En
Bolivia recientemente dos casos relacionados al aborto han puesto nuevamente
en primer plano el tema. El primero fue el caso de una joven mujer indígena
que fue denunciada por su esposo cuando recurría al aborto y
por tanto, la policía intervino deteniendo al médico que
había practicado el aborto y a la mujer. En el segundo caso,
una niña de 12 años que fue violada por su padrastro,
y quien ganó un juicio que permite interrumpir el embarazo en
estos casos, sin embargo los médicos se niegan a cumplir el dictamen
legal aduciendo que mellaría su reputación. Más
aún, bajo el temor generado por la iglesia Católica que
ha declarado que ese embarazo debería continuar. Entre tanto
la niña que no quiere, ni está en condiciones de proseguir
el embarazo debido a su precaria salud, continúa sufriendo por
la indolente negativa de la comunidad médica que se niega a aplicar
la ley.
Estos dos casos muestran claramente qué injustas son las leyes
que penalizan el aborto (en Bolivia el aborto el legal solamente en
caso de estrupro, violación o peligro de salud de la madre),
y qué ni siquiera en los casos estipulados por la ley éste
se puede aplicar porque la cultura machista y religiosa lo considera
un delito.
Esto es sólo una muestra más de la hipocresía que
está tan bien apuntalada en la sociedad, ya que el aborto es
una práctica frecuente en la mayor parte del mundo porque es
una verdadera necesidad. Lo que es una gran injusticia es que mientras
que las mujeres de clase media o alta lo pueden realizar en las mejores
condiciones clínicas, a las mujeres pobres se las condena como
si estuvieran realizando el peor de los crímenes. Es un derecho
elemental de cualquier ciudadana/o decidir sobre su propio destino:
en el caso de las mujeres, tener un hijo o no, implica tomar una decisión
de muy largo plazo sobre sus aspiraciones y proyectos de vida.
El traer una criatura al mundo es una de las más altas responsabilidades
en nuestras vidas, no se trata simplemente de parir, sino de alimentarlo,
de darle una educación, cariño y velar por su desarrollo
físico, intelectual y moral. Por eso caben las preguntas: ¿con
qué derecho las leyes y otras instancias sociales pueden tomar
esta decisión que sólo corresponde a la dueña del
vientre que genera un nuevo ser? ¿Qué derecho tenemos
de obligar a la mujeres a tener niños como los animales que no
pueden controlar su fertilidad? ¿Qué derecho tiene la
sociedad de inmiscuirse en decisiones tan personales sobre el propio
cuerpo de la mujer? ¿Cómo es posible que una sociedad
sea tan autoritaria que se crea en el derecho de obligar a alguien a
parir un niño no deseado, más aún sin garantizarle
ningún futuro?
Bien sabemos que en nuestro medio machista muchas mujeres son obligadas
a tener sexo con su esposo aunque no lo deseen. ¿Es entonces
moral cargarle a ella el peso económico y emocional de un niño
no deseado, concebido a veces en condiciones de repulsión? ¿No
nos conmueve acaso ver tantos niños abandonados en las calles?
¿No nos conmueve la miseria humana de los niños presos
de todo tipo de adicciones? ¿No nos conmueve que tantos niños
pasen hambre y sobrevivan en las peores condiciones imaginables? ¿Es
posible acaso que a nombre de la ley o de la religión se pueda
condenar a tanto sufrimiento a madres y a niños que no tienen
la posibilidad de satisfacer sus necesidades más elementales?.
Para crear una sociedad de hombres y mujeres de bien, es fundamental
que los niños sean queridos y deseados desde el vientre, si eso
no ocurre es mejor no traer un niño al mundo. ¿No es acaso
mejor que se elimine apenas un núcleo de células, antes
de que una criatura venga a padecer al mundo?
No se debe dejar de considerar que una mujer al abortar está
asumiendo una actitud de absoluta responsabilidad moral, porque no es
moral traer al mundo niños no deseados a los que, además,
no se está en condiciones de educar y brindarle los cuidados
y la dedicación que merecen. Es hora que nos dejemos de posiciones
pseudomoralistas. No olvidemos que a nombre de la moral durante toda
la historia se han cometido todo tipo de atrocidades. La moral responde
a las condiciones y circunstancias sociales de cada época. Es
hora que pensemos con la racionalidad que exigen nuestros tiempos y
aprovechando los avances científicos. Pensemos un momento en
los millones de niños abandonados en el continente y tengamos
más compasión por los que sufren, sólo así
se podrán eliminar rémoras sociales como la de penalizar
el aborto en estos tiempos.
|