La Jornada Semanal, 2 de julio del 2000


Santiago Espinosa de los Monteros


Estandartes y modernidad


Los estandartes miden cinco metros de alto por uno ochenta de ancho y fueron imaginados y realizados por artistas de Alemania, Argentina, Colombia, Chile, Estados Unidos, México... Santiago Espinosa de los Monteros nos hace una minuciosa reseña del Cuarto Salón, en la cual se estudia el trabajo premiado Self portrait: attempt no. 3 to clone mental disorder, del angelino Daniel Joseph Martínez. Nos describe, además, las obras de Paula Santiago (México), Guillermo Conte (Argentina), Lourdes Grobet (México), Jenny Jaramillo (Ecuador), y llega a la conclusión de que ``como personajes de carnaval, los estandartes poseen dos rostros, a veces complementarios, a veces opuestos''.

finales de marzo pasado se inauguró la cuarta versión del Salón de Estandartes ES2000 en Tijuana, Baja California. A partir de esta edición serán dos años los que medien entre salón y salón en vez de uno, como se venía estilando. Tijuana, ciudad fronteriza, es dueña de una vida singular y ha sido receptora, entre otros eventos, del internacionalmente conocido INSITE. Tanto éste como los salones de estandartes han ubicado a Tijuana como uno de los polos importantes que atraen a creadores de Los Angeles y San Diego, principalmente.

Este año participaron treinta y cinco estandartes (cuyas medidas son cinco metros de alto por uno ochenta de ancho) de creadores de Alemania, Argentina, Brasil, Colombia, Costa Rica, Cuba, Chile, Ecuador, Estados Unidos, México, Paraguay, República Dominicana y Venezuela. Se disputaron un primer premio de cien mil y un segundo de cincuenta mil pesos mexicanos, y se otorgaron dos menciones que, a juicio del jurado de este año -compuesto por Gerardo Mosquera (Cuba), Silvia Pandolfi (México) y Alvaro Medina (Colombia)-, señalaron obras destacadas.

El primer lugar recayó sobre el artista visual y activista Daniel Joseph Martínez, que reside en Los Angeles y participó con la obra Self portrait: attempt no. 3 to clone mental disorder, contundente pieza cuya técnica es la impresión electrostática y que presenta una fotografía en escorzo de un hombre (el propio Daniel J. Martínez) con una herida abierta en su cuello. Situada en el centro de la sala, pareciera presidir con su impactante imagen todo un conglomerado de piezas que, junto a ella, pierden algo de su fuerza. Es parte del riesgo de todo evento por invitación y, aunque la entrega es de buen nivel y en todos los casos se prepararon obras ex profeso, es inevitable el protagonismo visual de algunas, ya sea por su temática, intensidad visual o simplemente por el lugar donde se les ubicó. La obra de Daniel J. Martínez reúne, para su beneficio y mejor disfrute, todas las agravantes del caso y el público se topa, casi antes que con ningún otro, con este asombroso estandarte.

Alfonso Lorenzana, residente en Tijuana, se hizo acreedor al segundo lugar con Inciertas señales de una frontera. Lorenzana incluyó en su estandarte imágenes prototípicas de su ciudad, tales como la barrera metálica que divide a México y Estados Unidos; el muro con los nombres de algunos de los miles que han perdido la vida intentando llegar al otro lado y que deja ver las huellas de algunas tragedias anónimas con un simple ``no identificado''; el burrocebra ya tan famoso junto al que los turistas y lugareños gustan de ser retratados, así como otras imágenes cuya contundencia visual no deja duda de la incontrovertible complejidad de la vida cotidiana en Tijuana.

Las menciones recayeron sobre Guillermo Conte (Argentina) y Sergio Muñoz Sarmiento (Estados Unidos). Este último presentó una delicada obra formada por palabras escritas a lápiz, de las que destacó sólo una letra de algunas de ellas creando un llamativo efecto tipográfico de grandes dimensiones.

Paula Santiago (México) participó con ¿Camino real? Guadalajara-Tijuana''. Esta es una de las obras con mayor fuerza expresiva. Se trata de una enorme vagina/ojiva marcada por la disposición de pequeñas bolsas que conservan el carbón de estupefacientes que Paula Santiago recolectó de las quemas realizadas en Guadalajara, evento que, además, documentó fotográficamente. Los elementos que componen esta pieza (carbón de estupefacientes, sangre y cabello -de la autora-, cristal, fieltro y aluminio, sobre sábana de algodón, encaje, seda y papel) son los usuales en otras obras suyas. Es importante acotar la decidida presencia de las huellas corporales de Paula, como las marcas de sus manos hacia la parte baja del estandarte y del resto de su cuerpo en la parte correspondiente a la sábana de algodón que ocupa la parte superior. Lamentablemente, a pesar de su gran potencia interior y su revelador proceso interno y de facturación, esta pieza pierde fuerza en un entorno que visualmente la ahoga.

Entre las piezas que llaman la atención por su contenido está la de Germán Martínez Cañas (Colombia), Hechos un mar de lágrimas, compuesta a partir de la impresión de sellos de caucho/látex. Estas ``gotitas'' impresas en toda la pieza le dan una coloración rosada. Aunque hechos con tinta roja, estos miles de sellos dan juntos la idea de olas en movimiento.

