La Jornada Semanal, 6 de agosto de 1999



Pablo Mandoki

Teatro

Fin de semana en Iztapalapa

Más allá de los dimes y diretes poselectorales, lo cierto es que los habitantes de la Ciudad de México refrendaron su voluntad de mantener como suya la ciudad recientemente reconquistada de manos de un pri que la tuvo secuestrada, vejada y explotada -como al país entero- desde tiempos inmemoriales. Además de una evidente vocación de servicio a la que no estábamos acostumbrados, el presente gobierno ha establecido como uno de sus programas primordiales la recuperación de las calles para la convivencia, para el intercambio de ideas, para la expresión artística. Además, por primera vez, manifestaciones culturales y artísticas nacionales e internacionales de primer nivel han sido puestas al alcance del ciudadano común y corriente, no como una concesión demagógica y paternalista, sino como una herramienta fundamental para la expansión de la sensibilidad y la conciencia de este enorme conglomerado humano denominado Distrito Federal, y sin las cuales es impensable alcanzar una verdadera transformación social.

En este contexto, el sábado 24 de junio se inauguró el faro de Oriente o Fábrica de Artes y Oficios, un proyecto ambicioso y altamente provocador. En la delegación Iztapalapa, una de las más pobladas y al mismo tiempo más abandonadas culturalmente por el antiguo régimen, el Instituto de Cultura recuperó una incipiente construcción que en principio se pensó como sede de la delegación política de esa demarcación. El arquitecto Alberto Kalach retomó su antiguo proyecto para darle forma a ese enorme galerón de dos pisos en el que, sin ninguna separación de por medio, conviven los innumerables talleres que ahí se imparten. Cuenta además con un foro cerrado, dos foros abiertos y una biblioteca instalada en el interior de una muy bella torre de concreto. Ahí estaban Gabriel Macotela y Pedro Altamirano listos para impartir sus talleres, como lo harán también Eniac Martínez, Emiliano Pérez Cruz y Katia Tirado, entre otros, contagiados por el entusiasmo que despierta dicho proyecto. Otro singular programa que anima este centro es el que se refiere a las residencias artísticas que se ofrecen a todos aquellos creadores interesados en desarrollar un proyecto por medio del cual se involucre a algún sector de la comunidad de Iztapalapa en su desarrollo y elaboración. La primera residente invitada ha sido Jesusa Rodríguez quien, para la inauguración, estrenó su montaje denominado El fuego, basado en el texto homónimo de José Ramón Enríquez y el Prometeo sifilítico de Renato Leduc. Una demora considerable en espera de que los últimos rayos de luz desaparecieran para dar inicio a la función propició que Jesusa utilizara su probada capacidad de improvisación para salir del paso con una muy divertida personificación de Dolores Olmedo. Sin embargo, el montaje propiamente dicho, no resultó tan afortunado; no se logró una verdadera integración entre los jóvenes principiantes y las actrices de la talla de la misma Jesusa, Regina Orozco e Isela Vega quien, por momentos, parecía fungir como capataz para lograr que dichos jóvenes cumplieran con el trazo escénico establecido. Los efectos especiales no contaron con el apoyo actoral necesario para trascender su condición de efectos y la magnífica música de Marcela Rodríguez, interpretada en vivo por su ensamble, daba la impresión de ser un lujo no justificado dada la gran desarticulación en el desempeño escénico. De cualquier manera, sea bienvenido este primer eslabón de lo que puede llegar a ser una larga y refulgente cadena de experiencias enriquecedoras tanto para los artistas residentes como para los vecinos participantes en dichos eventos.

Al día siguiente, domingo 25, en el auditorio Quetzalcóatl, también de Iztapalapa, hizo su aparición la Controversia de Valladolid, montaje estrenado duranteÊel pasado Festival del Centro Histórico de la Ciudad de México a cargo de la videoasta y novel directora teatral Rosa María Fernández. El autor del texto es Jean-Claude Carriere -uno de los guionistas y dramaturgos más connotados de este fin de siglo. Colaborador de algunos de los más prestigiados realizadores como Buñuel, Schlondorff, Godard, Wajda, Oshima, etcétera, ha participado también como dramaturgo con directores de la talla de Jean-Louis Barrault y Peter Brook. Su Controversia de Valladolid está basada en la célebre controversia secreta realizada en el año de 1550 en el claustro de Valladolid, España, entre fray Bartolomé de las Casas, defensor de los indios, y el reconocido filósofo Ginés de Sepúlveda, defensor de los privilegios de la Iglesia y la Corona Española, para determinar si los indígenas del Nuevo Mundo eran seres humanos íntegros y verdaderos o si pertenecían a una categoría distinta. Como si el tiempo se hubiera detenido, en pleno fin de milenio nos llegan los ecos de tal controversia, que se suponía superada hacía siglos, con una vigencia sorprendente y aterradora. El proceso de montaje incluyó una lectura dramatizada, a inicios de este año, en la Diócesis de San Cristóbal de las Casas con la asistencia del obispo Samuel Ruiz y culminará, en agosto próximo, con una temporada que servirá como reinauguración del Teatro de las Vizcaínas -actualmente en remodelación y a cargo del Instituto de Cultura. Esté pendiente...