 27 mil, respectivamente).

A pesar de que en los últimos años han ocurrido algunos avances importantes en el desarrollo del nivel de posgrado, en el fortalecimiento de algunas líneas de investigación de frontera, en el incremento de apoyos a individuos y grupos de trabajo, y en la internacionalización de la investigación en México (por ejemplo en el incremento en el número de publicaciones internacionales), aún esto no se refleja de forma integral en la transformación y el empuje necesario que deben tener la producción y transferencia de conocimientos hacia el desarrollo económico y el bienestar de la sociedad.

El largo y sinuoso camino

Lo anterior hace urgente emprender cambios de fondo en la acción y orientación de las políticas de ciencia y tecnología, tanto del Estado como de los particulares, por lo menos en los siguientes aspectos:

1. En la elaboración de una planeación indicativa, para favorecer un ambiente institucional y económico que induzca a la empresa a invertir de forma cuantiosa en ID. Asimismo, se requiere poner en marcha una iniciativa fiscal que grave ganancias especulativas de empresas nacionales y extranjeras (por ejemplo de la Bolsa de Valores), o bien de las productivas (por ejemplo, de los fármacos) a favor de la investigación de prioridad nacional.

2. Definir con claridad una estrategia de desarrollo de la investigación nacional, en todas sus áreas, desde prioridades explícitas, en la que el Estado y las empresas adquieran compromisos de corto, mediano y largo plazos. Esto significa que esta nueva política de ciencia y tecnología tiene que superar el inmediatismo y el sexenalismo, para incorporar visiones de construcción de escenarios de futuro alternativos de innovación y aprendizaje social.

3. Poner en marcha un sistema articulado y en red de las instituciones de educación superior, desde la perspectiva de su transformación estructural, para apoyar el desarrollo nacional del posgrado, crear nuevas licenciaturas y carreras cortas relacionadas con las nuevas perspectivas de los mercados laborales emergentes y el impulso a la producción, innovación y transferencia de nuevos conocimientos.

4. Creación del consejo social de educación superior, ciencia y tecnología que se constituya como la base de un sistema nacional de innovación, con tareas de concientización sobre la importancia de la ciencia y la tecnología, culturales y de educación, pero sobre todo de articulación de áreas, programas, instituciones y personas para propiciar y desarrollar una estrategia de cambio y consolidación, desde una perspectiva de generación de conocimientos para el bien público y el bienestar de la sociedad civil.

5. La definición clara, finalmente, de recursos permanentes para la investigación, la educación superior, la ciencia y la tecnología desde una política de Estado, hasta alcanzar una plataforma de lanzamiento de 2 por ciento del PIB.

El autor es investigador del Centro de Estudios sobre la Universidad (CESU) y coordinador de la Cátedra UNESCO "La Universidad y la integración" Feggo;Nuevas politicas

[email protected]


Inicio