Lunes en la Ciencia, 22 de mayo del 2000
La mecánica cuántica
El debate no ha concluido
Jaime Besprosvany
En 1935 Albert Einstein le escribe a un colega: "la filosofía tranquilizante de Heisenberg y Bohr -Ƒo religión?- está tramada tan delicadamente que, por el momento, provee una acogedora almohada para el creyente convencido de la cual no es fácil despegarlo". Einstein expresaba así su oposición a la entonces recién producida interpretación de la mecánica cuántica, la teoría que se concibió en los años veinte del siglo XX, y que es hoy el marco teórico aceptado que describe al mundo microscópico. Fue el físico alemán Werner Heisenberg quien primero vislumbró esta nueva teoría, la cual rompía con muchos de los supuestos tradicionales, y fue el físico danés Niels Bohr quien más se dedicó a tejerle ese extraño ropaje filosófico que -no obstante las críticas de Einstein y otros-, sigue proveyendo la interpretación más aceptada hasta hoy.
En los años veinte habían culminado varios
lustros de apariciones de nuevos e inesperados fenómenos y
explicaciones que conmovieron al apacible mundo de la física
clásica del siglo XIX, la cual se supuso terminada, y a su vez,
consideró que el trabajo de los físicos
consistiría en adelante en afinar los últimos
detalles. En esos lustros los físicos no cesaron en su
extrañamiento al constatar que suposiciones que se consideraban
imposibles en la física clásica, como el comportamiento
ondulatorio de las partículas y aquel de tipo partícula
de las ondas, lograban predecir comportamientos insólitos
-y de otra manera inexplicables-, como el de los electrones
en un átomo.
La mecánica cuántica integra estos comportamientos en su formalismo, pero necesita para ello romper con las ideas tradicionales. Se implica entonces que existe una imprecisión inherente a la naturaleza en las mediciones de la posición y la velocidad de una partícula, cuando éstas se realizan simultáneamente, como lo plantea el principio de incertidumbre de Heisenberg; se implica también que el valor de estas variables sólo puede ser predicho probabilísticamente y que sólo es posible asignarlo a alguna de ellas con certeza después de que se realiza su medición. Bohr y Heisenberg postularon que para dar una formulación consistente de estos hechos era necesario renunciar a premisas que se consideraban indispensables en la ciencia, como el determinismo y la objetividad, es decir, la idea de que la naturaleza se rige causalmente y la idea de que es posible describirla independientemente de su medición. En efecto, Bohr afirmó que "es incorrecto pensar que el objeto de la física concierne a investigar cómo es la naturaleza. La física concierne a lo que podemos decir de ella".
Pero no todos aceptaron el nuevo Evangelio. Einstein y otros se opusieron a la idea de que sólo el acto de medición "colapsa" a la variable de la partícula -su posición, por ejemplo- instantáneamente a un valor determinado y cuestionaron la imposibilidad de asignar la variable a la partícula antes de la medición. Peor aun, mostraron casos en donde la mecánica cuántica implicaba correlaciones "fantasmagóricas" que se transmiten por el espacio instantáneamente y que son necesarias para explicar la adjudicación de la variable "colapsada" a su valor, al realizarse la medición.
Aunque a lo largo del resto del siglo algunos físicos continuaron proponiendo interpretaciones alternativas, las investigaciones acerca de la materia, las moléculas, los átomos, los núcleos y las partículas elementales fueron tan fascinantes y productivas que la gran mayoría de los físicos prefirió dedicarse a ellas, usando la mecánica cuántica únicamente como instrumento y descansando apaciblemente en la almohada al evitar cuestionarse su interpretación. Pero antes del desarrollo de estas investigaciones, Einstein se daba por vencido de poder convencerlos: "Dejémosle (al creyente), entonces, reposar allí", concluyó.
Sin embargo, una investigación posterior ha sacado a muchos de ese letargo. En 1964 el físico británico John Bell demostró que cualquier teoría alternativa con variables adicionales que intentara adjudicarlas a las partículas antes de la medición, evitando así aquellas correlaciones "fantasmagóricas", entraría en flagrante contradicción con la mecánica cuántica. Se abría entonces la posibilidad de realizar una verificación experimental. Esta se realizó, y los resultados le han dado la razón a la mecánica cuántica.
Hoy no sólo permanece pendiente la interrogante de cómo se transmiten en el espacio las correlaciones "fantasmagóricas" entre las variables que se miden, sino también aquella de la forma en que se lleva a cabo el colapso mismo que asigna un valor a esas variables. Algunos experimentos se dedican a resaltar estos fenómenos para su estudio, pero las cuestiones fundamentales respecto a la interpretación siguen todavía sin resolverse. Para lograr un avance, Ƒserá necesario comenzar por cuestionar los conceptos mismos utilizados hoy como el de espacio?