Ť Hermann Bellinghausen Ť

Este país tiene futuro

Las avispas no son como las abejas. No sólo porque no hacen miel, aunque sí panales, sino porque salen más abusadas. Más, como decimos, avispadas. Al menos eso se me ocurría con la avispa Smith, que siempre estaba donde no le correspondía, como por algo, y nunca decía pendejadas, hasta ayudaban sus observaciones.

La nota roja es una fuente ingrata. La mitad de lo bueno (que suele ser muy malo) sucede en altas horas de la noche. Y como en las guerras, a veces los periodistas llegamos antes que la policía, pero no sirve de nada. Por lo regular la primicia la tienen ellos y uno llega cuando ya actuaron, movieron y tornaron. Sus fotos nunca las ve nadie, si es que las toman, y si es que las conservan.

En fin, a lo que voy es a que en esas circunstancias extremas, en la literal escena del crimen, lo habitual es que haya policías, detectives, ministerios y periodistas, además de los afectados. El servicio de limpieza llega luego.

Y justo en esas, uno topaba a la avispa Smith, que no era tira, ni reportero, ni afectado. Uno no iba a encontrarlo en las cantinas, los cafés, los cines o los supermercados. No, sólo donde estaba cocido un caldo.

Andrade era mi Weegee del petatiux, con su cámara metiche y descarada, tomando los cuerpos, las armas y las trazas, destrozos, niños y mujeres que pudiera haber llorando. Y los mirones, que nunca son de palo, atrás del cordón amarillo, a ver si van circulando, dejen trabajar.

Smith como espectro, su gabardina, su larga nariz nunca supe si de cuervo o de sabueso, aparecía, jalado por el bullicio del accidente o el delito, como aquel hombre de las muchedumbres de Poe que no dormía, y seguía casi sonámbulo, pero muy atento, las multitudes del día, y sobre todo de la noche. Sólo que en Smith esa excentricidad resultaba perversa. Uno lo encontraba en un baile o un partido si se estaba efectuando un operativo de cateo y la coca y los pistolones ya estaban apañados.

Llegábamos nosotros en bola, Andrade disparando su Minolta nada del otro mundo, ya desde antes de bajar del taxi, y los reporteros pregunte y pregunte, apunte y apunte. Seguido nos gana la televisión, pero es que ellos cuentan con servicio de helicóptero. Aunque Andrade se ha vuelto trucha en intervenir la banda civil con aparatos domésticos, siempre nos colgamos. Y Smith, a ver, díganme cómo le hace si es un particular, ronda por ahí disimulado, silencioso, en el borlote.

Una noche la alarma, que resultó falsa, o casi, hará unos diez años, nos congregó en el Parque de los Venados, por el lado de Vértiz. Las torretas de las patrullas relampagueaban rojas y azules los árboles, las estatuas y los puestos de la feria tapados, oscuros, cerrados. Un gañán que nadie conocía había intentado violar a una chava que cruzó el pasaje en horas inoportunas. La muchacha resultó de una pieza, le dobló la muñeca al individuo y quién sabe cómo le dio en la nuca que lo desmayó. La policía lo tenía, despierto y esposado, y la chava rendía su declaración. Un vecino se había dado cuenta desde la ventana, llamó a la delegación y ellos a nosotros.

Los ferieros, despiertos por el relajo, asomaban de sus tiendas. El de Ola y el Martillo divulgaba su versión. El de los Caballitos le decía que se callara. Smith parece que sale de las macetas, los postes de luz o el departamento de al lado, la casualidad en persona. Pues háyanlo ahí.

--Este país tiene futuro --dijo, señalando con la barbilla a la chamaca, que lo que lucía era fastidiada del asunto.

--ƑTe parece? --respondí al inusual optimismo, así fuera ironía, de la avispa.

--Los gañanes andan sueltos pero ve, la gente no se está dejando.

--Esa chava no es "la gente", Smith.

--ƑAh no? ƑEntonces quién?

En ese momento el comandante decía en tono desagradable, afectando amabilidad:

--También usted se lo busca, señorita.

--ƑPerdón? --dijo ella, clavando al agente una mirada berbiquí. Reparé entonces en su rostro, redondo, moreno, armónico, en las comisuras un no sé qué de triste.

--A estas horas, a quién se le ocurre, y con esa falda que, y la corona de cartulina que trae encima. ƑQué se cree? ƑPastel de cumpleaños?

La chava lo encaró haciendo una mueca de no me venga con esas.

--ƑQuiere usted decir que yo tengo la culpa, y ese tipo, pobre? Carajo --y volteó al del Ministerio Público, que se aguantaba la risa--: sabe qué, ai muere, si ustedes son los que me van a cuidar, me cuido mejor yo sola.

Dio la vuelta y se perdió en la noche. La avispa Smith, en un siseo, repitió:

--Sss, ves, me cae. Este país tiene futuro.