Migraciones a Europa
El muro de la vergüenza
Marta Pérez
Más de dos mil subsaharianos permanecen retenidos
en la plaza de Toros de Tánger a la espera
que las autoridades marroquíes decidan, como hacen
de forma periódica y sin motivo aparente,
dejarles marchar hacia la ciudad española en el
norte de África. Otros 1 700 o 2 000 nigerianos, liberianos
y zaireños, según las estimaciones de diferentes
ONGs, esperan en las pensiones de Tetuán el momento
más adecuado para saltar la frontera por la playa,
por el monte o por cualquier zona descuidada
entre Diniones y El Tarajal. El éxodo es cada
vez más alarmante.
Son cada vez más numerosos los grupos de africanos
que, dejándolo todo atrás,
viajan ahora sin nada más que la ilusión
de llegar a Europa.
Son varias las formas empleadas por los inmigrantes africanos
para acceder, llegado el esperado momento,
a la costa española. Los métodos más
"baratos" son viajar en los bajos de camiones, como polizones, y a pie.
En muchas ocasiones estos viajes se iniciaron en territorios
de hambruna o de guerras,
como la región de Los Grandes Lagos, Sierra Leona,
Guinea Bissau o Gambia.
Los barcos pesqueros cuestan algo más (entre 100
mil y 150 mil pesetas) y como última opción,
se encuentra el cruce del salvaje Estrecho en lancha
que puede costar entre 100 mil y 400 mil pesetas
incluyendo este último el "kit completo": papeles
falsos, trabajo y transporte a España.
La llegada de lanchas supone auténticas redes
de mafias que se aprovechan de la necesidad para lucrar.
"Si no los frena el Estrecho de Gibraltar menos la valla..."
comentan dos Guardias Civiles con cierta sorna, frente
al alambrado.
La línea fronteriza está formada por una
doble valla de dos metros y medio de altura.
Entre las dos mallas, separadas por tres metros escasos,
discurren dos líneas similares a los rieles del tren,
de fibra óptica, cuya misión es activar
un dispositivo de alarma una vez que se pisa.
La segunda valla, vista desde Marruecos, está
protegida en su base, ya en territorio español,
por un alambre de púas. Completan el sistema de
seguridad unas farolas de seis metros de altura provistas
de una cámaras de televisión manejadas
por control remoto. La presencia de la Guardia Civil (unos 300 agentes)
es constante desde Benzú al Tarajal, el perímetro
fronterizo que separa Ceuta de Marruecos.
Ninguna valla puede frenar la ilusión de un continente
por no morirse de hambre.
Con esta especie de obligación de cuidar la frontera
sur de Europa, España se ha olvidado
de cuidar la frontera sur de los derechos humanos. Se
cifra en 25 mil millones de pesetas la cantidad
que invertirá el gobierno español en cinco
años para blindar el Estrecho con la tecnología más
avanzada.
Radares de larga distancia, cámaras térmicas,
visores nocturnos, rayos infrarrojos y muchos más helicópteros.
La policía no podía quedarse atrás
y su Dirección General ha diseñado para este año el
denominado Plan Sur
al que estarán adscritos 100 nuevos agentes y
que incrementa su presupuesto de 250 a 15 mil millones de pesetas.
Marta Pérez es investigadora y periodista catalana