La Jornada Semanal, 16 de julio del 2000



(h)ojeadas

del aire y del agua

silvia eugenia castillero

Julio Eutiquio Sarabia, William Ospina,
En el país de la lluvia, El país del viento,
FCE, Universidad Autónoma de Puebla. Trilce Ediciones,
México, 1999.

En días pasados llegaron a mis manos, de manera fortuita, dos libros de poemas. Los traje conmigo sin poder leerlos. Cuando el ritmo cotidiano y el estado de espíritu que se necesita para entregarse a la lectura de poesía lo permitieron, me asombró la colindancia de sus títulos: En el país de la lluvia de Julio Eutiquio Sarabia y El país del viento de William Ospina.

De inmediato me surgió una pregunta: Ƒserá capaz la escritura ųla forma mismaų de hacerme percibir el elemento agua y el elemento aire? Así me embarqué en ambos a la vez, como si en un momento me despeinara el viento y enseguida me mojara la lluvia. Que me moje o me despeine un poema significa para mí que éste sea dinámico: nacido desde el origen y contenido por un lenguaje vivo. Que sea un vivir.

Descubrí un lenguaje en fuga, la ausencia como punto de partida hacia la búsqueda. Ambos libros son un regreso: En el país de la lluvia viaja a la infancia; El país del viento llega al nacimiento de la humanidad. Los trayectos son fluidos que invaden la realidad con ecos y sueños, con posibilidades infinitas de la propia transfiguración. Porque en los dos libros hay un despertar de la conciencia y un despliegue de impresiones singulares.

Se trata de los territorios del ser, del ser entero, como dice Bachelard, donde "la imaginación, ávida de realidades y de atmósfera, aumenta cada impresión con una imagen nueva" (El aire y los sueños). En el lenguaje de ambos autores existe correspondencia material entre las cosas y el ser íntimo. La seducción de las formas opera al penetrar con ellas la materia. Ahora bien, en ese materializar lo imaginario, Ƒdónde se deslindan el país de la lluvia y el del viento?

En El país del viento domina la verticalidad, en él conviven las voces de todos los tiempos, voces fundadoras de América, tan originarias que parecen provenir del Caos o del Diluvio. Encontramos desde el Mongol vagando por la blancura infinita ųdesesperanteų, el hombre animal que hurga en un mundo sin pasado ni historia y, presa de los accidentes del destino, da el salto hacia otro continente, hasta el hombre que pisa por vez primera la luna, otra nueva blancura incierta.

La incertidumbre de las tierras desconocidas y fundadas es resuelta a través de una puesta en escena de la profundidad. La nieve, el agua, los árboles, la virginidad del mundo natural vistos a través de un descubrir de mirada humana:

Qué son las canoas sino los árboles cansados de estar quietos.

Qué son los postes de colores sino los árboles hundiendo

sus raíces en el cielo.

Qué son los puentes colgantes sino los árboles jugando

con el vértigo.

Qué son las alegres fogatas sino los árboles contando

su último secreto.

También encontramos una perspectiva de altura. En los textos hay un camino recorriéndose, una ascensión, un movimiento hacia la cúspide del hallazgo. Entonces sobreviene la caída, pues, al encontrar, estos primeros habitantes tienen que nombrar, ya que huérfanos, desposeídos de lenguaje, transitan sin el sentido común de los nombres:

Después de tan cerrada eternidad,

entro por fin al bosque donde florecen los misterios.

Me atraen por igual los discordes secretos

de la voluptuosidad y de la enfermedad.

Esta es la tierra prometida,

y el orden que la rige está mejor guardado que la perla

más honda.

Después viene la expansión, la conquista, el volver a caer para fundar. En el libro es latente el entusiasmo ante lo inédito, lo insólito por nuevo, en simultaneidad con la angustia frente a lo desconocido. El verbo se encarna; del caos o de la eternidad brotan una a una las palabras, cada cual con un peso particular, hasta cristalizar en imágenes. El lector percibe la tierra, el agua, la textura de los montes, la complejidad del firmamento, pero al finalizar el poema se desmaterializa para dejarnos un estado de espíritu, una sensación o un recuerdo.

Según Gaston Bachelard, "el torbellino cosmogónico, la tempestad creadora, el viento de cólera y de creación, no son captados en su acción geométrica sino como donadores de poder". De ese poder proviene El país del viento; el viento gira y troca lo uno en lo otro, la informe nieve infinita deviene punta de flecha, corazón de pájaro, el rostro de las cosas. El girar del viento muestra el espectro de los objetos que toca y las diversas caras de cada elemento.