Patricia van Dalen (Venezuela) presentó Sol azul, pieza compuesta por pequeños cuadros en los que predomina ese color. Pareciera que van Dalen ha querido fragmentar una imagen y reproponerlaÊal espectador para que visualmente la arme a su gusto. Dueña de una larga experiencia en la creación de piezas de gran formato, causa extrañeza este envío de la única invitada por Venezuela. Llama la atención, sin embargo, el espléndido manejo del color y los atinados ritmos cromáticos.

Marcos Ramírez, ``ERRE'' (México), envió su pieza Se busca paloma blanca, una de las propuestas más llamativas. En una de las caras encontramos una especie de rompecabezas en el que cada pieza es un estado o país en conflicto (Chiapas, Bosnia, Congo, Chechenia, Ruanda, etcétera). En la parte baja hay un misil sostenido por delgadas cadenas, apuntando hacia arriba en actitud amenazante. En el anverso, este misil se convierte en la jaula de un ave y, en letras desordenadas, se lee el título de la pieza. Según se ubique la pieza, puede ser vista como una solicitud de paz o comoÊuna evidencia bélica.

Jean von Borstel (México) presentó Las huellas de la migra, sobre la conocida imagen de las carreteras en las que un aviso previene a los conductores sobre que en ese lugar suelen cruzar familias que van al otro lado de la frontera. Del otro ladoÊde la manta vemos violentas huellas de llantas (de las patrullas de la migra o de conductores que no atendieron el aviso), sobre las cuales hay manchones rojos. Como la de ERRE, esta obra recuerda la que presentó Helen Escobedo en 1996: un collage fotográfico con un particular sentido de transubstanciación, en el más corporal alcance de la palabra, cuyo ánimo también era poner en evidencia esta sangrienta guerra no declarada entre México y Estados Unidos, así como evocar la presencia de los grandes conglomeradosÊhumanos que buscan en otros países lo que no tienen en el propio, haciendo de las zonas limítrofes los escenarios de miles de batallas cotidianas en las que muchos tienen un trágico final.

Entre otras de las obras que habitan el espacio del CECUT se encuentra la de Lourdes Grobet (México), Prometeo unisex: sobre un fondo que emula un paisaje cibernético con rutas y enlaces de plataformas de ordenadores, está un hombre/mujer con senos y pene, de pie sobre un tambo de metal en cuyo interior hay una hoguera. La pieza tiene frente y revés y la figura, aunque rígida en su dibujo, presenta una inquietante manera de exponer al personaje de pie sobre un objeto que sólo en la obra de Grobet no calcina esos pies descalzos, como las ánimas del purgatorio que conocemos en sus representaciones eclesiásticas sufren eternamente el fuego que nunca les acaba de consumir pero que tampoco se extingue.

De Ecuador, Jenny Jaramillo participa con una columna de excrementos (sus excrementos), a los que fotografía una vez que los ha puesto uno detrás del otro, en cadena, como si fueran un ferrocarril o una gran columna cuyo ritmo visual está dado, en gran medida, por las formas caprichosas que la materia fecal adopta de manera natural.

La equilibrante es el título de la pieza de Tania Candiani (México). Hecha con acrílico, mecate, cuerda e hilo, nos deja ver una mujer en un columpio. De frente, se ven sus pies enormes por la cercanía no sólo del suelo sino de quien mira, como si fuera un efecto óptico del lente de pescado que nos acerca selectivamente a sus pies haciéndolos desmesuradamente enormes y dejando pequeño su cuerpo. Por detrás, se ve como si el espectador estuviese tirado en el suelo y sobre él pasara el columpio; el trasero de la mujer que se mece y su cuerpo, ahora de espaldas a nosotros, que avanza pendularmente, en apariencia, hacia delante.

Una de las propuestas que más llamó la atención fue la de Alejandro Zacarías (México), que presentó un flexómetro o cinta métrica metálica que tiene las medidas exactas de los estandartes. Esta pieza casi virtual (o su simple espacio de transparencia) atrae a los visitantes, que de pronto se encuentran ante una obra que, aunque esté precisa y milimétricamente delimitada, no contiene sino conceptualmente una obra a la usanza de las que la acompañan en la misma sala. Su pieza es las demás; es una ventana, la lejanía, da igual; es claro que lo que se vea a través de ella será la propuesta de Zacarías.

Esta importante colección de estandartes, banderas contemporáneas, se ha convertido en un acervo de pendones de una batalla que se libra cotidianamente no sólo en la frontera sino también, aunque de formas diferentes, en el resto del país y del continente.

Como personajes de carnaval, los estandartes poseen dos rostros, a veces complementarios, a veces opuestos. Por sus características particulares pueden verse de muy distintas formas; a diferencia de una fotografía, un cuadro o una pieza gráfica, no tienen tras de sí una pared. Son como personas: tienen frente y pecho y también poseen mirada y nuca. Somos vistos, desde su descomunal altura, como seres pequeños que arriesgamos la saludÊde nuestro cuello para entenderlos, Gulliveres contemporáneos, antes de que escapen al país en el que todos son de su tamaño.