La Jornada lunes 24 de abril de 2000

León Bendesky
Futuro

Un asunto y sólo uno me gustaría escuchar en el debate entre los candidatos a la Presidencia, y ése tiene que ver con el futuro de este país. Hablo del porvenir de la sociedad, o sea, de los habitantes, de la calidad de su vida, de sus oportunidades, de sus expectativas, de los posibles horizontes de su existencia. Esto va mucho más allá de las medidas específicas para enfrentar la administración del gobierno, allegarse recursos y gastarlos bien. Es claro que esperamos que esto lo haga bien el gobierno, y quien lo encabece a partir del próximo mes de diciembre, y sabemos, por supuesto, que es mucho lo que se puede y debe hacer en ese terreno en el que las experiencias recientes han sido muy malas.

Es poco probable que en el breve tiempo que tienen los candidatos para participar en este debate expongan un planteamiento original con respecto a las ofertas de gobierno que han venido haciendo ya por varios meses; reiterarlas puede ser un grave error estratégico.

En el momento del debate ya no habrá cabida para más programas de computadoras, para más ofertas de créditos populares, para plantear políticas agrarias o industriales, o para exigir reformas legales. Es difícil que los seis personajes que tendremos enfrente se hayan guardado un as bajo la manga con respecto a estos temas y, sobre todo, que con ello puedan convencer a los electores para darles su voto. Cualquier argumento en este sentido será un desperdicio de un valioso tiempo frente a las cámaras y los micrófonos. De igual manera, los ataques y las descalificaciones personales que ya se han propinado, no entretienen más y sólo podrán servir para un lucimiento efímero o hasta para descargar alguna frustración, que sería más sano tratar en un diván en el discreto entorno del consultorio, eso sí, de alguna buena analista.

ƑQué oferta tienen los candidatos sobre el futuro de México? La verdad es que no sabemos qué visión tienen del futuro y cómo piensan sentar las bases para construirlo.

Primero habría que decirles que el futuro va más allá del próximo sexenio y que con las acciones que hasta ahora han anunciado los aspirantes presidenciales en sus campañas no es claro cómo se irá más allá de ese limitado horizonte.

Una cosa que hay que reconocerle al proyecto que se impulsa en el país desde mediados de la década de 1980, en las tres vertientes que lo han administrado, es que tiene una coherencia interna. Ese proyecto se ha fortalecido en ciertas direcciones y se ha debilitado en otras, y tal vez no resista una cuarta versión. Su principal limitación es la estrechez de sus miras con respecto a la sociedad que dirige, y ello expone cada vez de modo más abierto su mediocridad. Lo que se pondrá a prueba el próximo 2 de julio es si ha habido una saturación acumulativa en la sociedad que provoque un cambio de partido en el gobierno.

Pero ésa es sólo una parte del asunto y tiene que ver con el ejercicio formal de la democracia, que servirá para renovar al gobierno y al Congreso. Sin embargo, hasta ahora, no tenemos evidencia alguna de que en esta elección esté en juego una visión robusta de lo que se quiere para el país; una visión a la que se sumen las aspiraciones de una colectividad y no sólo los votos en las urnas, cuya única eficacia será llevar a alguien a palacio.

Todo futuro se alcanza, eso parece físicamente inaplazable, cuando menos en nuestras mundanas vidas; el asunto es llegar a uno que tenga una cierta definición y que se va construyendo y moldeando, lo que significa abandonar este camino en el que estamos y en el que el futuro que se alcanza tiene visos recurrentes de fatalidad. Ese es el tamaño del problema. El debate es una oportunidad, tal vez la última, de lanzar un mensaje, aunque sea breve, que diga algo sobre ese futuro. Si México sigue atrasado en muchos campos de la economía, la tecnología, la educación, el bienestar social, es claro que un gobierno debe actuar para cerrar esas brechas, pero el mayor atraso de nuestra sociedad, ahí donde las divergencias son cada vez más grandes con otras sociedades, está en que tiene borrosa su noción de futuro, y ahí es donde el eficientismo chato en el que vivimos se topa con la pared y ahí es, sobre todo, donde se extraña, y mucho, el liderazgo político.