La Jornada Semanal, 23 de abril del 2000



(h)ojeadas

Peregrinaje

Mónica Nepote

Hugo Gutiérrez Vega,
Peregrinaciones. Poesía reunida
(1965-1999),

UNAM,
México, 1999.

Debo comenzar haciendo una confesión: antes de esta nota no me había visto ante la tarea de enfrentarme a una obra completa. Vale la pena aclarar dos cosas: la primera, que no estoy poniendo punto final a la aventura poética de Hugo Gutiérrez Vega, y que confino el concepto de primera vez a la síntesis forzosa que me lleva a hablar de treinta y cuatro años de incursión poética en un espacio temporal que convenga a todos. Es decir, que es imposible abarcar una totalidad en unas cuantas líneas; es imposible en este espacio dar cauce o señalar los pequeños guiños y matices que circundan o que integran esa totalidad de la obra poética. ¿Cómo hablar de este amplísimo lapso, de lo que puede pasarle a un poeta a lo largo de más de tres décadas de vida, elemento que para la poesía de Gutiérrez Vega es fundamental? ¿Cómo hablar entonces de lo que sucede en este libro: los cambios de espíritu, los giros, las pequeñas elevaciones, el lenguaje? Decir que cada poema respira independiente,Êque por eso hablar de una reunión de poemas es una falacia, que hablamos de la reunión de centenares de poemas, de centenares de momentos, de miles de instantes ya sean luminosos o envueltos en penumbra, de reflexiones y epifanías; de pasos hacia adelante o simplemente de momentos estáticos y, ¿por qué no?, también de pasos dados hacia atrás.

Podría, sin embargo, señalar algunos asideros que encuentro en la obra de Hugo Gutiérrez Vega, instantes que sobresalen en mi lectura de estas páginas. Señalo entonces, por ejemplo, el constante ir y venir en el tiempo; en este conjunto de libros no encuentro uno dedicado en su totalidad a la recuperación de la infancia, la provincia o la juventud, sino que la evocación de aquel mundo ``perdido'' aparece constantemente entrelazada al presente, de mano de la acotación irónica o del tributo cinematográfico. En cada libro se entrelazan discursos, tonos, paisajes, conversaciones y personas; en ciertas páginas Hugo hace apuntes mordaces, melancólicos, arrobadores, siempre desde el yo, desde una intención autobiográfica, en una labor escritural que no se desprende nunca de la vida; tengo la impresión de que para Hugo la escritura misma es comoÊrespirar: un ejercicio constante, no involuntario sino consciente, acompasado, convertido en eje del cuerpo y del alma. Vistos en conjunto, sin intervalos, integrando un solo volumen, los poemas de Gutiérrez Vega ofrecen al lector un personal apunte de vida, coherente con la palabra escogida por Hugo para circunscribir su obra: son peregrinaciones, no sólo por la curva vital que los delimita sino porque constituyen una peregrinación por la poesía.

Al reflexionar en torno a este libro pienso también en el caso del fotógrafo francés Jacques-Henri Lartigue, que desde la infancia se dedicó a capturar los instantes que, más allá de ilustrar la languidez de las vacaciones en la costa francesa, detienen para siempre el sol en el cenit del gozo; la poética de Lartigue abarca mucho más que sus espléndidas imágenes, su poética descansa en un peculiar ``arte combinatorio'': están las imágenes, sí, pero aunadas a sus anotaciones a pie de página, a su visión de vida, logran conjuntar la plenitud: la unión de lenguaje verbal e imagen da por resultado una colección de cuadernos nombrados por el artista sus ``diarios''; desde los ocho años y durante toda su vida, Lartigue documentó su mirada que más que visión es contemplación, seducción, aprehensión. En Gutiérrez Vega ocurre un fenómeno semejante: escribir un poema va de la mano con la conversación, el teatro, la lectura y la vivencia, elementos que se entretejen y hacen una poética. En sus poemas estánÊtodos los Hugos: el padre, el esposo, el actor, el visitante acucioso de las salas cinematográficas, el admirador de las historietas, el devorador de libros -por supuesto- y el viajero que lee el mundo en sus paisajes geográficos y que hace de cada rostro una zona de preguntas y respuestas, de cada conversación un instante de revelación y reflexión. Esta curiosidad por el mundo vivible la encuentro desde Buscado amor hasta Cantos del despotado de Morea, por citar dos libros aparentemente opuestos, y de este último subrayo un juego de espejos: una pregunta-respuesta toca a fondo la verdad: ``Pienso en ellos y sé que al evocarlos/ renace su memoria:/ este es un juego inútil, lo comprendo,/ pero pensar en los demás,/ en los arrebatos por la muerte, es pensar en nosotros.''

