Lunes en la Ciencia, 12 de junio del 2000



Sufragios para la ciencia

Alejandro Canales

El tema de la actividad científica no ha ocupado un lugar central en el actual proceso electoral, tampoco en la oferta de los diferentes candidatos y seguramente no lo hará en lo que resta de la campaña. Sin embargo, no por ello la ciencia y la tecnología han estado ausentes en el debate y mucho menos se les ignora. Parte de las expectativas como sociedad están depositadas en el conocimiento, particularmente por los beneficios que se esperan de él y su potencial para propiciar un mejor desarrollo. Los políticos lo saben bien.

sufragio A la fecha, los tres principales aspirantes a la Presidencia de la República han dejado en claro cuáles son sus propuestas en materia de ciencia y tecnología. En su mayor parte están expresadas en las plataformas electorales respectivas, pero otras las han formulado al calor de los encuentros que han sostenido. En conjunto constituyen planteamientos muy diversos y de distinto alcance. Lo relevante no sólo está en las propuestas sino también en los ajustes que se han dado en la relación entre candidatos y electores.

Primero las propuestas. En orden alfabético, Cuauhtémoc Cárdenas, candidato de la Alianza por México, en su plataforma electoral destaca cuatro propuestas: diseñar las políticas bajo la coordinación y planeación del Estado; legislar sobre el incremento del financiamiento y la vinculación entre ciencia, tecnología, comunidad científica e iniciativa privada; revisar y adecuar el régimen de propiedad industrial y patentes; y consolidar los grupos y asociaciones científicas ya existentes. El aspirante de la alianza ha hecho algunas puntualizaciones que sorprendieron. En la reunión con directivos de investigación aplicada y desarrollo tecnológico (Adiat), a fines del pasado mes de abril, destacó que el Conacyt debería ser autónomo -se entiende que debería reformar su personalidad jurídica actual-; destinar 1.5 por ciento del PIB a ciencia y tecnología, lo que significaría triplicar los recursos de los que ahora dispone; y buscar una corresponsabilidad de gobiernos y empresarios en la inversión tecnológica. (La Jornada 28-04-00).

Por su parte, Vicente Fox, candidato de la Alianza por el Cambio, ha expresado básicamente dos propuestas generales. La primera es instrumentar políticas claras de fortalecimiento de la ciencia, la tecnología y la innovación (Cinvestav. 08.02.00). Destacan en la enumeración de iniciativas: la creación de una "Academia de Ciencias y Tecnologías" que asesore al Ejecutivo federal en esta materia; el fomento a la competitividad tecnológica de la industrial local; la modernización de la enseñanza de la ciencia y la tecnología en el sistema educativo; y un desarrollo equilibrado entre federación y estados. Seguramente al plantear la creación de una academia, el candidato Vicente Fox o desconoce la existencia del Consejo Consultivo de Ciencias (CCC), organismo fundado en 1989 y que se integra por académicos distinguidos con premios nacionales y cuya función es precisamente asesorar al Ejecutivo federal, o bien, está en desacuerdo con el desempeño que ha mostrado. En cualquiera de los casos, convendría que el candidato reconociera el equívoco o expresara una opinión más clara al respecto. La segunda propuesta importante es destinar 1 por ciento del PIB a ciencia y tecnología, esto significaría duplicar el presupuesto que ahora tiene.

Finalmente, las propuestas de Francisco Labastida, el candidato del PRI, fundamentalmente están planteadas en la plataforma electoral de su partido -por diferentes razones, han dicho sus voceros, no le ha sido posible asistir a los foros correspondientes. En el documento se anotan 10 propuestas, enunciadas en términos muy generales, les es común la búsqueda del fomento a la actividad científica, pero no se establecen prioridades, formas, cifras o mecanismos. Algunas de las más sobresalientes son: articular los esfuerzos científicos y tecnológicos con las necesidades del aparato productivo y las regiones del país; promover modificaciones legales para favorecer la inversión en tecnología; generar fondos de capital para el financiamiento del desarrollo tecnológico; y facilitar créditos de la banca a la innovación.

Como se puede apreciar, las propuestas de los candidatos son variadas, pero parciales. Algunas (autonomía de Conacyt, creación de nuevas instancias de asesoría o el equilibrio en el desarrollo científico de las regiones), representarían un cierto viraje en la actual conducción de la actividad científica; otras, como el asunto del marco normativo, la búsqueda de competencia y la vinculación con la sociedad y el aparato productivo, son más bien políticas que están en marcha o existen como intencionalidad. Una más; sin embargo, no se ve de qué manera se podría cumplir, como el duplicar o triplicar el gasto para ciencia y tecnología. Es un aspecto clave y no está claro. Son ya demasiados los recursos (para salud, para educación, para programas sociales) que se le han cargado a la famosa reforma fiscal integral que está por hacerse y todavía no está claro cuándo sería y mucho menos si efectivamente los soportará.

Hoy es cada vez más difícil que los candidatos se encuentren ante auditorios complacientes y los públicos a modo. En algunos actos lo relevante no ha estado en sus exposiciones sino en la participación de la audiencia, obligándolos a escuchar, a argumentar sus propuestas e incluso a modificarlas. Los electores, al emitir el sufragio el próximo 2 de julio, seguramente tendrán presente al candidato que hizo qué propuestas, pero también si tiene el talante para considerar su opinión y participación.

El autor es investigador del Seminario de Educación Superior, CESU-UNAM

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