La Jornada Semanal, 24 de septiembre del 2000
 
Marcela Sánchez Mota
Danza en Bellas Artes
 

La temporada agosto 2000 de danza contemporánea en el Palacio de Bellas Artes presentó a las tres compañías que reciben subsidio del Instituto Nacional de Bellas Artes.

El Ballet Nacional de México (1948), fundado por Guillermina Bravo, ha sido uno de los pilares en el desarrollo de la danza contemporánea. Pasó por distintas etapas creativas: se inició en una tendencia nacionalista; abordó temas indígenas de carácter mágico-religioso; exploró el mundo interior del hombre y, finalmente, experimentó con formas geométricas. Sus bailarines han sido formados rigurosamente en diversas técnicas (Graham, Falco, Nikolais o Cunningham). En esta temporada, el Ballet Nacional presenta un programa de estrenos mundiales: Sensaciones lúdicas, coreografía de Federico Castro; La realidad está en otra parte, coreografía de Jaime Blanc; Carmina Burana (fragmentos), coreografía de Luis Arreguín, y Moneda al aire (juego sagrado), coreografía de Lydia Romero. Más de cincuenta años de trabajo dancístico hablan de su persistencia y tenacidad, pero también de la dificultad de abandonar ciertos arquetipos. Basado en la técnica de Martha Graham, su trabajo tiene un sello que se vuelve repetitivo. Las fuerzas que una vez fueron liberadoras parecen haberse convertido en un nuevo yugo. En la coreografía La realidad está en otra parte, Jaime Blanc se ve tan atrapado como sus propios personajes, no logra llevarnos al horror de las drogas por más que sus bailarines se peguen en las venas de los brazos o bailen con un esqueleto que no asusta a nadie. Su danza se convierte en un mensaje moralino. El horror de las drogas lo muestran Danny Boyle en Trainspotting, Kubrick en Naranja mecánica o Gus Van Sant en Drugstore Cowboy; ninguno de ellos moraliza, simplemente exponen magistralmente el mundo de las drogas y con eso basta. Carmina Burana se enfrenta al tema recurrente del hombre tribal ante el mundo. Aunque se desarrolla en un espacio bien utilizado y con una rigurosa ejecución, el trabajo no aporta nuevas propuestas. Moneda al aire de Lydia Romero, coreógrafa invitada, es una propuesta fresca en donde la sorpresa de movimientos futbolísticos estilizados pronto llega a su fin.

El Ballet Independiente (1966) fue fundado por Raúl Flores Canelo, quien dirigió la compañía hasta su muerte; desde entonces, Magnolia Flores y Manuel Hiram son sus directores. Desde su inicio la compañía se propuso como tarea primordial la creación experimental; en ella se formaron talentosos coreógrafos como Valentina Castro, Graciela Enríquez y Silvia Unzueta. Ahora, el Ballet Independiente nos presenta obras de Ana Sokolow y de Raúl Flores Canelo. En De los diarios de Kafka, el talento y la vigencia de la Sokolow es patente. Personajes grises y mecánicos caminan sobre una hilera de sillas que restringe su espacio y nos llevan al mundo oficinesco que sufrió Kafka; desencuentros amorosos nos dejan en la boca el nombre de Milena; búsqueda de un Yo indestructible. La soledad, perceptible a lo largo de la obra, desemboca en la escena de Gregorio Samsa, personaje de La metamorfosis, donde la paciencia es la única forma de sobrevivencia. La segunda obra de Sokolow, Ride the Culture Loop, aborda la necesidad que tienen las minorías culturales de toda gran ciudad, de vivir en un mismo barrio para conservar sus lazos culturales. Soliloquio, obra de Raúl Flores Canelo interpretada por Elisa Rodríguez, es un conmovedor tratado de la soledad.

El Ballet Teatro del Espacio (1979) se funda a raíz de la escisión del Ballet Independiente, y es dirigido por Gladiola Orozco y Michel Descombey, coreógrafo principal. Este último, autoexiliado en México después de trabajar en la Ópera de París, decide trabajar con bailarines mexicanos. Creador de un estilo personal, a Descombey le interesa denunciar a las sociedades capitalistas como culpables del consumismo a ultranza, la explotación y la soledad del hombre moderno. Este año presenta Año cero al cumplirse veinticinco años de su estreno. Esta obra fue montada originalmente para el Ballet Independiente y fue una de las primeras obras de Descombey que contenía ya las dimensiones de un gran espectáculo, como lo serían trabajos posteriores (La ópera descuartizada o Conquistas). Su autor fue tachado de pretender la denuncia de la sociedad capitalista a través de una danza glamorosa, esteticista o efectista. Si bien es cierto que Descombey no ha roto con muchas convenciones de la danza o no ha sido radical en el sentido estricto, nunca ha descuidado la danza como elemento primordial de sus obras, en las que prevalece el intento y la búsqueda de un estilo propio de expresión, todo ello bajo un sello de excelencia. Todo esto ha redundado en beneficio de la danza mexicana.