En cada peregrinaje poético los instantes se distienden, hay un énfasis, una minuciosa descripción del momento, una atenta observación narrada desde un rincón incierto por una voz que trae consigo ecos de un presentador teatral, y hay también una voz irónica que desacraliza la figura del Poeta (con mayúscula), muestra un profundo amor a la escritura y una satírica incredulidad ante la imagen del ``autor'', y se vale de todos los recursos, como en el poema ``Una carcajada de la Cumbancha para Carlos Monsiváis'', en el que la anotación al pie de página es un recurso linguístico que complementa la lectura del texto enfatizando la ironía. Amigo de la enumeración que sirve para puntuar y ofrecer una imagen minuciosaÊdel momento, poeta que libro a libro se vuelve más complejo, Gutiérrez Vega emprende en sus poemas el viaje de ida y de regreso; andamos con él, tras él, en Brasil; vivimos una estancia en una isla griega y también somos público cautivo de sus encantadoras puestas en escena, como en el poema ``Berlín 1930'' o ``Una temporada en el viejo Hotel. Notas sociales''; desciframos su tarot personal y a la página siguiente nos sorprende bajo el cielo de provincia. Vamos andando al lado de un poeta cada vez más malicioso, eso es cierto, pero nos sorprende, de repente, atónitos bajo el cielo de su infancia.

``El poeta viene a nosotros con sus experiencias personales y nosotros vamos a él, como podemos, con las nuestras'', escribe Georgios Seferis. Seguir las experiencias personales de Gutiérrez Vega a través de sus poemas es similar a la experiencia de quien se sienta plácidamente a escuchar a un conversador fascinante, a un viajero, a quien tiene la virtud de ofrecer una palabra sabia y cálida, bajo una sombra placentera .



n o v e l a


Las posibilidades del amor

Guadalupe Bucio Gaona

Luis González de Alba,
Cielo de invierno,
Cal y Arena,
México, 2000.

Recuerda cuerpo, no sólo cuando fuiste amado,
no solamente en qué lechos estuviste,
sino también aquellos deseos de ti.

Cavafis

Ahora que en el estado de Yucatán se incluye en el Código Penal el delito de ``sexo oral'', las posibilidades del amor se ven seriamente limitadas por las buenas conciencias de la patria, que desean legislar sobre el cuerpo y sus zonas erógenas. Seguro que esas conciencias ni siquiera abrirán la novela de Luis González de Alba, para no contaminarse con deseos ``insanos'', ni relaciones ``impuras''.

Luis González de Alba, escritor y ensayista, psicólogo de profesión, preso político en 1968 por su participación en el Consejo Nacional de Huelga, es autor de Los días y los años, Agapi mu, La ciencia, la calle y otras mentiras, Muerte de amor y Jacob el suplantador, entre otros títulos. Ha colaborado en diarios y revistas como La Jornada, Nexos y La Crónica de hoy, abordando temas sociales y científicos. Ahora presenta su nueva obra, donde aborda el amor entre homosexuales.

Cielo de invierno es una novela que nos invita a viajar por las islas griegas: Poros, Ydra, Egina... A mirar el mar, el Dimitrakis y las gaviotas. A su mujer dormida, la Kimismeni. A presenciar el juego de tavli en los cafés y en las terrazas. A imaginar el sabor de una comida como la Perca, que es un pescado con leche, o el del retsina, un vino con gusto resinoso. Y también nos invita a pensar en los conflictos de su idioma, pues los griegos no se ponenÊde acuerdo en la acentuación y pronunciación de las palabras, por ejemplo: se dice Monembasia o Monembasía o Monembasiá.

En medio del ambiente griego conocemos el amor de un hombre maduro, David, y un hombre joven, José. Amor y pasión desenfrenados que sólo pueden darse entre aquellos que en la vida cotidiana no se pueden demostrar afecto mutuo, a no ser que quieran exponerse a las críticas sociales y que, por lo tanto, se conforman con un discreto roce de piernas bajo la mesa de algún restaurante, o con tocarse el hombro como amigos fraternales delante de los mirones callejeros. Pero es en la intimidad donde dan rienda suelta a los juegos eróticos y en donde tiene lugar la entrega total. Las palabras cariñosas surgen en el reposo de la vida compartida, al igual que la lectura de poetas como Cernuda y Cavafis.

