Iván Restrepo
ƑFin a ladrilleras contaminantes?
Quienes estos días llegan a la capital del país por avión, presencian un impresionante espectáculo: varios kilómetros antes de entrar al valle de México se observa una densa capa gris que impide la visibilidad. Son los contaminantes atmosféricos, y entre ellos las partículas provenientes de diversas fuentes. Ni siquiera las lluvias de los últimos días han logrado dispersarla. Miles de hectáreas erosionadas, millones de vehículos, las chimeneas de la industria, los incendios contribuyen a conformar esa densa nata que afecta la salud pública y al medio en general.
Una de las fuentes que contribuyen a dicha contaminación son los hornos ladrilleros, un viejo problema ambiental, social y de salud. En el área metropolitana de la ciudad de México funcionan más de mil con sistemas tecnológicos obsoletos que causan serios problemas a quienes trabajan en ellos, más de 20 mil personas, así como a la población en general. Solamente en el estado de México hay más de 500 hornos de donde obtienen sus ingresos unas 10 mil personas. Se hallan ubicados especialmente en Chalco, Ixtapaluca, Coyotepec, Huixquilucan, Acolman y Teotihuacán. Familias enteras se dedican a las tareas de amasar el lodo, formar las compostas para armar los ladrillos y acarrear los materiales que se queman en los hornos. Ni siquiera los niños escapan a esa labor. Se trata generalmente de leña y aserrín, aunque a veces también llantas y aceites de reuso. Esa combustión origina al año más de dos mil toneladas de contaminantes, principalmente partículas suspendidas.
Las autoridades iniciaron el año pasado la modernización tecnológica de esos hornos. Pero la mayoría de los dueños la cuestionan porque es a base de energía eléctrica, lo que eleva los costos notablemente disminuyendo los ya de por sí bajos márgenes de ganancia que ahora tienen. Se han entregado apenas cerca de 200 equipos nuevos, pero se desconoce si funcionan bien y benefician realmente a quienes viven de elaborar ladrillos. Además, la empresa responsable del proyecto no cumplió el contrato firmado por lo cual está demandada por las autoridades de la vecina entidad.
Pero hay una buena noticia: en Oaxaca, donde la producción artesanal de ladrillo causa graves problemas por el deficiente sistema de cocción y la utilización de materiales combustibles muy nocivos, hay un horno de alto rendimiento y baja contaminación. Sus ventajas parecen enormes. Por ejemplo, incrementa 35 por ciento la capacidad de producción; disminuye de 24 a 12 horas el tiempo de cocción, aumenta 25 por ciento la calidad del producto, los hornos se alimentan en forma mecánica y las emisiones contaminantes se reducen 96 por ciento.
El horno prototipo oaxaqueño se debe a un humilde ladrillero de 50 años, Timoteo Martínez, quien contó con apoyo local y de investigadores del Centro Interdisciplinario de Investigación para el Desarrollo Regional. Construirlo cuesta cerca de 68 mil pesos, mismos que se recuperarían en poco tiempo por las ventajas productivas que tiene y los beneficios que trae en todo sentido. El gobernador de Oaxaca prometió cubrir con fondos públicos la mitad del costo como una inversión social y de salud. Mas todavía no comienzan a instalarse por causas que se desconocen.
Este prototipo resulta muy ventajoso para el área metropolitana de la ciudad de México y otras partes del país, como Ciudad Juárez, Puebla y Guadalajara, donde las ladrilleras tradicionales son problema grave. No modernizar esa actividad en beneficio de quienes se dedican a ella en condiciones desventajosas, no tiene entonces ya pretexto. Más si en los mensajes de algunas dependencias gubernamentales se habla del apoyo a los pequeños productores, la niñez y las mujeres. En fin, a garantizar, por enésima vez, la salud y el trabajo digno de los mexicanos.