EN LA HORA CHIC
El país ya cambió,
que no se diga más. Se anuncia la creación de un staff
en materia indígena, puro know how, encabezado por la empresaria
Xóchitl Gálvez Ruiz. Además de tan adecuado nombre,
esta magnate de 36 años (especialista en la instalación de
edificios inteligentes como del Word Trade Center, reconocida entre los
"cien líderes globales" por el tribunal popular del Foro Económico
de Davos, considerada por Bussiness Week una promesa a nivel latinoamericano,
propietaria y directora de High Tech Services punto com) tiene otro punto
curricular a su favor: nació en una comunidad indígena y
habló "otomí" (o sea ñhañú) hasta los
9 años, allá en su originario Valle del Mezquital.
A pesar de tan publicitable origen,
esta self made woman, ejemplo extremo del modelo tele-vocho-changarro,
no parece tener especial conocimiento de la realidad cultural y sociopolítica
de los pueblos indígenas, pero qué más da, si trae
una trayectoria filantrópica de luxe, a través de
su Fundación Porvenir, que reparte "una papilla especial" en diez
entidades del país, y fue premiada en 1999 por el Centro Mexicano
para la Filantropía, con el "Reconocimiento al Compromiso con los
Demás". Sigh.
Cuando los pueblos indígenas
mexicanos llevan más de una década dando la lata con la autonomía
y la claridad de sus demandas, la administración Fox se dispone
a resolver, rapidito, el "problema", a punta de limosnas, consejos edificantes
y cursos de superación personal. Las prendas de doña Xóchitl
no paran aquí. En su team participan antropólogos
panistas (que los hay), y hasta indígenas de verdad. Entre los primeros,
se menciona a Juan Antonio LeClercq, de la panista Fundación Rafael
Preciado Hernández, y profesor de la Ibero; entre los segundos,
al escritor y funcionario náhuatl Natalio Hernández (Reforma,
25 de agosto).
El Consejo Consultivo para el Desarrollo
de los Pueblos Indígenas, que preside la ingeniera Xóchitl
Gálvez, participará así en el executive staff
de Los Pinos, indiscutible heredero de los Adelantados de la corte salinista,
y si nos vamos más atrás, por qué no, de la virreinal.
En esta temporada de febriles reacomodos también se habla de otra comisión consultiva, en la cual el etnólogo José del Val, así como algunos intelectuales y políticos profesionales de origen indígena, estarían armando propuestas y proyectos para cubrir el rubro indígena del nuevo gobierno (que el periodista Carlos Fazio ya caracterizó como "empresarial").
Por increíble que parezca, el Instituto Nacional Indigenista existe todavía. Bajo la reciente dirección de la experta indigenista Melba Pría, el ini ha prolongado su agonía de dos sexenios como repartidor de subsidios y eventual foco contrainsurgente, mientras el por así llamarlo movimiento indígena priísta, reunido en un casi flamante Consejo Indígena Mexicano, acaba de anunciar que se desentiende del naufragio cenecista en busca de aguas más propicias, bajo la guía histórica de Enrique Ku Herrera, exdiputado y excoordinador de la Comisión de Asuntos Indígenas del PRI.
La papa caliente del "problema"
indígena también ha nutrido la industria de los bestsellers.
Para quienes dudaban que hubiera algo nuevo bajo el sol, ahí tienen
el regreso, en su edición "ahora sí" definitiva, además
de electoralmente oportuna, de La rebelión de las cañadas
(cuyo lanzado lanzamiento ocurrió entre el 2 de julio y el 20 de
agosto, en el meollo de la coyuntura chiapaneca). Acostumbrado a los grandes
campanazos, el único autor reconocido del volumen, Carlos Tello
Díaz, aceptó ante el semanario Milenio (14 de agosto,
2000), desde una banca del Jardín de los Coyotes de Coyoacán,
que el libro "le sirvió al gobierno y perjudicó al EZLN"
(el movimiento indígena al cual dedica su indagatoria), aunque con
modestia se reserva confesar que fue a él mismo a quien más
perjudicó dicha obra, pues además de fijar su estatura como
autor e historiador, le ha deparado silbatinas y pastelazos públicos
en México y el extranjero.
En una revelación involuntaria
de su talante de clase, el también descendiente y biógrafo
directo del general Porfirio Díaz describe a los zapatistas como
"una guerrilla muy presentable" para los hijos de las señoras de
Las Lomas, "una guerrilla con la que podíamos (¿ya no?) llegar
a la casa de los papás de nuestra novia". Él sabrá.
En lo que esperamos revelaciones
igualmente enjundiosas de las verdades ocultas en el Guerrero bronco, el
territorio indígena de Wa-Ha-Ka (yeah), la Huasteca y la
Tarahumara, que también se merecen su bestseller, habrá
que ver cómo les va a los desprendimientos corporativos indígenas
del PRI y el PRD en su incipiente aventura foxiana. De momento, lo que
se vislumbra es un indigenismo chic, listo para enfrentar, como
sus antecesores, la prueba del ácido del México indígena
realmente existente (el cual, según indicios, qué creen,
todavía existe, y tiene sus propias maneras de trasponer fronteras
y hacerse oír).
Las demandas indígenas contemporáneas
plantean la necesidad de acciones públicas de gran sensibilidad
y no menor audacia. Todo sugiere que la política y el ambiente cultural
que atacarán el "problema" quedan en manos de especialistas en la
repartición de papillas. Para grandes males, grandes remedios. Faltaba
más.