Acampados en la autodeterminación
Ana Esther Ceceña
Acabar con 500 años de latifundio:
repartir la tierra para mutiplicar el pan
Brasil, el país
continente. Aquí conviven las sociedades amazónicas involucradas
(como actores centrales) en las recientes celebraciones de los 500 años
de resistencia; los mundos construidos mediante el poder esclavista de
los que emerge un universo que es marca indeleble en la cultura nacional
y en los carnavales espectaculares y orgiásticos de Río de
Janeiro; el espíritu moderado pero rebelde de los gauchos que emprendieron
una revolución contra el imperio en el siglo XVIII, y que hoy constituyen
una de las piezas más importantes del Movimiento de los Trabajadores
Rurales Sin Tierra (MST).
La región gaucha, en el sur,
es una de las más ricas de Brasil. En ella han crecido enormes latifundios
ganaderos que mediante una variedad de mecanismos destruyeron las pequeñas
propiedades convirtiendo a sus dueños en los expulsados del campo,
en habitantes de cinturones de miseria en las zonas urbanas o en reconvertidos
a actividades ajenas a su vocación campesina. En contraste con la
situación del Nordeste, no todos los Sin Tierra son pobres en esta
región. Muchos han logrado ya la dotación de tierras que
les permite echar a andar proyectos productivos cuyo primer objetivo es
combatir el hambre. Sin embargo, muchos más quedan en acampamentos que son una especie de paracaidismo, como etapa previa al asentamento que se hace en tierras ya propias que, en el caso de Rio Grande do Sul,
son entregadas por el gobierno petista que encabeza Olivio Dutra.
La reforma agraria es el eje político
fundamental del mst, uno que atribuye al acaparamiento de tierras el carácter
de elemento explicativo de la desigualdad social, de la pobreza y la estructura
de poder en la sociedad brasileña. Por eso el último congreso
de los Sin Tierra determinó como prioridad destruir el latifundio
para avanzar en la construcción de una nueva sociedad.
Y efectivamente su lucha es por la
tierra, demanda que para los promotores de la modernidad sólo es
signo del atraso y la incultura de quienes no comprenden que el progreso
está en la sociedad de la información, pero que para una
gran cantidad de gente que se ha incorporado a este movimiento tiene un
sentido incuestionable. ¿Qué puede ser más importante
que la tierra, y con ella la capacidad de romper el círculo perverso
de la dominación?
El proceso es largo pero vale la pena.
El primer paso es el acampamento: cualquier espacio al lado de una
carretera o incluso un pedazo de tierra dejada en baldío por un
hacendado. El acampamento puede durar tres años o más,
y consiste en casitas temporales levantadas con un armazón de troncos
forrados con tela plástica negra. Es sumamente precario, "pero estamos
entre hermanos", y mientras se espera la dotación de tierras "se
construye el colectivo".
"Al campamento llegan muchos que han
sufrido una fuerte degradación moral por la pobreza, pero aquí
les abrimos las puertas y la posibilidad de dejar de ser marginales. Porque
nosotros somos excluidos pero en el campamento trabajamos por la inclusión
de todos los que tienen hambre en este país tan rico."
Los alimentos se reciben y distribuyen
en el almacén del campamento. Hay una cocina-comedor colectivo pero
los que quieren pueden cocinar en su propia "casa" para ellos mismos. "Aquí
lo colectivo es voluntario, a nadie se le obliga, pero poco a poco todos
van entendiendo que en colectivo podemos hacer más cosas." Hay también
una clínica-farmacia que trabaja con hierbas medicinales aunque
también usa medicinas de patente, sobre todo porque el conocimiento
de las hierbas es un aprendizaje que en muchos casos se inicia al llegar
al campamento. Para todo se forman equipos de trabajo que se responsabilizan
conjuntamente de cada tarea. Este espíritu colectivo se manifiesta
constantemente.
