Unos
20 niños, niñas y jóvenes de la calle viven en
el terreno baldío que está sobre calzada de Tlalpan. La
mayoría no lleva la cuenta del tiempo que ha pasado desde que
abandonaron sus hogares, pero dicen estar mejor que con su familia,
porque "aquí todos nos ayudamos".
Con papel, plásticos y telas construyeron pequeños "cuartos"
donde duermen ya sea en parejas o grupos. Y es que también hay
"matrimonios", algunos ya desintegrados, pero las adolescentes
ya conocen la maternidad:
Patricia
tiene 18 años. No se acuerda desde cuándo se salió
de su casa, "pero fue por problemas familiares, por falta de comunicación",
dice. Es madre de dos hijos: Alexis de un año y Karen de tres
meses.
¿El papá de los niños? Es un desobligado y drogadicto,
que se fue. "Nada más me dejó con el embarque"
cuando tenía tres meses de embarazo de la niña.
- ¿Si un día regresa, volverías con él?
- No, pues ya no porque el tiempo que yo lo necesite, cuando yo deveras
hubiera querido que me dijera "¿sabes qué Patricia?,
que vamos a armarla, que yo estoy contigo", más que nada
un apoyo moral, pues hubiera sido diferente de que nada más agarró
sus cosas y se fue.
La joven mujer acepta conversar con Triple Jornada, mientras a la pequeña
Karen la cuida uno de los muchachos, que también vive en el terreno
baldío.
"Aquí nos ayudamos, luego traen jitomates y otras cosas
para hacer de comer", comenta Patricia y recuerda cuando se embarazó
por primera vez: "pensé que íbamos a cambiar nuestra
forma de pensar, nuestra forma de actuar y que seríamos más
maduros y responsables. Pero no. Mi marido no trabajaba ni hacía
nada".
Ahora, Patricia vive de lo que la gente le da. En el mercado consigue
para comer y también para comprar pañales y leche para
Karen porque Alexis vive con su abuelo materno. A los dos los quiere
y "cuando me embaracé, la doctora me preguntó si
quería abortar. Le dije que no las dos veces, porque son míos
y ellos no tienen la culpa de lo que hagan sus padres".
Aún bajo los efectos del thiner que ha inhalado, Patricia dice
que quiere cambiar su forma de vida. "Estoy bien en la calle, pero
este no es un lugar muy padre para tener a nuestros hijos".
"El día que una persona llegue y me diga 'sabes qué,
nosotros te podemos proporcionar la ayuda que estás necesitando
para que tu hija esté bien', lo voy a aceptar para que salgamos
adelante. Lo que quiero es que me apoyen con un cuarto y un trabajo
para que yo después pueda sostener un hogar donde yo viva, porque
tampoco está bien que traiga a mi hija para acá y para
allá".
En el mismo
terreno vive Andrea, pero "todavía no le cae el veinte",
dice Gabriela, una joven de 22 años que también es madre.
Y es que Andrea, de 17 años de edad, tiene la mayor parte del
tiempo su "mona" (trapo con thiner) que inhala constantemente,
igual que el resto de los niños y jóvenes que viven en
el predio de Tlalpan.
Andrea parece ausente y aunque sonríe y está dispuesta
a conversar, no parece poner atención. Sin embargo, no descuida
a su hija Alejandra, de ocho meses de edad. "Ya come de todo -dice-
por eso está gordita". Efectivamente, a pesar de las condiciones
en que vive, la pequeña Alejandra pesa entre 8 y 9 kilogramos.
El papá de la niña se fue "por muchos problemas,
pero a mí me gustaría trabajar y más que nada que
mi hija esté bien".
- ¿Cuándo piensas irte a vivir a otro lado?
- Hasta que yo quiera
- Pero ¿todavía no has querido?
- Sí...
Luego de una pausa, voltea hacia la reportera y con su mirada semidormida,
Andrea dice que no se siente bien para seguir hablando. Lentamente se
levanta, toma a su hija y se aleja hacia donde está el resto
de sus compañeros con sus "monas".
Gabriela
ocupa uno de los cuartitos del terreno. Tiene a su hija Sofía
de tres años de edad y a diferencia del resto de los niños
y jóvenes que viven en ese lugar, "a mí me urge salir
de aquí. Ya no quiero estar pero no tengo a dónde ir,
ni un trabajo para poder sostener a mi niña".
