La Jornada Semanal, 20 de agosto del 2000 
Agustín Courtoisie
el estado de las cosas
 
Cómo hacer más útil a la izquierda
 

Agustín Courtoisie comenta en este ensayo el libro de Richard Rorty titulado Forjar nuestro país. El pensamiento de izquierda en los Estados Unidos del siglo XX (Paidós, 2000) y hace referencia especial a "la izquierda de boca". Así la describe: "es una izquierda declamativa, perfumada de referencias culturales y casi elegante en su desdén del mundo actual". Pero llamar a esa izquierda "testimonial", concluye, "es casi halagarla y oscurecer el hecho de su perfecta funcionalidad con los planes de la derecha". Conviene leer este ensayo ahora que los asesores del presidente electo se hacen bolas con la geometría y ponen a la derecha a la izquierda de la derecha, se tropiezan con el centro y, de repente, descubren que lo que tienen ?y mucho? son extremistas (o, digamos, ultras como "el Mosh" y el Sr. Lic. don Héctor Fernández Rousselon).

Forjar nuestro país es un libro que, pese a su brevedad, vale por cuatro. En primer lugar, Richard Rorty propina duros palos contra el egoísmo que esconden todas las políticas de la derecha, sea la norteamericana o la de cualquier parte del mundo, con su séquito de desigualdades intolerables. El segundo "libro" se integra con las páginas que expresan un vigoroso alerta contra los peligros populistas en ese escenario de pobreza y, al mismo tiempo, de desilusión de la democracia. Puede incluirse aquí un llamado de atención contra los peligros reales de la globalización, especialmente la económica.

El tercer "libro" está formado por pasajes destinados a reivindicar una izquierda participativa, gradualista y pragmática, contra la izquierda meramente contemplativa, testimonial y protestona. Por último, un oportuno glosario, confeccionado por el traductor Ramón José del Castillo, ofrece al lector la imperdible oportunidad de echar un rápido vistazo a lo sustancial de la política y la historia de los Estados Unidos, desde las fichas sobre Angela Davis y Malcolm X, hasta la huelga de la Pullman y el Tratado de Guadalupe Hidalgo, que entregó en 1848 la mitad de México a Estados Unidos.

Esos "libros" ?excepto el glosario? no resultan conjeturables a partir del índice, porque se trata de algo similar a motivos melódicos que reaparecen y desaparecen. Es menester leerlo para darse cuenta. Pero eso no supone esfuerzo porque el estilo de Rorty es simpático y más que llevadero.

Contra la derecha

Su crítica a la derecha en el ámbito de los Estados Unidos (que incluye naturalmente a la derecha republicana y a cierto patriotismo racista y xenófobo de propensiones violentistas), se prolonga sorpresivamente en su crítica al Partido Demócrata bajo Carter y Clinton. Por ejemplo, Rorty afirma que "elegir entre los dos partidos mayoritarios acaba siendo como elegir entre unas mentiras cínicas o un silencio atroz" o moverse "hacia ese vacío estéril que llaman ‘centro’".

También sostiene que "pelotones de empresarios jóvenes y vigorosos llenan la primera clase de aviones transoceánicos, mientras que en clase turista los asientos se sobrecargan con profesores rellenitos como yo mismo que van y vienen disparados de acá para allá, dando conferencias interdisciplinarias por lugares estupendos". Pero agrega en seguida un balde de agua fría: "Este cosmopolitismo cultural está limitado al veinticinco por ciento más rico de los Estados Unidos. El nuevo cosmopolitismo económico presagia un futuro en que el otro setenta y cinco por ciento de los estadunidenses verán cómo su estándar de vida mengua constantemente."

Rorty concluye luego de modo tajante: "Muy probablemente acabaremos teniendo unos Estados Unidos divididos en castas sociales hereditarias."

La izquierda de boca

Entretanto, existe una izquierda declamativa, perfumada de referencias culturales y casi elegante en su desdén del mundo actual. Pero llamar a esa izquierda "testimonial" es halagarla y oscurecer el hecho de su perfecta funcionalidad con los planes de la derecha. Para Rorty, si el sistema capitalista es concebido como un monstruo ubicuo y "el poder" como una fuerza coercitiva, es decir, como algo fantasmal e "inefable" según sus palabras, entonces se hace inútil todo esfuerzo. Esa es la izquierda que secretamente prefieren los ricos y todo su séquito de amanuenses y ejecutores. Una izquierda que lee a Foucault y añora a Lenin, pero que no se ensucia las manos para redactar ningún proyecto de ley viable, ni tampoco ninguna mejora, porque si esa mejora es un cambio "gradual" no sirve para nada, como si los cambios profundos pudieran o debieran ser siempre abruptos.

"Desengancharse de la práctica produce alucinaciones teóricas", sostiene Rorty. La concepción foucaultiana del poder ?y una pléyade de autores semejantes, más la multitud académica de sus comentaristas obsecuentes?, paraliza la acción de la izquierda y adormece las conciencias, ayer generosas y predispuestas a la participación. El diagnóstico de Rorty frente a ese panorama no deja de ser siniestro: el fascismo está en la puerta pero la izquierda duerme la siesta. La izquierda hoy se ejerce solamente con la boca, y preferiblemente en ambientes culturales.

