Lunes en la Ciencia, 18 de septiembre del 2000



15 años después


El lado positivo de una tragedia

Jerjes Pantoja Alor

Pocas horas después del terremoto del 19 de septiembre de 1985, cuando al restablecerse la energía eléctrica reanudó sus actividades la televisión, pudimos constatar la magnitud del desastre. Al otro día, los titulares de los diarios anunciaban miles de muertos y cientos de edificios colapsados, además de reseñar los actos heroicos de los rescatistas, enfatizaban la gran solidaridad del pueblo para salvar a su ciudad, ante la falta de capacidad y preparación del gobierno para afrontar la contingencia.

Terremoto. El Regis De acuerdo con la información proporcionada por el Servicio Sismológico Nacional, el gran sismo de las 7:11 am del 19 de septiembre tuvo una magnitud (Ms) de 8.1 grados en la escala de Richter, su réplica de la tarde del 20 de setiembre alcanzó los 7.6 grados en la misma escala. El epicentro se localizó cerca de Caleta de Campos, al noroeste de Playa Azul, Michoacán, y el foco se calculó en 13 kilómetros de profundidad. Por la dispersión de las réplicas, los geofísicos consideran que la longitud de la falla alcanzó los 200 kilómetros, ubicándose entre las brechas sísmicas de Colima y Guerrero. Por ello, es lógico pensar que la costa de Michoacán, después de la energía liberada, no constituye un alto potencial sísmico en el corto plazo.

Los terremotos son considerados como las catástrofes impredecibles y más frecuentes que nos afectan, y su impacto estriba en el número de pérdidas humanas, el colapso de la estructura arquitectónica, la afectación de los servicios y los daños económicos que acarrean. En el mundo, la mayor parte de los sismos se relacionan con el movimiento de las placas tectónicas. Los geocientíficos nos dicen que en México inciden 5 placas tectónicas: la de Norteamérica, que cubre la mayor parte del país; la de Rivera, de carácter oceánico y reducida, abarca la costa de los estados de Nayarit y Jalisco. La de Cocos es de carácter oceánico y abarca hasta la fosa de subducción que se inicia a la altura de las costa de Michoacán, Guerrero, Oaxaca y Chiapas; la del Caribe abarca la parte continental de Centro América, una pequeña parte de México y todo el mar Caribe con sus islas; y finalmente la del Pacífico, con una parte continental que cubre la península de Baja California, desde la dorsal del Golfo de California. Los temblores que afectan México, por lo general, se originan en la zona de subducción del Pacífico y se clasifican de acuerdo con su posición en las placas y en la profundidad del foco, o sea, el punto o área donde ocurre el rompimiento. Se clasifican en: sismos de subducción (interplaca), los cuales ocurren por el roce de la placa oceánica (Rivera o Cocos) con la placa continental de Norteamérica; sismos profundos, (intraplaca) cuyo epicentro se localiza en el continente y en México han afectado a la faja neovolcánica transmexicana; sismos oceánicos, los cuales ocurren en la dorsal del pacífico oriental y en las zonas de fracturas oceánicas de Rivera, Orozco y de Tehuantepec.

Los sedimentos lacustres en la ciudad de México

Se ha comprobado que los daños mayores en la estructura arquitectónica y el sistema vial ocasionados por los sismos del 85 ocurrieron en la zona de sedimentos lacustres de la ciudad de México; sin embargo, otro factor de gran incidencia lo fue la alta densidad de población. En el momento del sismo del 85 la población del DF era de 18.5 millones de habitantes, asentados en mil 489 kilómetros cuadrados, lo cual indica, en promedio, más de 6 mil habitantes por kilómetro cuadrado, sin contar con las áreas conurbadas del estado de México. Las delegaciones más afectadas fuero: Cuauhtémoc, Benito Juárez, Venustiano Carranza, Coyoacán y parte de la Gustavo A. Madero, y de la Miguel Hidalgo. Es importante indicar que la densidad de la población de la Cuauhtémoc, al momento del terremoto era de 25 mil habitantes o más, por kilómetro cuadrado. Los daños mayores en las estructuras arquitectónicas ocurrieron en la antigua zona lacustre de la ciudad. Un informe provisional asegura que más de 30 por ciento de las estructuras dañadas pertenecían a edificios del sector oficial, principalmente escuelas. ƑCorrupción? ƑContratismo criminal? Ahora nos preguntamos ƑNos volverá a pasar?

La tragedia que nos espera

El crecimiento actual de la ciudad de México se caracteriza por la ausencia de un plan de ordenamiento territorial y por una completa anarquía en el uso del suelo, además de notoria venalidad y manejo político. Los ejemplos abundan, basta observar el desarrollo catastrófico de Nezahualcoyotl, Chimalhuacán y Chalco. La pregunta flota: Ƒseguiremos igual?

