---Aparición
con vida, porque se los llevaron vivos. ¿De que otra manera los
debemos reclamar? No seremos nosotras las que decretemos la muerte de
nuestros hijos. Jamás asumiremos esas muertes, si es que se produjeron,
mientras no se diga quién las ordenó, quién cometió
los secuestros, las torturas, los asesinatos y mientras esos responsables
de crímenes de lesa humanidad no sean castigados. Cuando quieren
que seamos las madres las que asumamos la muerte de nuestros propios
hijos es para que los gobiernos se eximan de esa enorme responsabilidad
que pesa sobre sus espaldas: castigar a los culpables.
--- No aceptamos la entrega de cadáveres porque eso significa
cerrar el problema de los desaparecidos y lo que es más grave
aún, avalar que "fueron muertos por enfrentamientos con
las fuerzas de seguridad" cuando en realidad se trató lisa
y llanamente de ejecuciones a prisioneros indefensos.
--- Rechazamos la reparación económica porque la vida
solo vale VIDA y no aceptamos que nadie le ponga precio.
---Rechazamos las placas y los monumentos porque eso significa enterrar
a los muertos cuando persiste la incertidumbre sobre el destino que
corrieron nuestros hijos. No aceptamos la cultura de la muerte de nuestras
sociedades porque la vida sigue en todos los lugares donde ellos vivieron.
---La lucha individual no tiene sentido. En la medida de lo posible,
debemos todas, cada una en un momento diferente de crecimiento, despojarnos
del propio hijo y pasar a ser las madres de todos. Socializar la maternidad
no es tarea fácil pero enseña e encontrar a nuestros propios
hijos en los otros que luchan. Cada uno de ellos tiene, además
de los mismos sueños y los mismos ideales, sus mismos ojos, sus
manos, sus sonrisas, sus mismos cabellos y el amor inmenso hacia el
otro, hacia su igual. Por eso cada jueves en la Plaza de Mayo, a las
15y30 horas, se produce el milagro maravilloso y único de la
resurrección.
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