En el país de la lluvia nos cautiva la naturaleza infinita del agua. Desde "Umbral" sabemos que se trata de un agua inaugural, la del bautismo. Allí comienza la marcha, la búsqueda, el desasosiego como inicio del viaje. Al contrario de El país del viento, en este poemario el recorrido funda territorios ya vividos: la infancia, el regreso al útero, y con esto transmite un sentimiento humano primitivo, una realidad orgánica: nacer.

El agua del bautismo del primer poema nos lleva a la intimidad de Nagore, lugar donde el sueño de ser transforma al propio ser ųen el despliegue del vivirų pero no se consuma. Transita, aunque entregado al vértigo, pues tiene que morir para crecer:

Alguna noche

la turbulencia momentánea de El Salado

desciende más oscura

hasta tornarse ahogo...

El agua de iniciación, tranquila y transparente, se corrompe en aguas revueltas y complejas, la realidad se impone al impulso inaugural. Porque el correr del agua, como el correr de la vida, es un escaldarse en la medida en que se avanza, abrasarse y perder lo cristalino para ser "rescoldo de agua", y ensuciarse en "charcos de moscas macilentas". Para Sarabia ese es el único acceso a la revelación del lenguaje total ųprístinoų que nos llega a manera de "obsequio de improvisadas señales/ o manantial de plata de los ángeles".

Sin embargo, el agua que corre lleva la vida a otros sitios, y si bien Nagore es abandonado, el ser continúa su camino en imágenes más enérgicas; de los charcos y los esteros se llega al mar, a su cólera, a su penumbra, a su inmensidad:

El mar quedaba lejos de mi vista

pero mirando esas aguas inclementes

creía reconocer el olor de los esteros

y el furtivo descenso de piratas.

Pronto el agua dinamizada se vuelve abundante y creadora, es un germen en tanto que otorga ímpetu inagotable a la vida.

Pero el ser es ambivalente y el agua que lo transparenta tiene una doble participación, está presente y ausente, es nítida y a la vez turbia, es un agua donde conviven los deshechos y los peces, como el pasado y el futuro. Por eso la limpidez del agua bautismal se enfurece, abandona Nagore y, aunque Nagore existe, el ser que lo lleva dentro se ha metamorfoseado y ha dividido las aguas para injertarlas con otros elementos. Agua revuelta, llena de tierra: "Agua y tierra: extremos del cautivo/ al ir en busca del abrazo." La justa mezcla de la tierra y del agua, agregaría Bachelard, para comprender bien lo que significa una materia capaz de una forma, una sustancia capaz de una vida (El agua y los sueños).

Es así como el autor logra crear una sintaxis de la vida y la muerte a través del agua, con ese tejido impresionista de la lluvia, que contiene los ríos y el mar, horizonte y profundidad, superficie y abismo *



E N S A Y O

Manuel Capetillo,
Límites de la muerte de Virgilio. Hermann Broch: más allá del lenguaje,
Aldus,
México,1999.


ECOS DE UNA VOZ SILENCIOSA

cristo jesús hernández

"Ha de morir el yo aparente para que el yo verdadero dé comienzo." Al igual que Broch, Manuel Capetillo ha quedado seducido por la muerte de Virgilio, por el delirio agonizante del poeta que intenta reconciliarse con la muerte, con la vida y con la creación misma, la creación artística.

Este ensayo pretende, a su vez, causar la misma fascinación en el lector. No una fascinación oscura por la muerte como aniquilamiento, sino por la muerte del ser individual, limitado, que se abandona al Ser primigenio que existe antes y después de la eternidad, antes y después de cualquier límite. Propone la muerte del ser aparente que somos: el ser ínfimo que tiene sus deseos menores, su número de identificación, su salario, sus bienes; este ser aparente es la realidad inmediata que nos constituye, una realidad limitada que es sólo una parte de lo que somos.

Asimismo, Capetillo señala ese carácter aparente del lenguaje, las palabras o la Palabra como instrumento para gritar el vacío de la modernidad, como hacen Joyce, Kafka y Beckett: las palabras son sólo un hilvanar hueco que intenta nombrar lo innombrable, que pretende darle forma a lo ininteligible. La tarea de la palabra, nos dice el autor, es traicionar: el poema traiciona en su intento por descifrar lo indescifrable, el silencio primigenio, el callado silencio de nuestro origen.

