La Jornada Semanal, 21 de mayo del 2000
A mi niña la tienes encerrada en una caja. Le haces sumergir las uñas
en un cristal para que no rasguñe al Sol. Yo bosquejo en mi ombligo
una margarita. Aborto, tras haber abortado un minuto antes, monstruos
que mascan sus propios dientes. Me burlo de ellos, mientras los ojos
se les escurren en pequeñas gotas. Pienso en mi hija que está metida
en tu cajita y espera un hermano menor a quien contarle su canción de
huesos.
Mi abuela ha tomado el fusil de caña.
Hablo poco.
Mi abuela ha llegado con su cuerpo de fusil y caña.
Dice que son los tiempos del tirano.
Llega a la planicie con sus
ojos secos
y con su silencio famélico a cuestas.
Le sorprende la
ciudad tan inmensa
el cielo de color desconocido
se desconcierta
por la falta de estrellas
y de cantos de grillos que guíen su
camino.
Los caminos infinitos de su cara
y la tierra de sus
manos son signos de lucha,
su figura de hambre y selva guarda cada
hijo
que ha nacido con la tona del dolor.
Sus labios musitan
súplicas a un dios:
anhela borrar el sueño
de su hijo muerto por
un soldado.
Encuentra sus
huellas pasadas en la ciudad de los lagos eternos.
Entre las
premoniciones de las lluvias
y las fotos de los muertos que gritan
¡ya basta!
anuncia el nuevo sol nacido de la roca
avisa de la
nueva luna vigilante.
Guarda silencio.
Las palabras se ocultan.
Sus labios reclaman los
oídos
lúgubres
sin nombre
sin nada que los ate a un
hombre
sólo al blanco y a las sensaciones
esperpénticas,
casi
miserables
en sombras,
en letras,
en labia
y en extraños
amantes
sedientos de pasión y agonía.
Quisiera no cansarnos
con este amor prolijo
dar al traste de un
soplo
con certezas y apremios
rumiar vacamente
el pasto de
este afecto
aducir que tu cuerpo
con el mío,
morosos,
independientemente
de cuántas madrugadas
de cuántos
avenires
de dictaduras tibias
reciben
la luz del
nacimiento
en ocultas bahías
de axilas con aromas
de visiones
que apuntan
las altísimas nieves
del arrobado tiempo
en que
nos contenemos.
Una noche, como un sueño,
Morirás entonces para ``quién sabe''.
Si nunca entendiste el sentido de la palabra,
morirás de verdad. Solo,
con todo y tu
mirada transparente.
No habrá necesidad de entender más
y la
mano de tu alma
no tendrá que asirse a la de dios alguno.
si te cortaron la
lengua
con el hachazo de una mirada adulta
cielo sobre desierto
y mar serán tus pies;
a nadie le importará si lloras de
estrellas
o tiritas de aguas congestionadas.
Nada tendrás,
pues,
nunca tuviste más que estas ganas locas
de morir ahora,
tan dentro de mi pecho,
tan zumbando en mi cerebro.
Y yo que
sólo sé decirte:
no mueras tan pronto, espejo.
Reflejo del vacío
o tal vez nada
Sólo el vacío
sólo el vacío
que ya sin mirarte
te
devora.
que libre de ti
se dedica
con tenacidad
y
eficacia
encomiables
a morderse
la cola.