Lunes en la Ciencia, 29 de mayo del 2000



Movilidad del conocimiento

Juan Carlos Miranda Arroyo

A raíz del cambio de siglo se ha reflexionado sobre los efectos sociales del conocimiento científico y tecnológico producido durante las últimas diez décadas. Analistas de diversos ámbitos han sugerido, por ejemplo, que sólo durante el siglo XX se produjeron más modificaciones en saberes y aplicaciones que lo generado en toda la historia de la humanidad.

Es evidente que en nuestros días las transformaciones del conocimiento científico y técnico se presentan con demasiada rapidez, y ello obedece a la velocidad con la que se establecen los esquemas de competencia mundial, no sólo con el fin de preservar el liderazgo del conocimiento per se, sino para ocupar el centro de las decisiones políticas, económicas, militares y socioculturales. Así, tanto el conocimiento pleno de los fenómenos naturales y sociales como el desarrollo de nuevas prácticas se han vuelto sumamente volátiles, además de sorprendentes.

movilidad No cabe duda que el conocimiento científico-técnico se ha vuelto efímero y su impacto social ha traído consigo toda clase de contrastes. Tomo como ejemplo un texto publicado recientemente por el ingeniero Benito Bucay Faradji, en el que aborda la vida media del conocimiento técnico-científico. Por una parte, afirma Bucay, tan sólo "el Chemical Abastracts, (publicación que cataloga todo lo relativo al conocimiento químico en el mundo) dobla su volumen cada tres años y medio. Por su parte, la vida media de las tecnologías mecánico eléctricas se estima en siete años (lo que debe interpretarse diciendo que al cabo de ese lapso, la mitad de lo que hoy conocemos ya será obsoleto), al igual que las tecnologías de proceso. Además, la vida media de los conocimientos en farmacología es de no más de cinco años; y en microelectrónica y telecomunicaciones va de 1.8 a dos años. Esta última cifra implica que en seis años más, 90 por ciento de lo que hoy se conoce en esos campos habrá sido reemplazado por nuevas teorías y conocimientos".

Las reflexiones sobre la velocidad del cambio científico y tecnológico también se extienden hacia los procesos sociales que se ven alterados a consecuencia de la aparición súbita de los nuevos saberes y prácticas especializadas. Por ejemplo, las nociones sobre el tiempo y el espacio se han visto profundamente alteradas por los nuevos desarrollos tecnológicos y científicos. A su vez, las novedosas herramientas de comunicación humana están produciendo un impacto sobresaliente en las formas de accionar de la industria, los servicios, la educación y las artes, entre otros.

En telecomunicaciones y microelectrónica, que constituyen otros casos similares, dicho impacto se aprecia con mayor nitidez. Basta con ver a qué ritmo se han transformado las arquitecturas y sistemas computacionales (durante el siglo XX las plataformas de cómputo han pasado ya por cinco generaciones), como para desprender una conclusión en ese sentido. Del mismo modo, así como la televisión y la radio modificaron patrones culturales que parecían más duraderos hace 40 años, las computadoras personales, el fax, las fotocopiadoras, el télex y los teléfonos celulares impusieron su propio estilo y dinámica, apenas tres décadas después.

Hoy se antoja casi imposible que los campos de conocimiento más versátiles (como las tecnologías de información; la biomedicina, los nuevos materiales o los cambiantes métodos de trabajo mediados por la robótica y la automatización, entre otros) impongan sus reglas y lenguajes propios a la sociedad; sin embargo, se estima que en tan sólo diez años más los conocimientos especializados que estén vigentes superarán drásticamente a los anteriores.

La movilidad del conocimiento científico y tecnológico no sólo propicia novedosos patrones ideológicos, de comportamiento y de cultura en general, sino que está produciendo formas distintas de vida. Y aclaro que no se trata de discutir aquí si con ello se eleva o no la calidad de vida. Lo que preocupa es saber qué sentido tiene esa carrera abrumadora de conocimientos que busca el liderazgo mundial no compartido en la conciencia individual y social. Cabe mencionar a ese respecto que cuatro quintas partes del comercio internacional siguen correspondiendo a una docena de países, mientras que alrededor de 120 naciones se pelean por el 20 por ciento restante, según lo expresado por Antonio A. Concheiro (en el mismo volumen antes citado).

Tal preocupación salta a la vista cuando observamos que ciertos valores humanos (como la libertad o la tolerancia) entran en conflicto con la acumulación del conocimiento y hasta corren el riesgo de quedar al margen en el futuro inmediato, relegados acaso a ocupar un lugar como simples piezas de museo.

Profesor de la Universidad Pedagógica Nacional, unidad Querétaro

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