Conviene recordar que Rorty se siente plenamente adscrito a la izquierda norteamericana, dentro de la cual el término liberal no implica una contradicción, sino todo lo contrario. Se trata de una línea afiliada a John Dewey, Whitman y Lincoln, que refleja, según el autor, lo mejor de los deseos de cambio ?radicales o graduales, según lo dicte la oportunidad? que persigan al mismo tiempo la igualdad y la libertad. Pero en la actual atmósfera ominosa de desilusión y desigualdades crecientes, Rorty manifiesta fundados temores de que tome el poder un "hombre de hierro" con promesas populistas.

Una izquierda operativa

La izquierda que hoy predomina es la "izquierda cultural", para la cual "liberalismo" y "humanismo" son sinónimos de ingenuidad. Para ella el mundo es un escenario gótico y horroroso lleno de espectros fantasmales como la imposibilidad, la indecibilidad y la irrepresentatibilidad de Derrida. Es casi imposible descender de las alturas abstractas de esa izquierda hasta un nivel donde sea posible discutir las ventajas de una ley, un tratado, un candidato o una decisión política.

Como alternativa, Rorty levanta la bandera de una izquierda pragmática, operativa, que desaliente los debates generales sobre "individualismo versus comunitarismo" y tome en sus manos los problemas concretos. Reivindica también la recuperación de la "alegría soleada" de las esperanzas democráticas de Whitman. Aunque sus ideas de izquierda asumen expresamente los valores y las ventajas de la democracia liberal, según Rorty es preciso establecer cierto énfasis y poner "la justicia social, en vez de la libertad individual, como la meta fundamental de nuestro país".

Esa nueva izquierda norteamericana, nieta de la anterior a la década de los sesenta, debe abrigar la esperanza de que la acumulación de progresivas reformas parciales acabe produciendo un cambio revolucionario. Esa nueva izquierda no debe negar las virtudes de la izquierda radical de los sesenta ?hoy degradada a la izquierda cultural?, porque aquella militancia enérgica contribuyó a terminar con la guerra de Vietnam. Pero en la actualidad, lo que se juega está entre la contemplación resentida y depresiva, y la acción esperanzada en el reino de lo posible. Y la izquierda cultural no tiene mucho que ofrecer aparte de quejosas generalidades.

Mientras no se muestren con claridad otras alternativas concretas, la izquierda pragmática "deberá volver a ocuparse de reformas paso a paso dentro del contexto de una economía de mercado" y deberá atender a los ciudadanos más necesitados. En cuanto a los países del Tercer Mundo, Rorty es contundente: "Hay que eliminar las desigualdades entre naciones, y en particular, el hemisferio norte debe compartir su riqueza con el hemisferio sur."

Democracia en construcción

Como muchos otros buenos libros, Forjar nuestro país es de los que invitan a vivir, no a leer otros libros. Por otra parte, no se entenderá nada de la política interna norteamericana, o del sutil juego de contrapesos de su seductora cultura, si se prescinde de esta obra. Pero sus desarrollos son aplicables mucho más allá de lo que indica el subtítulo de la traducción española: El pensamiento de izquierdas en los Estados Unidos del siglo xx.

En ese sentido, y a pesar de que en apariencia no tenga mucho que ver con el resto de los capítulos, es imperdible la "yapa" [el pilón] sobre "la fuerza inspiradora de las grandes obras literarias". Todo ese ensayo rebosa de apuntes sabrosos, y su tesis es que "esas obras hacen que la gente crea que en esta vida hay más de lo que nunca hayamos imaginado". Ocurre que, de alguna manera, Rorty demuestra que los sueños de un Martin Luther King componen el horizonte colectivo e individual de Estados Unidos tanto como Wall Street, y su amable paradoja, acaso razonablemente generalizable, consiste en creer que no es realista prescindir de los sueños.

Este libro invita a militar y perseguir ideales sin perder la alegría de la intimidad. Convoca a sumergirse en el agua y pelear, en vez de anestesiarse con teorías vagas sobre la globalización o el poder inefable del sistema. Su idea central es que la democracia todavía está en construcción, y que los Estados Unidos pueden convertirse en algo mucho mejor ?pese a las amenazas del mundo contemporáneo. No es casualidad que Rorty resulte casi porfiado al dirigirse a la izquierda para que haga algo por ello ?en el grado que sea?, deje de ser una "izquierda cultural" y se vuelva más pragmática y recupere la alegría. Todo esto queda expresado por un detalle muy significativo. Al comienzo del libro Rorty investiga el paralelo entre Whitman y Dewey. El resultado es memorable por su rigor académico, pero mucho más por insinuar que a Whitman seguramente le habría gustado el rock.
 
 

Por convenio con El País Cultural,
Montevideo, Uruguay