Los amantes son comprensivos y tolerantes con la labor intelectual de la pareja, se dan tiempo para crecer y dejar que el otro crezca a su lado. Uno se interesa por lo que hace el otro y los dos aprenden juntos a apreciar el arte, la música y la literatura. El inconveniente es que el joven se ve tentado por otros hombres. Se deja seducir con los regalos de un nuevo pretendiente. Con ello se establece el conflicto entre la lealtad y la fidelidad.

José viaja a Grecia para hospedarse en la isla de Poros al cumplir la edad que tenía David en el momento de su muerte ``trágica y bella'', una muerte por exceso de placer al lado de aquellos que lo amaron -como le sucedió al príncipe Vibalano, de Guillaume Apollinaire, en Los once mil falos. José recuerda el relato insidioso que le dejó su ``papito'' antes de buscar la muerte, y ahora, años después, lo comprende y rinde homenaje a la memoria del amante muerto, del hombre centrado y maduro que fungió como maestro y padre en la vida azarosa que compartieron.

El autor hace un reconocimiento del Narciso enamorado de su figura masculina, que busca en el otro a su yo externo. En un canto erótico nos lleva a recorrer -por medio de la palabra convertida en imágenes- los cuerpos entrelazados que se brindan placer al reconocer el miembro viril, los brazos, las piernas, el pecho velludo y macizo del otro, que es el yo exteriorizado. La sensación del encuentro piel contra piel es igual en ambos: los dos sienten tan idéntica pasión que se llenan, se recrean y renacen constantemente el uno con el cuerpo del otro.

En el narrador hay añoranza, amor y lealtad al hombre que lo llevó de la mano por un bar, que le dio un hogar, le perdonó sus infidelidades y lo buscó siempre, con la esperanza de que el joven José comprendiera ese amor tan grande y desinteresado que le proporcionaba el maduro David. Pero no hay manera de regresar el tiempo ni de hacerle entender a David que José ha madurado y ahora lo sabe y lo sigue amando, porque ¿cómo hablar con un muerto?

Ante la imposibilidad de volver al pasado, de rectificar los errores propios de la juventud, sometido al cambio progresivo que conduce necesariamente a la vejez y la muerte, José muda de cuerpo y cambia de piel en un proceso casi imperceptible; el niño de ayer da paso al joven impulsivo, pasional y bello que también morirá, y en su lugar queda un hombre maduro, olvidadizo, enfermo, con heridas imposibles de cerrar.

``Ya hemos vencido a la muerte una vez: el día de nuestro nacimiento, dice un filósofo. Quizá por eso nos atenaza el sentimiento de que la volveremos a vencer'', comenta, reflexivo, el narrador.

En la memoria los recuerdos se perpetúan. Se pueden olvidar las miradas, los gestos, pero lo compartido, nunca. ``Decir te amo significa tú no debes morir'', como nos revela Hugo Gutiérrez Vega. Por eso José recupera el pasado, para no dejar que David muera, para mostrar que aunque el cuerpo se descomponga bajo la tierra, los vivos no dejamos morir a los muertos amados.

Cielo de invierno puede causar el rechazo de los que ven en las relaciones homosexuales una desviación del género humano, aquellos que piensan que la pasión y el amor entre seres del mismo sexo son contra natura. Para los que están dispuestos a conocer otras realidades y penetrar en mundos no explorados por ellos mismos, esta novela es un reto para abrir las ventanas de la imaginación y la tolerancia hacia los distintos y les permite vivir, a través de la literatura, lo que otros han vivido con el sentimiento y el cuerpo.

La obra que nos ofrece Luis González de Alba puede ser polémica pero, en esencia, se trata de una historia ligera y bien narrada, de ésas que empiezan a leerse y no se sueltan hasta llegar al desenlace. Al terminar la lectura queda un sedimento que obliga a reflexionar sobre las múltiples posibilidades del amor y los problemas que cualquier pareja conoce.



n o v e l a


La curación por el dolor

Leo Mendoza

Roberto Bolaño,
Monsieur Pain,
Anagrama,
Barcelona, 1999.

En una conversación de bar parisino, monsiuer Pain discute sobre mesmerismo con otro paciente -quizá un farsante-, que le recuerda que uno de los practicantes de esta teoría (que pretendía curar mediante el uso del magnetismo) fue el médico inglés Hell, apellido que, discurren los dos, significa infierno. Curiosamente no llevan la analogía más allá, pero quizá en esta charla se encuentra una de las claves de la sorprendente novela del narrador chileno, avecindado en España, Roberto Bolaño, Monsieur Pain, que la editorial Anagrama reeditó recientemente. A lo largo de toda la historia, los nombres de los protagonistas son parte fundamental del misterio y llevan a este seguidor de las enseñanzas de Mesmer a un insólito viaje por el París de la primera posguerra, en donde convalece César Vallejo y aún resuenan los disparos de la guerra civil española.

