La Jornada Semanal, 10 de septiembre del 2000   
Bulmaro Reyes Coria
Un poeta que traduce
 

Bulmaro Reyes Coria nos habla de las dos razones que Rubén Bonifaz ha tenido para traducir a los clásicos: “Compartir el placer que generan los textos y ser útil a los estudiantes, pero no sólo poniendo a disposición en español las obras latinas o griegas, sino explicando los valores humanos, sociales y morales que aquéllas encierran.” Rubén ha puesto su enorme talento poético al servicio de las palabras y ritmos de los clásicos y ha encontrado en ellos la tensión espiritual y la gracia patentes en su propia poesía. Hay en todo esto una aventura académica, un servicio a la juventud universitaria y la manifestación de un amor constante por las obras hechas en “la primavera del espíritu”.

A veces he intentado por mi propia cuenta, mas en vano esfuerzo, traducir con cierta corrección, si no con calidad, algunos versos griegos o latinos de Homero, Horacio, Propercio u Ovidio; incluso podría repetir de memoria, y ponerlos en cierto español, algunos de Catulo, como aquéllos donde éste declara su amor y hombría a Ipsitila pidiéndole nueve continuas copulaciones (nouem continuas fututiones). Sin embargo, mis máximos esfuerzos en esta lucha han terminado en medianas explicaciones escolares de ciertos rasgos distintivos de la poesía latina comparada con la española.

    En el mismo sentido de las dificultades de la versión rítmica, cualquiera puede ver que, entre otros, poetas como Persio, Plauto o Juvenal han llegado a nuestra lengua no en verso, sino en prosa, acaso porque de veras no es tarea fácil forjar versos españoles a partir de versos griegos o latinos.

    Entonces, quien ha logrado vencer estas dificultades en cualquier medida, sin duda se ha hecho merecedor de encomio, no sólo por haberse entregado al estudio de la gramática y la poética de aquellas lenguas de la así llamada antigüedad clásica, sino también por ejercer dominio pleno sobre las normas de la propia. Estas dos cosas, que no son sino el reflejo de la devoción a los clásicos y de la soberanía lingüística, constituyen privilegio de unos pocos, pero no como don divino, sino como consecución personal a través de trabajos persistentes.

    Este es el caso de Rubén Bonifaz Nuño, quien tiene empeñadas su vida y su gramática y su poética en el ejercicio y en la enseñanza de estas artes. Y el lector lo sabe, ya que por el solo nombre de Bonifaz le llegan en seguida a la mente los máximos poemas de la humanidad: Eneida de Virgilio, Ilíada de Homero, Metamorfosis de Ovidio, Cármenes de Catulo y aun la prosa de César. ¿Para qué hacer más extensa la enumeración, la cual, más breve o más larga, habría de quedar aquí sin otra explicación? En todo caso, los mexicanos bien sabemos que podemos gozar o estudiar estos y otros monumentos literarios sólo gracias a la cultura humanística y filológica de Rubén Bonifaz Nuño.

    ¿Qué ha producido, cuánto, cuándo, dónde? Puede verse en muchas fuentes de información, como el Diccionario de escritores mexicanos, publicado por el Instituto de Investigaciones Filológicas, para hablar de mi casa. Pero por qué y cómo traduce a los autores clásicos griegos y latinos, solamente él podría decirlo.

    Si le preguntáramos acerca de la finalidad de sus traducciones, acaso en su respuesta hallaríamos dos propósitos: ser útil a los estudiantes mexicanos y compartir con los lectores el placer que él encuentra en el acto de verter aquellas lenguas a la nuestra. Por ejemplo, en la versión de la Guerra gálica de Julio César, a la letra dice: “diversas y válidas lecciones de sapiencia, de energía, de humanidad, de hombría, pueden ellos [los estudiantes mexicanos] obtener del estudio de esta obra”, y en la versión de la Ilíada confiesa: “Durante muchos años el acercamiento a la Ilíada me ha sido fuente de conocimientos y de placer. Consideraría que mi trabajo de verterla a nuestra lengua no ha sido vano, si algo de ese placer se trasmitiera a mis posibles lectores.” He aquí dos razones para traducir insuperables por nadie: compartir el placer que generan los textos y ser útil a los estudiantes, pero no sólo poniendo a su disposición en español las obras latinas o griegas, sino explicando los valores humanos, sociales y morales que aquéllas encierran.

    En cuanto al cómo, Rubén Bonifaz Nuño nunca ha tenido empacho en divulgarlo ni en forma verbal ni en forma escrita. En alguna ocasión, escuchándome hablar acerca de mi incapacidad de traducir versos, intentó alentarme con una sentencia semejante a ésta: “La versión rítmica es muy fácil, en especial si consideramos que por lo general cada verso contiene sentido propio.” Y de veras, a la luz de las versiones de aquél, uno diría que en realidad este oficio es fácil, sobre todo teniendo en cuenta las instrucciones escritas que en cada volumen el maestro comparte con sus lectores. La Eneida, por ejemplo, la tradujo ateniéndose a la “literalidad más cabal”, es decir, según su explicación, “a las palabras mismas, al ritmo, a los encabalgamientos, a los giros y al sentido de la construcción”, apegándose al modelo, que es “la garantía suma para la calidad literaria de la versión”. Aunque respecto a la versión del Hipólito de Eurípides confiesa en su prólogo: “A fin de darle cierta agilidad, de acuerdo con el hecho de que se trata de una obra teatral, para ser representada, se sacrificó en varias ocasiones la estricta literalidad a la fluidez de los versos.” No obstante, los estudiantes de griego encontrarán precisamente aquí, en la versión del Hipólito de Eurípides, una lección de griego tan sencilla, que podrán no sólo fortificar su gramática sino aun disfrutar de Eurípides, pero a través de la poesía de Rubén Bonifaz Nuño.

    Para terminar, quiero compartir un trozo pequeñísimo del Hipólito de Eurípides, traducido por mi maestro. Los menos informados acerca del oficio y obra de traducción de éste podrían darse así una clara idea de lo que este humanista y filólogo es capaz de crear mediante las palabras, provengan de donde provengan. Los que lo han seguido más de cerca y conocen su trayectoria, compartirán conmigo el constante asombro que engendra cada una de sus nuevas producciones. La cita corresponde a los versos 525-534 de la estrofa I que se entona después de que la nodriza resuelve ayudar a su señora Fedra en su lucha porque Hipólito le satisficiera la pasión. Este es el texto de Eurípides:

     Y esta es la traducción de Rubén Bonifaz Nuño:
      Doble es el mérito de este pasaje: todo lector puede, por un lado, reconocer el genio de Eurípides y, por otro, apreciar la perfección gramatical y rítmica de Rubén Bonifaz Nuño.