La Jornada Semanal, 23 de abril del 2000
Raíces del
Brasil es el título del gran ensayo de redescubrimiento de Brasil
que en 1936 escribió el historiador Sérgio Buarque de Holanda. Sin
embargo, en el Brasil de los años treinta, el tema de las ``raíces de
Brasil'' no fue solamente suyo. En el mismo contexto de explicación de
los rasgos fundamentales de la sociedad brasileña que siguió a la
Revolución de 1930 en Brasil, se pueden mencionar otros autores
importantes. Entre ellos sobresale el antropólogo Gilberto Freyre, que
en 1933, con su Casa Grande y Senzala, abre camino a una nueva
interpretación de la formación social brasileña.* La imagen que Brasil
ha tenido de sí mismo a partir de las reflexiones de la década de los
treinta habría sido impensable sin la contribución de Sérgio Buarque
de Holanda y Gilberto Freyre. Sin embargo, si estos dos autores se
encuentran en un mismo contexto de redescubrimiento de Brasil, en
cuanto a su tema, no se puede decir lo mismo del
resultado de sus interpretaciones: las visiones que uno y otro
presentan de Brasil y de sus raíces son muy distintas e, incluso, en
muchos aspectos, opuestas.
El punto de partida de Freyre y de Buarque de Holanda es, en principio, el mismo: la formación de Brasil como colonia portuguesa. Pero mientras Casa Grande y Senzala nos ofrece un panoramaÊextremadamente amplio del funcionamiento de la sociedad colonial brasileña, Sérgio Buarque de Holanda sólo aborda sus rasgos fundamentales, con el propósito de ilustrar las tesis sobre las que fundamenta su interpretación de Brasil. De ahí que, si Casa Grande y Senzala es la más rica de las dos obras, desde el punto de vista descriptivo, Raíces del Brasil es seguramente más analítica y precisa.
ÊLa exposición
de Freyre se apoya en una idea central: la concepción del Brasil
colonial como una sociedad agraria, esclavista e híbrida.
Agraria porque la economía del país se basa, hasta mediados del siglo
XVIII, en el cultivo del azúcar en las inmensas haciendas del noreste
brasileño, pero también por el peso que resulta de tener esa base
agraria en la organización de la sociedad brasileña como un todo:
según nos expone Freyre, la vida social del Brasil colonial estaba
estructurada en torno a las relaciones típicas de los ingenios
azucareros. Estos se caracterizaron, según Freyre, por la relación que
da título a la obra: por un lado, la Casa Grande, la casa de los
señores de los ingenios azucareros, los hacendados dueños de poderes
sobre la vida y la muerte en el interior de las vastas extensiones de
tierra donde vivían al lado de sus familiares y agregados, teniendo un
contacto muy esporádico con poblaciones urbanas; y, por otro lado, la
Senzala, la casa de los esclavos negros de origen africano, parte de
las posesiones sobre las cuales los señores tenían poderes
absolutos. De ahí el segundo aspecto de la descripción freyreana de la
sociedad colonial brasileña: el esclavismo. A partir de la
contraposición e interdependencian de esos dos polos, Freyre hará su
descripción de la vida de los brasileños en la época de la colonia,
siempre a partir de la vida en la Casa Grande, la cual conoce muy
bien: era nieto de un hacendado del azúcar del estado de
Pernambuco. Sus descripciones -incluso de los detalles cotidianos más
íntimos relacionados con los hábitos de alimentación, higiene y vida
sexual- son de una rara riqueza y de un estilo que cautiva por su
naturalidad y apertura.
Pero la novedad de la interpretación freyreana y el impacto que tuvo en la época de su publicación no se debieron solamente al cuidado del trabajo etnográfico. Fue el tercer aspecto de su caracterización de la sociedad brasileña el que provocó en los brasileños de los años treinta, según testimonios de intelectuales connotados, una explosión de deslumbramiento: la explicación y valorización de la sociedad brasileña como una sociedad híbrida, es decir, mestiza en los planos étnico y -sobre todo- cultural. Así, Freyre no sólo contradecía gran parte de los estudios sociológicos brasileños sino también la comprensión de sí mismosÊque tenían amplios sectores de la sociedad brasileña acerca de su propia formación étnica y cultural. Al contrario de aquellos estudios -frecuentemente de carácter nítidamente racista-, Freyre hacía del mestizaje étnico y cultural que operó en Brasil desde los primeros tiempos de la colonización, el fundamento de la riqueza cultural brasileña: en primer lugar por los contactos, ya en los inicios de la colonización, entre las culturas indígenas y la portuguesa; pero sobre todo -y a veces injustamente en detrimento de la cultura indígena- por la mezcla propiciada por el intercambio entre la Casa Grande y la Senzala.
