umbral

Cuando se avecinan cambios profundos, los plazos electorales nunca son lo concluyente, ni siquiera en las verdaderas democracias (dado el caso que existan, y vayan a seguir existiendo a la hora de la dictadura mundial que ha conquistado los mercados y busca adueñarse de los corazones y las mentes).

Antes que el tiempo se nos haga mayor y lleguemos tarde a un cambio que parece inevitable, los mexicanos debemos imprimirle un giro tolerante y democrático a nuestro futuro, ahora que todavía está en nuestras manos.

La historia no consulta calendarios ni respeta plazos: adelanta o atrasa obedeciendo a leyes misteriosas, más ocultas y prolijas aun que las económicas. Nacen de la profundidad de los pueblos, aunque con frecuencia sean enajenadas y manipuladas por reyezuelos de diversos tamaños y clases.

Vivimos hoy los días de pan y circo, respectivamente, de la "inversión social" clientelar, y una mercadotecnia política degradada por debajo de los detergentes y la comida chatarra. Esto, en un país saqueado y vuelto a saquear, transado por santanescos usurpadores que compran impunidad vendiendo la riqueza y la dignidad de los mexicanos.

Sin abusar de paralelismos que de suyo anidan en lo obvio, recordemos que las pacíficas elecciones de hace noventa años dejaron como saldo el triunfo, sin fisuras ni lugar a dudas, de la tiranía porfirista. Todavía el gobierno se dio el lujo de conmemorar el Centenario de la Independencia y celebrar la aparente eternidad de sí mismo con manuficencia y pompa imperial. Los invitados de todo el mundo la pasaron de lujo, según consta en los registros de la época. La paz social imperaba bajo el mando del único que sabía como hacerlo. Qué tiempos, señor don Porfirio.

Como en 1857, como en 1910, como en 1938, están en juego dos proyectos opuestos de nación. Claramente delineados, listos para pasar las pruebas de la historia. Una vez más, el bando conservador enarbola el entreguismo del país, en oposición a las propuestas progresistas y democráticas. El país del privilegio o el país de la igualdad.

Con chantajes y engaños, dispuesto en todo momento al recurso de la violencia, el proyecto pandillesco y antinacional quiere conservar la administración patria. "Ustedes hagan como que votan, y nosotros hacemos como que volvemos a ganar", dice entrelíneas con risa la sardónica la pandilla en pleno.

Sólo que esta vez la pandilla tiene miedo. Hemos llegado a un momento, en que las manos de los hombres y mujeres, más reales que la publicidad y las matemáticas del fraude, se aprestan a construir de una vez un país justo y libre, aunque los quieren vencer, y convencer de que no se puede.

La oportunidad de cambio no se conquista con los brazos cruzados, sino con las manos soñando activamente en bien de la paz y la fraternidad ¿Se puede? ¿O qué?

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