Lunes en la Ciencia, 5 de junio del 2000



Los deberes del Estado ante el desarrollo


Ciencia, tecnología e ingeniería

Alvaro A. Aldama R.

La ciencia ha sido definida como el conocimiento cierto de las cosas por sus principios y causas. Queda claro que la ciencia es conocimiento y como tal, es cultura. Sin duda alguna, entonces, el Estado debe brindar apoyo a la actividad científica, así como debe también hacerlo a otras expresiones culturales, tales como la literatura, la música y las bellas artes.

ingenieria La tecnología es definida como el sistema a través del cual una sociedad provee a sus miembros de aquello que necesitan o desean. Debemos reconocer que ha habido avances en el desarrollo científico de nuestro país, pero que éstos no han sido suficientes. Es cierto que la situación de la ciencia en México deja que desear, pero el desarrollo tecnológico de la nación es aún más pobre que el desarrollo científico. Esto debe alarmarnos, porque en un mundo globalizado, el país no puede competir sin poseer tecnología propia.

Los ingenieros que nos dedicamos a la investigación estamos interesados en la generación de conocimiento útil y relevante para la solución de los problemas que aquejan a nuestra sociedad. Creemos que la investigación tecnológica debe ser vigorosamente impulsada por el Estado mexicano. La experiencia nos ha demostrado que la tecnología que requiere el país no siempre puede ser adquirida en el extranjero. Las particularidades de la problemática nacional demandan soluciones que no podrían encontrarse en los "anaqueles del mercado tecnológico internacional".

Eminencias de la economía han postulado que el desarrollo tecnológico de una nación incide de manera más significativa en su desarrollo general que la acumulación de bienes de capital o de fuerza laboral, y que las innovaciones tecnológicas continuas y sostenidas son la clave para la industrialización de un país. Estas tesis han sido puestas en práctica a través de políticas y programas de desarrollo tecnológico por diversos países, con resultados verdaderamente espectaculares en su desarrollo.

Creemos que las actividades científicas y tecnológicas deben estar al servicio de la nación. Es entonces indispensable establecer mecanismos efectivos de vinculación entre los investigadores y los sectores productivos y social. La Ley de Fomento a la Investigación Científica y Tecnológica representa un paso importante en ese sentido. Es indispensable vigilar que las disposiciones que contiene esa legislación no se conviertan en letra muerta, ni sean obstaculizadas por instancias gubernamentales.

Sin duda, el Estado debe incrementar su apoyo a la investigación científica, pero debe también hacerlo y con mucho mayor intensidad, a la investigación tecnológica. La tarea de un investigador científico termina cuando publica un resultado. La tarea de un investigador tecnológico debe cubrir un espectro de actividades mucho más amplio, si es que su actividad ha de tener un verdadero impacto en beneficio de la sociedad. En efecto, cotidianamente un investigador tecnológico debe realizar investigación (tanto básica como aplicada), desarrollar tecnología, adaptarla para su apropiada aplicación y transferirla. La transferencia de tecnología es el eslabón más débil en la cadena de actividades científicas y tecnológicas en nuestro país. Las políticas del gobierno deben apoyar e impulsar acciones de transferencia tecnológica.

Las políticas de desarrollo tecnológico deben estar articuladas con verdaderas políticas de progreso industrial y, en general, de avance de los sectores productivos. Debe propiciarse el acceso a créditos blandos para la inversión en investigación y la creación de apoyos a fondo perdido especialmente dirigidos a la micro, pequeña y mediana industria, así como a los pequeños productores del sector agropecuario. Debe incrementarse sustancialmente el porcentaje de deducibilidad de gasto en investigación y desarrollo por parte de empresas mexicanas, para fines de impuestos. En Colombia se aprobó la deducibilidad del 150 por ciento del gasto anual en investigación y desarrollo tecnológico, mientras que en México tan sólo se ha aprobado el ridículo 20 por ciento, no del gasto anual, sino del gasto incremental que las empresas realizan en investigación y desarrollo tecnológico de un año al siguiente. ƑCómo podemos esperar que la iniciativa privada y el sector social se involucren en apoyar la ciencia y la tecnología en nuestro país si no existen los adecuados apoyos fiscales y crediticios?

La ingeniería está íntimamente ligada tanto a la tecnología como al desarrollo de una nación. Nos inquieta el estado que guarda la ingeniería, otrora orgullo de México. Los ingenieros hemos sido desplazados en el proceso de toma de decisiones que orientan las políticas de desarrollo del país. Esto es incorrecto y ha provocado que los importantísimos aspectos técnicos de muchos proyectos de inversión se hayan descuidado, con los consecuentes incrementos de costo. Muchas licitaciones de proyectos de inversión privilegian a postores extranjeros que traen consigo paquetes de financiamiento e ingeniería. Es común que las compañías extranjeras que ganan los concursos contraten a ingenieros mexicanos como simples ayudantes, con sueldos muy inferiores a los que les pagan a sus propios ingenieros; peor aun es que dejan funcionando plantas, procesos e infraestructura como verdaderas "cajas negras" sin que los ingenieros mexicanos sepan los detalles de su funcionamiento. Este hecho subraya el peligro que México se convierta en una colonia tecnológica. Por otra parte, es bien sabido que la tecnología extranjera ha fallado en diversas ocasiones para resolver la problemática nacional y que muchas veces resulta mucho más costosa que alternativas que pueden desarrollarse en casa. El Estado mexicano debe también apoyar el reposicionamiento y desarrollo de nuestra ingeniería, que es un activo indispensable para el desarrollo de la nación.
México necesita de un mayor compromiso del gobierno para propiciar que el talento de sus investigadores e ingenieros sea puesto al servicio de la nación.

El autor es presidente de la Academia Nacional de Ingeniería

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