¿Qué
consecuencias tiene esta interpretación de las relaciones entre la
Casa Grande y la Senzala para una comprensión de los orígenes de la
sociedad brasileña? Quien lea con atención a Freyre no podrá dejar de
ver que de ahí surge una imagen demasiado benevolente de la sociedad
que posibilitó la hibridación cultural: la sociedad agraria esclavista
que los portugueses y sus descendientes implantaron en el continente
americano. El autor llega al punto de dejar entrever cierta nostalgia
por ese pasado agrario colonial, pasando por alto los horrores de la
esclavitud. Esta actitud, junto con el conservadurismo que marcó
muchas de sus concepciones políticas, fueron los motivos por los que,
hasta hace relativamente poco tiempo, Freyre fue olvidado por gran
parte del medio intelectual brasileño. Pero también es verdad -y la
causa del reciente ``redescubrimiento'' de su trabajo- que de Casa
Grande y Senzala debe hacerse una valorización, inaudita hasta el
momento de su publicación y todavía hoy necesaria, de la importancia
de la cultura afrobrasileña, y una visión por lo menos un poco más
exacta de lo que fueron y son las raíces (incluidas la portuguesa y la
indígena) de la cultura brasileña.
La nostalgia del pasado colonial es algo que no se puede ver en el análisis de las Raíces del Brasil de Sérgio Buarque de Holanda. Tampoco se encuentra en esta obra la riqueza de detalles con la que Gilberto Freyre describe la formación del Brasil colonial. Raíces del Brasil es, como se afirmó, una obra de interpretación y análisis y, en la exposición de sus tesis, no hay lugar para las descripciones de la vida cotidiana en el periodo colonial, que constituyen uno de los aportes de Casa Grande y Senzala. Sin embargo, el ensayo de Sérgio Buarque de Holanda permite ver las raíces del Brasil desde un punto de vista que parece ser único en las interpretaciones de los años treinta: en lugar de una detallada exposición retrospectiva del Brasil agrario colonial, Raíces del Brasil ofrece un estudio histórico escrito claramente en función del presente e incluso del futuro de Brasil.
En tanto que obra de interpretación, Raíces del Brasil intenta establecer ejes de análisis a partir de los cuales se puedan explicar algunos rasgos fundamentales de la sociedad brasileña en la década referida, la cual debería su forma a la herencia portuguesa. Pero al hablar de la formación colonial portuguesa, al contrario de Gilberto Freyre, Sérgio Buarque no se interesa por el carácter híbrido de la cultura brasileña; le preocupan más -y es a lo que se refiere al hablar de forma- las consecuencias de la herencia portuguesa (evidentemente menos atribuible a un supuesto carácter innato de los portugueses que a las vicisitudes históricas a las que el propio Portugal estaba sometido) tanto para la vida social y cultural como para el carácter de las instituciones políticas de Brasil, incluyendo algo que podría ser llamado cultura política.
Los ejes a
partir de los cuales Sérgio Buarque organiza su exposición se apoyan
en algunas distinciones, organizadas en pares de opuestos, con las que
el autor caracteriza la colonización portuguesa en el Continente
Americano, oponiéndola a otros tipos de empresas en la historia, en
particular a la colonización española. Fundamental en esas
distinciones -que podrían dar lugar a reflexiones más detalladas- es
una disyuntiva central que incluye a las anteriores. Se trata de la
contraposición entre dos Brasiles: por un lado un Brasil
rural, al que se podría llamar premoderno y que, según
el autor, se caracterizaría por la forma heredada de la colonización
portuguesa -este es el Brasil al que el autor dedica gran parte de su
análisis-; y, por otro lado, un Brasil urbano, moderno, que el
autor ve surgir en aquel momento y que aparece como opuesto al
anterior.