Cuando tenía 10 años Gabriela se salió de su casa
porque su mamá le pegaba, pero lo peor fue que su padrastro quiso
abusar de ella y nadie le creyó. "Mi mamá me dijo
que su marido no podía fijarse en mí porque estaba muy
ñanga. Entonces me fuí".
El papá de Sofía también está en el terreno
de Tlalpan y "desgraciadamente vivo con él"
- ¿porqué desgraciadamente?
- Porque no me saca de aquí. El no quiere irse. Yo sí,
pero también necesito que alguien me ayude.
- Ahorita ¿qué haces?
- Ayudo a una señora a hacer arreglos florales. Ahí puedo
tener a mi hija, pero mi patrona no sabe que vivo en la calle. Ella
cree que vivo en una casa normal y que mi vida es normal.
- ¿porqué no le dijiste la verdad?
- Lo que pasa es que, mira, muchas veces no nos dan trabajo porque somos
de la calle. La gente dice que tenemos malas mañas y no nos tienen
confianza.
Por haber salido tan pequeña a la calle, Gabriela únicamente
terminó su educación primaria y en los trabajos "te
piden por lo menos la secundaria".
Recuerda que en una ocasión se fue a trabajar a una casa. "Me
fui cuando estaba embarazada porque el papá de mi hija es un
irresponsable. Estuve dos años cuidando a una señora que
estaba enferma, pero el señor que también vivía
ahí se quiso pasar conmigo. Me tuve que salir y regresé
acá".
"¿Sabes qué me gustaría? Me gustaría
tener un trabajo estable y más que nada que cuidaran a mi hija
para que yo pudiera trabajar. Quisiera tener un cuarto para mí
y para mi hija".
Enseguida, Gabriela comenta que no le gustaría ir a una institución
"porque son muchos problemas". Una vez ya estuvo en una, "pero
era muy feo. Las chavas se peleaban hasta por la comida. No quiero que
nadie le diga nada ni le grite a mi hija. Por eso yo mejor quisiera
tener un cuarto".
Mientras Gabriela platica, Sofía no deja de caminar, correr y
recoger todo lo que encuentra a su paso. De vez en vez, Gabriela le
habla para que se acerque con ella. Comenta entonces de cuando se enteró
que estaba embarazada:
"Yo no sabía hasta que tenía tres meses. No lo planeé,
pero sí deseaba tener a mi bebé. Desde que me junté
con mi chavo yo quería ser mamá y cuando se dio dejé
la droga y dije 'le voy a echar ganas'. Le dije a él y según
sí me apoyaba.
Yo he tratado de salir, pero no puedo por él, porque haz de cuenta,
no me deja hacer mi vida. Ultimamente he estado buscando cuartos y que
alguien me ayude económicamente o a conseguir muebles y a él
ya le dije 'si no te quieres ir, yo sí me voy'. Pero no, no quiere
porque dice que aquí no paga renta, ni luz. Se le hace más
fácil.
- Pero ¿a ti no te importaría dejarlo?
- No, porque nunca me ha ayudado con la niña. Cuando trabaja
pues nada más es para él. A veces me da 50 pesos, pero
no me sirven para nada y ahora ya mejor le cobro. Si quiere que lave
su ropa, que me pague.
Para Gabriela, la maternidad es una gran responsabilidad y "en
la medida de mis posibilidades trato de tener a Sofía lo mejor
posible. Le doy de comer. Yo sola la he sacado adelante como Dios me
da a entender. Ha estado enferma y yo sola he estado con ella".
- ¿Tendrías otro hijo?
- No. Para qué voy a traer otro hijo a que sufra como ella sufre.
Luego mi chavo me dice que me embarace pero no.
- Entonces te estás cuidando..
- Una vez tomé medicamento pero subí mucho de peso. Luego
me pusieron el dispositivo, pero me lastimaba horrible y fui a que me
lo quitaran. Después traté de que él usara preservativo
pero no le gustan. Entonces supuestamente con el ritmo me cuido.
- Pero eso cualquier día falla.
- Pues sí, pero haz de cuenta últimamente yo ya no tengo
relaciones con él, por lo mismo. El se enoja pero no me importa
porque yo ya no quiero otro hijo. Pero en caso de que, Dios no lo quiera,
llegara a salir, pues ni modo tendría que echarle ganas.
Ahorita lo que me urge es salir de aquí, porque mi hija ya necesita
ir a la escuela, además de que me da miedo de le vayan a hacer
algo... es mujer y no quiero que le pase lo mismo que a mí. Quiero
que ella esté mejor.
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