La finalidad del lenguaje está más allá de las palabras, y el lugar al que llegan finalmente es un espacio inabarcable e infinito que a las palabras les está vedado nombrar. La palabra es traición en cuanto monumento de lo aparente: el poema que quiere enamorar, agradar, enaltecer al poeta, es un poema traidor que edifica glorias a la realidad inmediata. Por eso Virgilio ve la necesidad de prender fuego a la Eneida: es tributo a Roma, a la decadencia, al César; es una traición a sí mismo, y Sí mismo es la creación y la recreación constante de la vida.

La intención de Capetillo es desdoblar el texto hacia fuera: de la muerte de Virgilio al corazón de Broch, y de Broch a la fascinación de Capetillo, que elabora un discurso agudo y contradictorio sólo en apariencia, para seducirnos como lectores, una pretensión que logra plenamente.

El resultado es el abandono de nuestro ser todo, de nuestra conciencia toda, a eso que las palabras sugieren. De la lectura de este ensayo extraemos una forma nueva, una actitud distinta frente al fenómeno literario: el autor sabe y asume que la lectura de La muerte de Virgilio no es fácil dados los hábitos del consumidor de libros que busca saberes prácticos, deleite estético, entretenimiento; pero la lectura deviene fácil cuando nos abandonamos al flujo de las palabras, cuando nosotros mismos morimos con Virgilio y cuando renacemos con él.

El autor deja abierto el desafío de leer al otro leyéndonos en él, leer como si se tratara de un acto místico, religioso, de sacrificio y contrición, con el que cada lector se encontrará a sí mismo: destruyéndose en apariencia, se reconstruirá *



N O V E L A

David Lodge,
Fuera del cascarón,
Anagrama,
Barcelona, España, 1999.


EL JOVEN TIMOTHY

pablo ortíz águila

Esta es posiblemente la más autobiográfica de las novelas del inglés David Lodge (1935), que con su estilo realista y contundente se embarca en una historia cuyo protagonista transita de la infancia a la adolescencia en un contexto condenado al miedo y a los sueños interrumpidos: la segunda guerra mundial y la posguerra. El autor arma y desarma al joven Timothy Young, conduciéndolo al temor recurrente de la incertidumbre del destino, un estado en el que las preguntas constantes y el desapego carnal y emocional dejan
al descubierto una realidad que azota todos los rincones de una ciudad quebrada por los continuos bombardeos.

La latente peligrosidad de ruptura, el resquebrajamiento social y el miedo aparecen como denominadores comunes en este ágil relato dividido en tres partes.

Londres, Inglaterra. Segunda guerra mundial. Los alemanes avanzan con furia pero las fuerzas de aviación inglesas resisten el bombardeo. El panorama de la guerra parece alargarse. Timothy Young tiene cinco años y sabe que la guerra significa cubrir las ventanas, juntar provisiones y ponerse un divertido traje para dirigirse al refugio a mitad de la noche. Son momentos en los que el lector vislumbra la posibilidad de supervivencia como un juego, como un ingenuo trance entre la vida y la muerte. A través de la habilidad que caracteriza al autor, éste nos da cuenta de las percepciones de Timothy: un mundo roto en bombas, aviones, humo negro y hollín. El incesante cuestionamiento comienza. ƑQué es la guerra? ƑQué pasa con los que mueren? El bombardeo continúa.

Es 1951. Timothy tiene dieciséis años y se enfrenta a una travesía incómoda hasta llegar a Heidelberg, Alemania, donde Kath, su hermana mayor, trabaja con las fuerzas de ocupación norteamericanas. Timothy intuye un encuentro, imagina una cultura diferente y descubre una muy distinta a la suya.

En la tercera parte de la historia, el niño se rompe para dar lugar al adolescente. Timothy despierta de golpe de su juventud infantiloide para trasladarse a un escenario aún menos cálido: la posguerra se convierte en el rincón de las preguntas sin respuesta. Ahora sus cambios corporales se clarifican, y eso es quizá lo único certero que vive en carne propia. Su entorno lo confunde, los alemanes derrotados no son ni la sombra de la imagen que Timothy tenía de ellos. Entretanto, el protagonista, ya adolescente, reflexiona acerca de su futuro profesional y sus relaciones con el sexo opuesto.

Fuera del cascarón devela aquello que no se ve ni se dice, sino lo que se vive y se siente, desde ese lugar donde el autor y el protagonista se convierten en uno solo.

Durante su trayectoria como escritor y profesor, Lodge no niega sus influencias literarias calificándose como seguidor de Henry James y James Joyce. Fuera del cascarón es la cuarta novela publicada por el autor de El mundo es un pañuelo, šBuen trabajo!, Terapia e Intercambios *



E N S A Y O

Daisaku Ikeda,
El nuevo humanismo,
Fondo de Cultura Económica,
México, 1999.


