Lunes en la Ciencia, 8 de mayo del 2000
El último
Carlos H. Avila Bello
Cuando junto con José Gómez Quiles
escribí acerca de la situación que guarda la
investigación en el INIFAP, me prometí no escribir
más acerca de una institución en que la mayor parte de
los jefes de campo y directivos no muestra interés en las
críticas constructivas. Sin embargo, dos hechos me motivaron a
escribir lo que será mi última contribución
relacionada con el instituto (para beneplácito de sus
directivos, aunque como dice ahora el dicho, seguramente ni nos ven ni
nos oyen): en primer lugar, los comentarios de algunos ex
compañeros que nos favorecieron con su lectura y los de otros
con los que he tropezado casualmente en la calle, relacionados con lo
mal que se encuentra el INIFAP, las trabas para que algunos, no todos,
los compañeros realicen estudios doctorales, el poco dinero que
se tiene para llevar a cabo investigación, los favoritismos,
"la incongruencia de mandar gente a estudiar cosas que no pueden
aplicar en nuestro mundo, o cómo resolver problemas de alta
tecnología pero no a cómo ayudar al temporalero" y un
largo etcétera; en segundo lugar, aparentemente se piensa que
fuimos los únicos valientes, Ƒo estúpidos?, que se
atrevieron a cuestionar la situación actual del INIFAP. Me
parece que una pregunta fundamental queda aún sin respuesta y
tal vez sea la que originó buena parte de los problemas
actuales del instituto: Ƒes conveniente que una persona ignorante
del proceso de investigación científica, con una idea
muy limitada de lo que es la agricultura de este país, sus
recursos naturales y humanos, y encima autoritario (realmente un jefe
y no un líder), dirija una institución
científica? Voy a valerme de un hermoso poema de Bertold Brecht
para sintetizar este último mensaje a los investigadores
honestos y preocupados por el quehacer científico dentro del
INIFAP:
El autor es estudiante doctoral del Programa de Agroecología en el Colegio de Posgraduados.