Como era de esperar en un movimiento
de esta naturaleza, uno de los espacios colectivos de mayor importancia
es la escuela. Ésta es atendida por maestros que "manda el gobierno"
en combinación con maestros del propio movimiento Sin Tierra. Las
mujeres del campamento dicen que en las clases de historia hay que hacer
un trabajo especial porque los maestros a veces sólo transmiten
la historia convencional que le interesa al gobierno (sobre todo federal)
y es necesario contarles a los niños la historia que habla de cómo
los expulsaron de la tierra y de todo lo que han tenido que recorrer y
luchar hasta llegar al campamento y formar parte de un movimiento nacional
como ése.
El campamento es un espacio de formación:
en él comienza la inclusión de los excluidos, la construcción
de la comunidad, la nueva historia. Es a tal punto estratégico dentro
del proceso de concientización y organización del movimiento
que quien no pasa por la experiencia del campamento no puede recibir tierras.
La solidez de los asentamientos, y del propio movimiento, se relaciona
directamente con el trabajo de convivencia y organización colectiva
que se realiza en el campamento.
"Recibir la tierra y pasar a ser asentados
es el propósito, pero aun con todas las incomodidades estamos felices
en el campamento. Aquí ya no estamos solos, somos todos hermanos."
El aprendizaje del campamento es la
base para la constitución de cooperativas de producción al
pasar al asentamiento. Hay cooperativas de diversos tipos porque algunas
están empeñadas en la comercialización alternativa
de los productos generados por todo el mst, aunque todavía en escalas
regionales. Y lo mismo que en los campamentos se tienen distintas generaciones
y modalidades, hay asentamientos con siete años de antigüedad
que ya producen excedentes para el mercado y que han instalado sus propios
supermercados para colocarlos, "pero no con criterios capitalistas o neoliberales".
Los Sin Tierra tienen ya su marca y venden productos orgánicos que
empiezan a ser captados por la gente de los alrededores. Con eso no sólo
pueden obtener ingresos adicionales sino que lo consideran un mecanismo
de relación con los pobladores del lugar para sensibilizarlos en
torno a su lucha.
¿Cómo escapar de la
trampa del mercado? "No queremos que vengan los agrónomos del sistema
a convencernos de las virtudes de la revolución verde." "Ellos traen
un conocimiento que sólo sirve a las transnacionales." "Nosotros
estamos produciendo nuestras propias semillas para no depender de que las
transnacionales nos las vendan y con ello controlen nuevamente nuestro
trabajo. De nada serviría luchar ahora por tierra si nos mantenemos
en las redes de control transnacionales." Y efectivamente, Monsanto ha
querido comprarles las semillas orgánicas que producen bajo la marca
BioNatur; vendérselas equivaldría a colaborar con la sociedad
que los ha negado y los ha convertido en parias. Sus semillas son, primero
que nada, para consumo del propio movimiento, pero también para
el mercado, en un circuito ajeno a las transnacionales; algo como un mercado
paralelo, alternativo.
La tenencia de la tierra de manera cooperativa y la producción de semillas y de productos orgánicos
permiten, igual que el desarrollo de la herbolaria y la revaloración
de la medicina tradicional, ir desarrollando un sistema de vida que escape
al dominio del capital transnacional. La reforma agraria no es la tierra
sino la posibilidad de autodeterminarse, de elegir los mejores modos de
producir, la organización colectiva de la producción, el
tipo de cultivos y hasta el tipo de educación que se quiere para
los hijos. Y aunque los dirigentes se reivindican orgullosamente leninistas
"aunque flexibles en otras cosas", este parece ser un movimiento que en
la práctica cotidiana logra apartarse de las sobredeterminaciones
ideológicas para tejer sencillamente un futuro de esperanza en el
que, revalorando la relación con la tierra y con el poder terrateniente,
pone en cuestión, a su manera, los principios básicos del
sistema.
Como dice una de sus canciones: "Orden
es que nadie pase hambre; progreso, la reforma agraria".
La pandilla Florencia 13 frente a la escuela, South Central LA