LA PAUTA DE GAUTAMA

enrique héctor gonzález

El libro cuya lectura ha suscitado estas líneas merece la mirada atenta que, en tiempos escépticos como los actuales, no siempre estará dispuesto a concederle el abrumado lector, toda vez que su apariencia y una hojeada distraída fácilmente pueden vincular este volumen con falacias mercadotécnicas o idealismos desangelados.

El autor fue presidente, durante varios años, de la Soka Gakkai, una institución budista muy respetada en el mundo entero y heterodoxa a su manera, pues sostiene, por ejemplo ųa diferencia de algunas otras ramas un tanto más recalcitrantes del Zenų que el individuo no debe reprimir ni anular el deseo, motor natural de los actos del hombre, sino más bien debe temperarlo y conducirlo en su beneficio. Se trata, en efecto, de una sociedad que, como muchas otras sectas (religiosas o no), promueve la transformación interior de la vida humana en aras de alcanzar una era de paz en el siglo xxi. Hasta aquí puede parecer un ideario sospechosamente afín tanto al fascismo con rostro humano de Pro Vida como a los diversos mesianismos histéricos que buscan la redención a partir de la contemplación de un póster o la ingestión de un yoghurt.

Sin embargo, el amplio dominio de la literatura y el pensamiento occidental, antiguo y moderno, que Ikeda demuestra, permite por lo menos leer con la conciencia de que su libro es una propuesta de lectura y no un recetario de días felices o un catecismo para indios monsivaítas. Se inscribe, en todo caso, en el retorno de lo sagrado en la era posideológica que ya han ponderado Daniel Bell y, entre nosotros, Gabriel Zaid.

Es curiosa la voluntad de Ikeda de pronunciar conferencias en tan numerosas y distantes universidades del mundo, como se deduce de la propia confección del libro, que no es sino fruto de la recopilación y edición de las charlas que le parecieron más adecuadas para este formato. Casi todas terminan ųlo que también es simpáticoų con un poema que el ponente le dedica a su auditorio, y aunque muchos de esos poemas (algunos provienen de la propia pluma de Ikeda) son del tipo de los que usan las quinceañeras para amedrentar sus desánimos hormonales, no deja de resultar feliz tal heterodoxia en un hombre de ideas.

A título personal, y muchas más como vocero de una línea de pensamiento abierta al diálogo, Ikeda discute asuntos propios de la cultura nacional de la universidad anfitriona para sustentar el difícil sincretismo, el eclecticismo indiscreto que tremola con frecuencia como la mejor de sus causas. Así, se apoya en Ortega al hablar en el Ateneo de Santander
y en los valores del kemalismo turco en la Universidad de Ankara; cita valientemente a Gandhi en la India, a Dewey y Thoreau en Estados Unidos, a Machado de Assis en Brasil; compara la Cuba de Martí con la de Guillén en La Habana y la filosofía de Shariputra (un discípulo de Buda) con la personalidad de Pancho Villa en la Universidad de Guadalajara.

Es una contradicción insuperable que un pensador budista se dedique con tanto denuedo a occidentalizarse, y a orientar sus lecturas hacia una confluencia asaz problemática entre quienes pronuncian copulativamente esto es aquello, la pluma y la piedra, como apunta Octavio Paz en El arco y la lira al referirse a la concepción de la imagen en los países de Oriente, y quienes ųcomo buenos racionalistas occidentalesų se inclinan por la disyunción: esto o aquello, dada su incapacidad natural para reunir bajo un mismo concepto realidades tan divergentes como la de la pluma y la piedra. De cualquier manera, la ruta del intercambio cultural entre Oriente y Occidente que postula Daisaku Ikeda no deja de ser una apuesta por la tolerancia y el entendimiento, por un ethos de simbiosis que favorezca "la armonía sobre la oposición, la unión sobre la división, el 'nosotros' sobre el 'yo'": un verdadero diálogo en el que la sabiduría prevalezca sobre el conocimiento y la claridad sobre la esclavitud mental *



FICHERO

LOS LIBROS QUE LLEGAN A NUESTRA REDACCION

ensayo

*Genio y figura de Alfonso Reyes, Alicia Reyes, Col. Vida y pensamiento de México, Fondo de Cultura Económica, México, 4a. edición, 2000, 107 pp.

*Orígenes. Historia verdadera de los hábitos y las costumbres de la vida diaria, Héctor Anaya, Nueva Imagen, México, 2000, 319 pp.

 

ensayo (literario)

*Cómo leer y por qué, Harold Bloom, Col. Argumentos, Anagrama, España, 307 pp.

