Muchos ríos que cruzar todavía
Eugenio Bermejillo
El Congreso Nacional Indígena
(CNI) tiene sus orígenes en la amplia convocatoria del Ejército
Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) para asistir como participantes
directos en la mesa sobre Derechos y Cultura Indígenas de los diálogos
de paz en San Andrés Sacamch'en.
Poner en primerísimo lugar el reconocimiento
de esos derechos es una marca de nacimiento del cni. Parte medular de su
programa ha sido la lucha a favor del cumplimiento de los acuerdos resultantes
y por el pleno ejercicio de los derechos ahí consignados. San Andrés
marca el fracaso del esquema previo de negociación desarrollado
en la catedral de San Cristóbal Las Casas y basado en un ofrecimiento
de servicios sociales y apoyos productivos (que algunos calificaron de
generoso). En el nuevo esquema de diálogo se buscó un acuerdo
fundado en el reconocimiento de derechos. Así, no es casualidad
que la corriente del movimiento indígena agrupada en torno al CNI
haya planteado basar sus relaciones con la sociedad nacional y el Estado,
en el reconocimiento del derecho que corresponde a todo pueblo por el sólo
hecho de serlo: la libre determinación.
El CNI ha encontrado como interlocutores
naturales a otros sectores sociales; sin embargo, hasta ahora no ha entablado
diálogo con el gobierno, ni con ninguna dependencia de éste.
Oportunidades e invitaciones no han faltado, tampoco situaciones en las
que, ante una emergencia, se planteó entrevistarse con un funcionario
federal. (Por ejemplo, una organización solicitó la gestión
del CNI ante el encarcelamiento injusto de dirigentes locales). Sin embargo,
nunca se ha dado el consenso sobre una relación directa con representantes
del Estado.
A diferencia de la mayoría de las
organizaciones indígenas, el CNI no es una instancia gestora. Es
de sobra conocido que la gestión ha sido la base operativa del corporativismo,
presente no sólo en el que fuera el partido de Estado, sino también
en los de oposición. Existe otra gestión no corporativa en
la que se crea un frente común para exigir demandas, que al ser
presentadas en conjunto evitan presiones, malos manejos y compromisos espurios.
El CNI ha escogido no hacer ningún tipo de gestión.
Esta instancia de organización indígena
ha servido como referente nacional para consensar y condensar grandes líneas
de acción. Desde sus primeros días, los representantes de
las organizaciones que lo integran, determinaron que más que una
organización, fuese un espacio de encuentro.
Una frase, que constantemente surge en sus
reuniones, resume el carácter que las organizaciones participantes
le ha querido imprimir a su estructura interna: "Somos red cuando estamos
separados, somos asamblea cuando estamos juntos". Esta fórmula marca
dos empeños: primero, cualquier organización o miembro integrante
puede (y debe) proponer y encabezar iniciativas; segundo, las decisiones
colectivas se toman de manera similar a la usada en los gobiernos indígenas
tradicionales: la asamblea comunitaria, que requiere del consenso para
actuar.
Una organización de este tipo, que
no ha querido construir una dirección centralizada, exige comunicación
eficiente y gran confianza entre sus miembros. Organizados bajo estos principios,
no ha sido fácil actuar con la rapidez que ha requerido el movimiento
indígena en estos años. Si bien estas bases de organización
interna han garantizado que el cni conserve cierto nivel democrático,
han sido frecuentes los vacíos de dirección que impiden la
incorporación más rápida de otras organizaciones y
limitan una presencia constante y oportuna ante la opinión pública.
Ha sido lento el desarrollo de instancias
regionales del propio CNI, tarea que fue asumida como prioritaria en varias
sesiones de su Congreso. Ha faltado agudeza para descubrir en las luchas
indias, nuevas y tradicionales, la concreción enriquecida de lo
que se defendió frente a los representantes gubernamentales en San
Andrés. No se han podido generar estrategias para enfrentar muchos
de los problemas que hoy afectan a las comunidades indígenas y campesinas:
la contrareforma agraria, la defensa y manejo de sus recursos naturales
y el chantaje político sobre la base de los programas sociales del
Estado.
Aun con estas limitaciones, el CNI ha tenido
logros importantes. Contribuyó de manera destacada en la polémica
nacional sobre derechos indígenas en 1997 y 1998. En la historia
de la discusión sobre temas constitucionales, esta polémica
ha sido excepcional por la calidad de algunos de sus argumentos y por la
diversidad de los que participaron en ella.
No fue durante la negociación de
la mesa sobre Derechos y Cultura Indígenas, ni cuando el gobierno
festejó el primer acuerdo con los indígenas zapatistas; fue
cuando se exigió el cumplimiento de lo pactado que se desató
la polémica. Entonces surgieron voces que, desde una base de racismo,
argumentaron en contra de los derechos indios. En ambos lados de la trinchera
participaron indios y no indios. Cada uno de los argumentos en contra de
reformar la Constitución, en el sentido pactado en San Andrés,
fue rebatido y desmontado hasta su esencia legalista, conservadora y etnocentrista.
Incluyendo aquellos que planteaban, desde los pueblos indios, que sin el
previo decreto de instancias regionales ad hoc, cualquier reconocimiento
de la libre determinación, derivaría en una seudoautonomía.
Por supuesto que esta polémica no
desterró la intolerancia, pero cambió para siempre los términos
de los debates públicos sobre los derechos indígenas; hoy
el racismo ya no puede expresarse en los términos tan vulgares con
los que solía manifestarse.
Esta polémica (y lo mismo puede decirse
de los propios Acuerdos de San Andrés) se debe a la existencia de
una dirigencia india capaz de darle un cuerpo conceptual a las demandas
de sus pueblos y comunidades. A diferencia de otros tiempos en los que
la dirigencia de los movimientos indígenas estaba conformada por
maestros, ahora ha destacado, entre su gran diversidad, una generación
de abogados indios que se planteó la carrera de leyes para litigar
asuntos de tierras y sacar a "compas" de la cárcel; para ellos el
brinco a la teoría constitucional fue natural.
Ha pasado mucha agua por el río del movimiento
indio desde que se firmaron los Acuerdos de San Andrés. Hace tiempo
que la terquedad en exigir su cumplimiento va acompañada de intentos
cada vez más audaces por reinventar en los hechos el universo que
designa la frase "libre determinación": por acá una lucha
encaminada a la reconquista plena del territorio indígena, por allá
una policía comunitaria armada a contrapelo de la represión
uniformada, por todas partes ensayos culturales y educativos, incluso municipios
autónomos construidos en plena guerra. Estos y muchos otros ejemplos
trascienden el mero reconocimiento de derechos.
Sin más apoyos que la voluntad de
sus integrantes y, ocasionalmente, colectas entre la sociedad civil, el
CNI ha creado un espacio de diálogo propio de los pueblos indígenas;
ha comprobado que no son necesarios cargos públicos, ni estar en
las nóminas gubernamentales para hacerlo; es más, el caminar
de la amplia franja del movimiento indígena que tiene como referente
al CNI, indica que estos elementos pueden trabajar en contra de la apertura
de espacios de encuentro.
Popeye, de Evergreen
Popeye jugetea con Egor