Ahora, 15 años después, mencionaremos brevemente los resultados positivos que como consecuencia del terremoto ha logrado la comunidad geocientífica a la cual pertenezco. Primero, permitió a la Universidad Nacional Autónoma de México, en forma apremiante, incrementar el número de proyectos de investigación sísmica, bajo la responsabilidad de distinguidos investigadores del Instituto de Geofísica, entre los que destacan Cinna Lomnitz, Gerardo Suárez, Shri Krishna Singh, y muchos otros, cuyas investigaciones en el área de sismología se enfoca a la determinación de los mecanismos de falla, propagación de ondas producidas por movimientos sísmicos, estructura cortical y la relación de la sismicidad con los procesos tectónicos globales. Mucho mérito corresponde a J. Francisco Pacheco, quien dirige el Servicio Sismológico Nacional, institución encargada de brindar información sobre la actividad sísmica. Para ello, cuenta con 18 estaciones sismológicas, distribuidas en gran parte del territorio nacional, además de desarrollar una intensa campaña educativa y de difusión sobre el riesgo sísmico. Sin embargo no deja de ser preocupante, dada la extensión del país y magnitud de riesgo sísmico, que el número de estaciones del servicio, a pesar de sus esfuerzos, no sean suficientes, dejando sin datos y sin protección a gran parte del territorio nacional. El motivo lo sabe usted: insuficiencia presupuestal.

El Instituto de Ingeniería contribuyó con aportaciones técnicas en la investigación de la aceleración sísmica de la zona urbana en sedimentos lacustre y la zonificación de riesgo de los inmuebles de todas las delegaciones; en estos campos destacan los trabajos de Rosenblueth, Esteva y de Ordaz. A ellos y a otros muchos investigadores se deben valiosas aportaciones para la elaboración del nuevo Reglamento de la Construcción del Distrito Federal. Otro logro es la creación en el Instituto de Geología de la UNAM del Servicio Geológico Metropolitano, encargado del levantamiento geológico y de riesgos de la cuenca, en el cual colaboran varios instituto de nuestra Alma Mater, además de contar con el apoyo de las autoridades del DF. Pioneros en los estudios sobre la cartografía geológica de la cuenca de México destacan Zoltan de Cserna y Mitre-Salazar, investigadores de dicho instituto. Las condiciones geológicas de la cuenca de México, a pesar de los esfuerzos, es escasa, dispersa y por lo tanto, de difícil acceso, de tal suerte que no se ha podido determinar, con el debido detalle, las características de los sedimentos lacustres y del relleno de la cuenca, y menos los procesos geológicos que han actuado y repercuten en sus habitantes. Esperemos que las asignaciones corresponda a la magnitud de sus acciones.

De importancia fundamental es la instalación del Sistema de Alerta Sísmica de la Fundación Javier Barros Sierra, que avisa con anticipación la llegada de un sismo de consideración que se origine en la costa de Guerrero. Desde hace algunos años, la UNAM, a través del Programa Universitario de Medio Ambiente ha atendido un sinnúmero de actividades asociadas al estudio de los efectos del ser humano en su hábitat y sus relaciones con el medio ambiente. Entre ellos, los estudios sobre los efectos sociales y de salud que causan los sismos.

Las instituciones públicas

Por su parte, el sector público ha creado una serie de instituciones para determinar, coordinar, evaluar y atender los desastres naturales, entre ellos los ocasionados por la actividad sísmica. Destaca el Centro Nacional de Prevención de Desastre (Cenapred) de la Coordinación General de Protección Civil de la Secretaría de Gobernación.

A partir del sismo, las autoridades del DDF han creado varias dependencias, entre las que destaca la Secretaría de Ecología, que, en coordinación con la Secretaría de Obras y Servicios y otras direcciones y subdirecciones, son las encargadas de la prevención, mitigación y reparación de los efectos causados por los desastres naturales y antrópicos. El Gobierno del Distrito Federal cuenta también con el Sistema de Alerta Sísmica, a cargo del Centro de Instrumentación y Registro Sísmico, dependiente de la Fundación Barros Sierra, que opera con 12 estaciones ubicadas en la costa de Guerrero, las cuales proporcionan una señal de aviso a la ciudad de México, cuando ocurre un sismo de magnitud mayor (6Ms) en la brecha de Guerrero. La señal llega al DF 60 segundos antes de que nos alcancen las primeras ondas sísmicas. La pregunta lógica brota de inmediato: ƑPor qué no extender este sistema a las ciudades de Puebla, Toluca y Cuernavaca que también sufren de los mismos eventos sísmicos?

Esperemos que la población asuma conciencia de que el DF está asentado en zona de riesgo sísmico y volcánico, el cual persistirá en el futuro; así, debemos estar preparados para reducir los efectos, también mejor habilitados y capacitados para afrontar el desastre.

El autor es investigador titular del Instituto de Geología y profesor de geología ambiental de la Facultad de Ingeniería de la UNAM

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