*Una bolsa de poemas llena de agujeros. Tunastral, una revista de la tribu
(1964-1965), Universidad Autónoma del Estado de México, México, 2000, 483 pp.

 

historia

*A la sombra de la primera república federal. El estado de México 1824-1835, Ma. del Pilar Iracheta y Diana Birrichaga Gardida (compiladoras), El Colegio Mexiquense, México, 1999, 370 pp.

*Crónicas jesuíticas de la Antigua California, selección de textos, edición, introducción y notas de Ignacio del Río, Biblioteca del Estudiante Universitario núm. 132, Fondo de Cultura Económica, México, 2000, 170 pp.

*Gobierno y administración pública en el estado de México. Una mirada a
175 años de historia
, Alfonso X. Iracheta Cenecorta (coordinador), El Colegio Mexiquense, México, 1999, 456 pp.

*La crisálida, Antonio Fuentes Flores, Editorial Porrúa, México, 2000, 251 pp.

 

narrativa

*La inocencia de este mundo, Vicente Leñero, Col. Confabuladores, UNAM, México, 2000, 322 pp.

 

pedagogía

*Líderes y educadores. El maestro, creador de una nueva sociedad, David Casares Arrendoiz, Col. Sección de obras de educación y pedagogía, Fondo de Cultura Económica, México, 2000, 155 pp.

 

poesía

*Abecedario, Enrique Villada, Libros de la tribu 5, tunAstral, México, 1999, 63 pp.

*Barro vacuo, Angélica Enciso, Col. Desde la otra orilla núm. 5, Enkidu Editores/Ediciones del lirio, México, 2000, 40 pp.

*Donde el añil comienza a oscurecer, Ivonne de la Peña, Serie José Yurrieta Valdés, Universidad Autónoma del Estado de México/Editorial la Tinta del Alcatraz, México, 2000, 54 pp.

*El corazón de Sade, Gabriela Borunda, Serie José Yurrieta Valdés, Universidad Autónoma del Estado de México/Editorial la Tinta del Alcatraz, México, 2000, 49 pp.

*El libro de los espejos, Iliana Godoy, Serie José Yurrieta Valdés, Universidad Autónoma del Estado de México/Editorial la Tinta del Alcatraz, México, 1999, 59 pp.

*Gravitaciones/La soledad del juego, Miguel Ángel Muñoz, Editorial Praxis/Museo José Luis Cuevas, México, 2000, 36 pp.

*Hoguera bajo la lluvia (en la ciudad de Toluca), Francisco Paniagua Gurría, Serie José Yurrieta Valdés, Universidad Autónoma del Estado de México/Editorial la Tinta del Alcatraz, México, 2000, 68 pp.

*Hoy bailo sobre tu sombra, Ana Stellino, Col. Desde la otra orilla núm. 6, Enkidu Editores/Ediciones del lirio, México, 2000, 48 pp.

*Líneas paralelas, Miguel Ángel Muñoz, Editorial Praxis/Museo José Luis Cuevas, México, 2000, 29 pp.

*Liturgia de águilas, Mariana Bernárdez Zapata, Serie José Yurrieta Valdés, Universidad Autónoma del Estado de México/Editorial la Tinta del Alcatraz, México, 1999, 63 pp.

*Los escritores muertos, Alberto Chimal, Serie José Yurrieta Valdés, Universidad Autónoma del Estado de México/Editorial la Tinta del Alcatraz, México, 2000, 51 pp.

*Lugar del agua, Enrique López Aguilar, Universidad Autónoma Metropolitana, México, 1999, 187 pp.

*Palabra interior, Carmen Nozal, Serie José Yurrieta Valdés, Universidad Autónoma del Estado de México/Editorial la Tinta del Alcatraz, México, 2000, 59 pp.

*Palabras del alma, Clemente Díaz de la Vega, Serie José Yurrieta Valdés, Universidad Autónoma del Estado de México/Editorial la Tinta del Alcatraz, México, 2000, 57 pp.

*Reposar en la nada, Miguel Ángel Galván, Col. Desde la otra orilla núm. 4, Enkidu Editores/Ediciones del lirio, México, 1999, 62 pp.

*Un árbol duerme en tus ojos, Raúl Aguilera, Serie José Yurrieta Valdés, Universidad Autónoma del Estado de México/Editorial la Tinta del Alcatraz, México, 2000, 57 pp.

*Variaciones de un solo día (homenaje a Carlos Pellicer en su centenario 1897-1997), Luis Antonio García Reyes, Serie José Yurrieta Valdés, Universidad Autónoma del Estado de México/Editorial la Tinta del Alcatraz, México, 2000, 48 pp.