Queda claro que el Brasil al que se refiere Sérgio Buarque de Holanda al hablar del Brasil rural es básicamente el mismo Brasil por el que Gilberto Freyre siente nostalgia: el Brasil agrario, esclavista, del cultivo del azúcar, con su cultura tradicional (y prolongado hasta el siglo XX). Al describir ese Brasil y oponerlo al urbano se suman nuevos aspectos a la contraposición fundamental ya mencionada. La vida rural se podría vincular, desde el punto de vista de las élites hacendadas, al gusto aristocrático (ése sí nítidamente premoderno) por el ocio, en oposición a cualquier tipo de trabajo que exija algún tipo de esfuerzo y concentración. Asimismo, se le podría vincular también con la cultura personalista, aneja al tipo de abstracción necesaria para la conformación de la idea moderna de individuo, lo que imposibilita en la vida política la distinción necesaria entre lo público y lo privado y contribuye a la caracterización, central en Raíces del Brasil, del brasileño como ``hombre cordial'', es decir, movido más por el corazón y las emociones privadas y menos por criterios racionales y abstractos. Las consecuencias de tal formación social para la vida intelectual y política del país son muy importantes: el temor e incluso el desprecio por todo lo que exija esfuerzo, concentración y trabajo da como resultado el horror a la necesidad de tener algún tipo de interacción con la ``triste'', ``dura'' realidad concreta del país, haciendo preferible optar -tanto para la organización política como para la vida cultural en general- por ideales importados, concepciones ajenas y soluciones prácticas previamente pensadas. Sin embargo, mientras dichos ideales no puedan vincularse con la realidad del país, sólo tendrán el efecto de formas muertas, ajenas a lo que sucede en la sociedad y, por eso mismo, inocuas -como, según Buarque, habría sucedido con la idea de la democracia en Brasil (la cual nunca habría pasado de ser un ``malentendido'' entre los brasileños). Sin duda sucedería lo mismo con otras importaciones por el estilo: liberalismo, comunismo e incluso (de acuerdo con la situación de los años treinta) fascismo.
En los últimos
capítulos de Raíces del Brasil, Sérgio Buarque contrapone a ese
Brasil agrario el Brasil moderno, que él ve surgir en un
proceso de décadas, caracterizado como ``Nuestra Revolución''. En ese
proceso, que se inicia con los cambios que acompañaron el fin del
cultivo del azúcar y la abolición de la esclavitud en Brasil en 1888,
se puede observar el fortalecimiento de las ciudades frente a la
cultura agraria y, como resultado, la ahora todavía más evidente
inadecuación de la cultura personalista -que se basa en la forma
heredada- a la nueva situación. Aquí quedan claras la tesis central de
Raíces del Brasil y la intención de Sérgio Buarque de Holanda:
para que pudiera surgir un Brasil moderno era fundamental superar la
forma portuguesa, pero sin sustituirla por nuevas importaciones: se
trataba de encontrar una forma propia, autóctona, pero sobre todo
correspondiente a y originaria de la realidad concreta
del Brasil que surgía, y que solamente podría ser determinada por los
propios brasileños.
Así, contrariamente a lo que hace Gilberto Freyre, en Sérgio Buarque de Holanda la búsqueda de Raíces del Brasil en las formas heredadas de Portugal tenía como objetivo no tanto dar a conocer los múltiples orígenes de la sociedad brasileña, sino sobre todo permitir que el Brasil contemporáneo pudiera distanciarse de ellas -liquidándolas- y seguir su propio camino. Hoy, cuando se supone que ya existe un Brasil moderno, tal vez puedan aprovecharse las contribuciones de estos dos autores, bien sea para conocer mejor nuestros múltiples orígenes o para reinventar a ese Brasil moderno, cuidando de evitar las fórmulas vacías que pueden estar presentes incluso en la concepción misma de lo moderno.
* Ambos libros fueron editados en español:
Raíces del Brasil,z México, FCE, 1955; Casa grande y
Senzala. Caracas, Biblioteca Ayacucho, 1977.