La Jornada domingo 28 de mayo de 2000

Angeles González Gamio
Azcapotzalco

Antigua villa que conserva un delicioso aire provinciano, no obstante ser una de las zonas industriales más importantes de la capital, es poseedora de una historia riquísima, anterior a la de la ciudad de México (hoy Centro Histórico), que data del siglo XIII, cuando se establecieron en ese lugar los tepaneca (los que viven en el pedregal).

Allí fundaron el que llegaría a ser poderoso imperio que dominó a los pueblos más importantes de la cuenca. Azcapotzalco, vocablo que proviene del náhuatl "azcatl", hormiga, "potzoa", acumular, y "co" lugar, lo que significa "en el hormiguero", seguramente, afirman sus actuales pobladores, aludiendo a su numerosa y trabajadora población, constituyó un centro ceremonial y comercial de gran importancia, que tenía fama por sus técnicas artesanales especializadas para trabajar la piedra, el hueso, la concha, madera y pluma, destacando principalmente por la cerámica Coyotlatelco.

El señorío de Azcapotzalco decayó alrededor del año 1428, cuando los mexicas, tlatelolcas y texcocanos emprendieron una feroz ofensiva en su contra, hasta sacarlos de su territorio. Regresaron ya como súbditos de México-Tenochtitlan y para humillarlos, los aztecas establecieron allí el mercado de esclavos. Tras la conquista, los frailes dominicos fueron los encargados de evangelizar la zona, construyendo el templo y convento de los santos apóstoles Felipe y Santiago, belleza arquitectónica que aún existe. En el claustro principal, una de las vigas que sostiene el techo de los corredores tiene la fecha de 1565. El interior del templo conserva la capilla del Rosario, joya barroca que luce magnífico retablo churrigueresco.

En el siglo XIX alcanzaron su auge las haciendas que poblaban Azcapotzalco, rica productora de maíz, trigo, cebada y hortalizas. En 1881 había 7 mil 500 habitantes distribuidos en una villa, 24 barrios, cuatro pueblos y ocho grandes haciendas y continuaba produciéndose la magnífica cerámica. A inicios del siglo XX comenzaron a edificarse casonas y palacetes de estilo europeo. Algunas de ellas han sobrevivido y nos hablan de la opulencia que hubo en Azcapotzalco, hasta que llegó el progreso con la industrialización, que se "comió" las fértiles tierras para cubrirse de industrias; esto trajo de la mano la construcción de inmensos conjuntos habitacionales, para dar vivienda a la creciente población.

A pesar de esta profunda transformación urbana, Azcapotzalco ha logrado preservar valores, identidad, orgullo y varios monumentos valiosos. Esto se debe en gran medida a que existe un sentido claro de quiénes son y de dónde vienen. Es curioso ver cómo se autonombran orgullosamente chintololos, sinónimo de tecpaneca o azcapotzalca.

Esto se ha visto acrecentado gracias a la labor de Pablo Moctezuma, actual delegado político, chintololo de corazón, luchador social que toda su vida la ha dedicado a intentar mejorar las condiciones de vida de los habitantes del lugar, desde todas las trincheras, incluyendo la Universidad Autónoma Metropolitana, en donde ha sido maestro, y desde luego en la unidad habitacional El Rosario, en donde ha vivido. El ha impulsado el trabajo de los cronistas de la delegación, creando el primer Consejo Delegacional de Cronistas, de la ciudad, que ha funcionado maravillosamente. Presidido por el decano don David Delgado, ya ha comenzado a producir frutos. El año pasado, a través de su participación en el Programa de Historia Oral de los Barrios y Pueblos de la Ciudad de México, que coordina el Consejo de la Crónica, proporcionaron los materiales para el número de la revista del consejo de octubre-diciembre. Allí se habló de San Juan Tlihuaca, uno de los pueblos con más tradiciones de Azcapotzalco, también conocido como De los brujos. Esto se debe a que desde tiempos remotos, aquí crecían hierbas que no se daban en ninguna otra parte, por lo que la habitaron los sabios y los curanderos.

Hace unos días los cronistas dieron otro fruto: De Azcapotzalco, sus hormigas, el primero de varios libros breves que publican con el apoyo de Conaculta. Este habla de los personajes del lugar, lo cual resulta interesantísimo. Comienza con Tezozomoc, sigue con Antonio Valeriano, el sabio indígena, Fray Sebastián de Aparicio, hasta llegar a figuras como el licenciado Aquiles Elorduy, notable abogado y funcionario público, quien además fue importante benefactor, donando terrenos para escuelas, y muchas obras más. Los autores son los cronistas José Antonio Urdapilleta, María Elena Solórzano y Martina Rodríguez.

Como tenía que ser, el rumbo cuenta con un magnífico restaurante: El Bajío, ubicado en avenida Cuitláhuac 2709. Su dueña, la encantadora Carmen Ramírez Degollado Titita, cuida personalmente que las recetas de su abuela y su madre se continúen preparando con el mismo esmero y los mismos ingredientes; es de la mejor comida mexicana tradicional de la ciudad, y la decoración es muy agradable. Incomparables, las gordas infladas, las garnachas orizabeñas y el pato en mole, de la abuela. Las carnitas y el chicharrón son de primera y los fines de semana hay barbacoa.

cronmex @ prodigy.net.