La Jornada Semanal, 9 de julio del 2000


Luis Tovar

Los Cannes y los perros

EL LARGO CAMINO DE LOS CORTOS (I)

Uno de los más socorridos lugares comunes del cine mexicano tiene que ver con los cortometrajes, cuya trágica condición puede resumirse así: la gran mayoría son tan buenos como ignorados. Aunque, claro, hay una serie de matices que merecen por lo menos un somero análisis. En primer lugar, debe mencionarse el carácter orgullosamente nacional del ninguneo que nos hace voltear los ojos hacia el cortometraje solamente cuando gana premios internacionales. Esta cruel costumbre cuenta con el decidido apoyo de las grandes distribuidoras que ni de broma pensarían, hoy por hoy, proyectar siquiera un cortometraje nacional como "abridor" de cada función, como sí se hace en algunos ųde verdad pocosų países. Si hubiera que decir algo en descargo de las distribuidoras grandes y su nulo interés por exhibir cortometrajes, podría ser el hecho de que su actitud no es antimexicanista ni nada parecido: es la misma en casi todo el mundo, pues ni siquiera en los lugares donde un corto antecede a un largo, aquéllos no generan ninguna ganancia económica, y ya sabemos cuál es la única motivación para que una película llegue a los llamados circuitos comerciales.

Las agujas del pajar

La estructura del mercado cinematográfico, inflexible a la hora de conceder o retirarle espacios a una película de acuerdo con su nivel de ventas, tiene acorralada a la producción de cortometrajes en los ámbitos donde la recuperación económica no es la regla de oro. En México, esos lugares son mínimos y bien conocidos: aparte de la Muestra de Cine en Guadalajara, la Cineteca Nacional y las salas universitarias, nadie más ųsalvo en muy esporádicas ocasionesų exhibe el trabajo de nuestros cortometrajistas.

Cuando estos realizadores han agotado, desde luego que rápidamente, las posibilidades de dar a conocer su trabajo al público de su propio país, de inmediato se ocupan de participar en festivales y concursos internacionales, de los que más de un realizador ha vuelto con galardones y reconocimientos varios. Y en ese caso, como si se tratara del guión de una película de Schwarzenegger o de Stallone, todos sabemos lo que va a pasar: notas en los periódicos (claro, no en todos), alguna mención en la radio ųen las poquísimas que se hacen eco de lo que pasa en el cineų y el más ominoso silencio en la televisión comercial. Después, el autor del cortometraje forzosamente deberá filmar una historia de largo aliento, si acaso desea que dejen de considerarlo como director en ciernes, algo que incluso muchos de ellos mismos llegan a dar por hecho, implícita o explícitamente. Como dijimos antes, tal pareciera que un hacedor de cortometrajes sólo será cineasta cuando abandone esos "ejercicios" y se dedique a hacer películas "en serio"; es como si un velocista que se especializara en los cien metros planos se graduara de corredor si y sólo si termina un maratón.

De géneros y gustos

A nadie sensato se le ocurriría decir que Horacio Quiroga, Guy de Maupassant o Chéjov, por mencionar sólo a tres de los más importantes, eran malos escritores porque escribían cuentos, o que sus cuentos no valen la pena por ser historias cortas. Tome usted el ejemplo que quiera: Cien años de soledad es tan buena novela como "En este pueblo no hay ladrones" es buen cuento; lo mismo pasa con Rayuela y "Continuidad de los parques". En ambos casos es imposible medir la novela y el cuento con la misma regla, por la obvia razón de que su estructura responde a necesidades narrativas distintas.

Algo similar ocurre cuando hablamos de cortometraje y largometraje. Así como actualmente resulta más vendible una novela, el largometraje tiene la parte del león, mientras el cuento y el cortometraje son considerados y tratados como "géneros menores". Lo que importa dejar bien claro es que todo esto es resultado de una tendencia que tiene que ver mucho más con la mercadotecnia que con un fenómeno de tipo cultural: así como no es cierto que una novela es mejor que un cuento por el mero hecho de ser novela, tampoco es verdad que un cortometraje es peor porque mide menos minutos que un largometraje. Lo que sí es verdad es que unos géneros venden más que otros, y que sus comercializadores seguirán encargándose de que así sea, siempre que las ganancias no disminuyan drásticamente (en ese caso serían capaces de llegar a una situación totalmente opuesta a lo que ahora es norma).

Si insistimos tanto y lo decimos casi casi al estilo de "contar con manzanas", es porque la actitud que pareciera avalar esta distorsión está tan arraigada en nuestras costumbres cinéfilas (y literarias, por supuesto), que ya ni pensamos en ello. Es cierto que, a la hora de realizar su trabajo de tesis, las condiciones en las que trabajan estudiantes del cuec, el ccc y las contadas escuelas privadas de cine, son tan precarias, que no les queda más remedio que filmar una historia corta. Pero también es cierto que hay quienes han hecho virtud de la carencia y no se arrugan a la hora de sumar el escueto pietaje que pudieron reunir; e incluso hay uno que otro al que le interesa contar una historia que necesita ser corta y así la filma (y claro, habría que añadir a los largometrajistas de oficio que tienen una historia mínima, no se dan cuenta y gastan hora y media o dos en contar algo que bien pudo caber en modestos treinta minutos o menos).

(Continuará.)

 

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