DOMINGO 30 DE ABRIL DE 2000



mille

Millennium


Exodo

y liberación


Enrique SEMO


Exodo es el modelo para la historia del progreso, pero también para una historia en la cual un pueblo, todos los pueblos, se mueven de la tiranía al reino de la justicia

Casi en los mismos días, los exodus.gif-2 cristianos conmemoran la Pasión de Cristo, y los ju- díos, el Exodo de Egipto. La historia-leyenda de la liberación de los hebreos de la esclavitud en Egipto, su larga peregrinación en el desierto bajo la dirección de Moisés y su llegada a la tierra prometida de Canaán en el siglo XIII a.C. ha capturado durante siglos la imaginación de revolucionarios y reformadores sociales en el mundo occidental. La explotación y la corrupción en la cual estaban sumidos los judíos en las tierras del Nilo, el pacto del Sinaí y la conquista de la libertad en la nueva patria, regresan una y otra vez como imágenes inspiradoras en los discursos y los escritos de los hombres y las mujeres cuya imaginación ha sido encendida por la llama de la revolución y la redención humana. Frecuentemente la revolución ha sido imaginada como una realización de las ideas del Exodo, y los libros que en el Antiguo Testamento relatan la historia, como un programa para la revolución.

La historia ha sido reinventada e interpretada innumerables veces, sobre todo por creyentes que encontraron en el texto no sólo un registro de los actos de Dios en el mundo, sino una guía de acción para el pueblo escogido, vale decir, para la vanguardia, ellos mismos. Sus interpretaciones pueden ser equivocadas, pero su efectividad para explicar su actividad y encender la imaginación de otros hombres y mujeres sometidos a la explotación y la pérdida de la dignidad ha sido probada más allá de cualquier duda.

Los libros que narran el Exodo han sido una inagotable fuente de inspiración para las luchas de los negros estadunidenses contra la opresión y la discriminación. Algunos de nosotros recordamos todavía el Let my people go! que Paul Robson cantaba con su profunda voz de bajo en los aciagos días del macartismo. En los años sesenta y setenta, los predicadores negros del Sur de Estados Unidos pronunciaron innumerables sermones que encontraban en el Exodo abundante inspiración para describir e interpretar su gesta por la igualdad. El restallar del látigo sobre las espaldas de los esclavos en las grandes obras públicas; la rebelión de Moisés que mata al capataz del faraón que golpea a un esclavo judío; la resistencia de Ramsés II (1304-1237 a.C.) a dejarlos ir y las plagas enviadas por Dios para vencerlo; la reticencia de los ex esclavos a pagar el precio por la libertad en sufrimientos y peligros; el pacto entre Dios y su pueblo al pie del Monte Sinaí, codificado en los Diez Mandamientos destinados a asegurar la justicia y la virtud en el pueblo escogido; la llegada a la tierra prometida que no es otra que el reino de la libertad... aparecen bajo mil formas en la voluminosa literatura que acompaña a esos movimientos. Los sermones negros contemporáneos se inspiran en una larga tradición que se remonta a los días de la esclavitud y que incluye no sólo la esperanza, sino también la alegría y la fiesta asociada con ella.

Esas ideas y problemas están en los sentidos sermones que sobre el libro del Exodo pronunció el monje radical Girolamo Savonarola (1452-1498) en ese último año y que lo llevaran a su ejecución. Reaparecen profusamente en los textos inspirados por las guerras campesinas alemanas de principios del siglo XVI y en los argumentos más radicales de Juan Calvino (1509-1564), uno de los importantes reformadores protestantes. Están también presentes en la Revolución Estadunidense. En 1776, Benjamin Franklin propone que el Gran Sello de Estados Unidos muestre a Moisés con su cayado levantado y al ejército egipcio ahogándose en el mar, mientras que Jefferson proponía una imagen más pacífica: la columna de judíos marchando en el desierto guiados por los pilares de nubes y fuego enviados por Dios.

El Exodo juega un papel destacado en la teología de la liberación latinoamericana. En los años setenta, los trabajos más interesantes sobre el tema se escriben en Argentina, Perú, Brasil y Colombia. Andrew Kirk ha escrito una voluminosa obra sobre la centralidad del libro del Exodo en la teología de la liberación. Y el teólogo argentino Severino Croatto escribe: "Si tomamos el Exodo como nuestro tema, lo hacemos porque en él la teología latinoamericana encuentra un sostén central y una luz inagotable". En su libro Exodo, la hermenéutica de la liberación, sostiene que el énfasis en la intervención divina en el Exodo es propia al lenguaje religioso y que no significa que las cosas hayan pasado así en la historia. Según él lo que el texto nos dice es simplemente que un proceso liberador que tiene todos los rasgos de un suceso político puede ser interpretado, o mejor dicho debe ser interpretado, por una conciencia cristiana, como la voluntad de Dios.

El Exodo es el relato de una liberación en la cual los milagros juegan un papel, pero no es un suceso milagroso en sí mismo. Los hebreos no son mágicamente transportados en un tapete volador a la tierra prometida. Tienen que caminar durante décadas y enfrentar obstáculos, crisis de conciencia, luchas internas que los llaman una y muchas veces, a tomar decisiones en condiciones extremas. Exodo no es un relato de aventuras que se inicia y termina en casa, como la Iliada, en la cual la esposa, el hijo y el sirviente esperan, pacientes, el regreso del héroe. Para los judíos, Canaán es una patria nueva. Nadie los espera allá para acogerlos y no saben exactamente qué encontraran. El Exodo no es el errar de un vagabundo, es un viaje con una meta. No es como el Génesis la historia de un individuo o una familia, sino la historia de un pueblo. Moisés juega, es verdad, una papel importante, pero no personal, sino político. Es el dirigente de un pueblo y el mediador entre él y Dios.

Exodo es una historia sobre esclavitud, rebelión, libertad y la ley. La atracción de la historia del Exodo sobre generaciones de revolucionarios y radicales está en su permanente movimiento de una situación a otra. En su itinerario de la esclavitud a la libertad, en la idea de un objetivo prometido, encuentran una respuesta a sus propias preocupaciones. El movimiento geográfico es fácilmente traducido en el movimiento de un régimen a otro. El paso de Egipto, tierra de esclavitud, a Canaán, tierra de libertad, se identifica con el ascenso de la necesidad a la libertad. Exodo es el modelo para la historia del progreso, pero también para una historia en la cual un pueblo, todos los pueblos, se mueven de la tiranía al reino de la justicia.*