Lunes en la Ciencia, 11 de septiembre del 2000



El caso de la Universidad Concordia


Violencia entre académicos y ética

Miguel A. Izquierdo Sánchez

Cuando apareció en La Jornada el segundo comunicado del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM sobre las amenazas anónimas que desde 1994 reciben sus académicos, ligué ese hecho con los varios brotes de violencia física y simbólica que se han dado en mi propia universidad entre académicos, originados en disputas por plazas a concurso, por becas o estímulos al desempeño, así como con el Caso Fabrikant, ocurrido en la Universidad Concordia de Canadá en 1992.

Una tesis consolidada de la sociología de las universidades es que en el campo universitario participan una serie de actores, entre ellos los académicos, que se disputan, entre otros capitales, el económico, el social, el político y el educativo. Efectivamente, es común encontrar relaciones de competencia entre los académicos por ocupar una plaza, conseguir una promoción, obtener un estímulo; también compiten por ganar en prestigio o estatus, lo que les acarrea más posibilidades de obtener mejoras económicas; compiten también por mejorar su capital político, dirigir instituciones y programas, con posibilidades de controlar la distribución de recursos y la dictaminación de actividades académicas.

Tras la competencia, el conflicto

En gran parte de esos ambientes de competencia median procesos de evaluación en los que unos académicos han impuesto los criterios, las tablas y los instrumentos de evaluación, que en conjunto suponen formas siempre cuestionables de concebir la actividad académica y de clasificación de los propios académicos, por lo regular no consensadas entre ellos, o desfavorables para algunos de ellos. Acompañan frecuentemente esos ambientes de evaluación, el secreto sobre los archivos, la indefensión de los solicitantes, la simulación en la presentación de los méritos, los favoritismos en la valoración o en el otorgamiento de constancias, y otras formas de fraude, plagio, engaño y dolo. En estos procesos, los diversos actores, tanto autoridades como académicos, tienen oportunidad de ganar o perder los capitales en juego. No es entonces de extrañar que aparezca entre ellos el conflicto, una vez que se evalúa con más frecuencia y fluye la información sobre la arbitrariedad de mecanismos de evaluación empleados, su discrecionalidad y su falta de correspondencia con los objetivos que supuestamente persiguen.

Contratismo, plagio y asesinatos en la academia

La preocupación por la cada vez más encarnizada competencia por los escasos recursos para investigación o por los estímulos, nos debiera llevar a aprender de quienes han vivido desde antes ese ambiente de competencia, a veces feroz, entre académicos. Por eso resumo el reporte de E.J. Mohanan sobre lo sucedido en la Universidad Concordia, en 1992 (The Fabrikant Case.... Minerva 33: 129-148, 1995).

El doctor V. Fabrikant, productivo investigador de la Facultad de Ingeniería en dicha universidad, durante diez años solicitó diversas mejoras laborales, y siempre recibió respuestas negativas o tardías, que dieron lugar a sucesivas quejas, escritas y verbales, cada vez más violentas. El 24 de agosto de 1992, el doctor Fabrikant, alterado por varios reveses a sus peticiones, disparó a cuatro profesores y a una secretaria de la universidad, muriendo los cuatro profesores. Ninguno de los cinco tenía que ver con sus querellas.

Ocurrida la tragedia se formaron tres comisiones para investigar las responsabilidades de autoridades y profesores en los hechos. Dice Mohanan: "Los tres reportes fueron críticos de la universidad, de su cuerpo de profesores y de la administración". Un reporte "criticaba a la universidad por fallas en el tratamiento de los comportamientos agresivos del doctor Fabrikant, y por las debilidades de las políticas y los procedimientos de contratación y de promoción". Había un historial de comportamientos agresivos del doctor Fabrikant que fueron ignorados al momento de contratarlo por primera vez y en sucesivas oportunidades de promoción. Otra comisión "encontró que algunos cargos que había formulado el doctor Fabrikant sobre conductas antiéticas (de sus colegas y de la administración) estaban justificados, y que la universidad había fallado en sus políticas y procedimientos relativos a la investigación". Las preferencias dadas por jefes de investigación a ciertos investigadores, restaban ingresos y oportunidades de trabajo y prestigio a otros colegas de las que gozó algún tiempo el propio doctor Fabrikant. El reporte de la auditoría señalaba "manejo inapropiado por la administración universitaria de los fondos de investigación", actos de fraude y peculado.

Las recomendaciones de la Comisión sobre Integridad Académica y Científica

feggo El reporte de esta comisión que investigó el caso caracterizó a la Facultad de Ingeniería como agresiva y débil en estructuras colegiadas; también que había desarrollado una "economía política" que sobreenfatizaba un "sistema productor de investigación", en el cual las publicaciones funcionaban como moneda de intercambio. Decía la comisión que este problema no era exclusivo de la Universidad de Concordia, sino que era una de las consecuencias de las "patologías inevitables de la cultura de la investigación reinante, con sus sistemas científicos de evaluación, con investigación patrocinada y con un sistema de cooperación universidad-industria-gobierno" que ha sido desarrollado y ampliamente difundido en los últimos 25 años.

Poder, prestigio y recursos económicos estuvieron en disputa detrás del caso que más apropiada y contradictoriamente debiéramos llamar "Discordia", para ser fieles al análisis que de fondo hicieron otros académicos externos, despersonalizándolo y asumiéndolo como un problema colectivo. Este problema es potencial en nuestras universidades, y real en varias de ellas. Con el advenimiento del contratismo en la investigación, los pagos al mérito respaldados por procesos de evaluación tipo caja negra y las relaciones de autoritarismo mantenidas en las universidades, son de esperar nuevos y más delicados conflictos entre académicos. Conflictos evitables si actuamos oportuna y colectivamente para prevenirlos. Para ello tenemos que revisar colectivamente todo proceso de evaluación y dictaminación, todo proceso de distribución de oportunidades de trabajo, recursos, reconocimiento y poder, toda clasificación en la que se otorgan lugares del primero al último a los académicos, pretendiendo hacerlo científicamente.

Desde 1990 en que se impusieron los estímulos al desempeño académico hay conflictos soterrados o abiertos entre académicos en varias universidades públicas que los operan. Desde 1994 y hasta este año reciben los académicos del IIE amenazas anónimas. En 1992 ocurrió la tragedia de Condordia, tras años de tener a las publicaciones como moneda de cambio. ƑSerá que los nexos entre estos tres "casos" consisten en procesos de evaluación injustos, secretos u oscuros que acompañan a la actual "cultura" de la evaluación y de la investigación?

El autor es profesor de posgrado de la Universidad Pedagógica Nacional, campus Morelos, y de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos

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