La historia ocurre en 1938 e inicia cuando madame Reynaud, una viuda joven a la que Pierre Pain ama en silencio, le pide a éste -que asistió en la agonía a su esposo- que ausculte al poeta peruano, convaleciente en un hospital a causa de un ataque de hipo. Esta petición es el detonador de una aventura inquietante donde tienen cabida tanto los seguidores de Mesmer como ciertos conspiradores de origen español, e incluso las investigaciones metafísicas de Pierre Curie forman parte de la intriga.

La novela de Bolaño es un pastiche, un collage de situaciones que poco a poco sugieren una historia aún más oscura: la de una conspiración maligna no sólo contra el poeta que agoniza sino también contra ciertas teorías que, como el propio mesmerismo, rechazan la verdad científica oficial. Monsieur Pain será el encargado de descubrir los hilos de esta trampa, pero al realizar su investigación sólo encontrará lo que profetiza su apellido. Incapaz de enfrentar a los verdugos, el protagonista de la novela callará para siempre lo que descubrió o aquello que simplemente creyó intuir.

Bolaño, cuya novela Los detectives salvajes ha conocido un éxito inusitado, se muestra aquí como un narrador de buena mano: algunos protagonistas fueron personas reales y algunos de los hechos que ocurren en la novela -la muerte de Curie o la de Vallejo- sucedieron realmente, pero el autor ha mezclado de tal suerte las historias que el resultado es inquietante y, por momentos, perturbador.

Pain es la clave; lo que leemos es la historia de un momento de su vida y su fracaso tanto en el amor como en la resolución de un misterio que está más allá de sus propias fuerzas. Para hacer aún más profundo el enigma, al final de la obra el autor plantea la vida de sus protagonistas a través de diversas voces que prefiguran los testimonios acerca de sus ``detectives''. Y de alguna manera el epílogo hace aún más inquietante el destino de Pain, las casualidades que lo llevaron a encontrarse, en una ciudad plagada de surrealistas, con dos fabricantes de cementerios marinos que desprecian a los seguidores de André Breton, así como con un mundo nocturno repulsivo y atrayente donde la única persona que parece comprenderlo es un portero argelino. Porque si bien monsieur Pain es incapaz de vestirse de héroe, el azar y sus leyes lo llevan por caminos jamás imaginados para concluir en el fracaso. Por eso su personalidad nos toca a todos. Pain representa al hombre que espera la derrota final, a quien no lo redime ni siquiera un último acto de rebeldía.

El protagonista de la novela de Bolaño vive una aventura que no esperaba pero también padece, como todo solitario, el terror a la oscuridad, la sospecha que anida en el corazón de los amantes desesperanzados y silenciosos. Y si parece que al final que no ocurre nada -o al menos eso podemos creer-, la verdad es que las peripecias del señor Pain son las que mantienen pendiente al lector hasta la última página. La novela en conjunto no es más que una gran trampa en la que caemos fácilmente. Pero de eso se trata precisamente: de seguir a Pierre Pain a lo largo de un periplo que lo llevará (y a nosotros con él) al desencanto.

Si bien Monsieur Pain no es la más lograda de las novelas de Roberto Bolaño, sí prefigura algunos de sus temas y ese estilo personal que ha convertido al escritor chileno en una de las más gratas revelaciones de la prosa latinoamericana de los últimos años.



aforismos


La soledad preservada

Ivan Ríos Gascón

Georges Perros,
Papeles pegados,
Editorial Aldus,
México, año.

En sus asombrosos y poco conocidos Papiers collés (papeles pegados), el poeta francés Georges Perros vertió este silogismo, quizás en una hoja ausente, tal vez en un ticket de tren o en la exigua superficie en blanco de una nota de consumo: ``El erotismo es dar al cuerpo los prestigios del espíritu.'' Así, con una breve línea y algunas letras encabalgadas por la mano de este genio anacoreta (Perros siempre rehuyó el contacto con artistas y escritores; fue una especie de fantasma que contemplaba, con agudeza e ironía, los espectáculos de una colectividad inocua en su aburrimiento y vaciedad), el mundo conoció, gracias a que el autor nunca se deshizo de sus notas, una idea nueva para pensar las singladuras de la carne.

Perros fue un distinguido exégeta de la soledad. El, como Gustave Flaubert, sabía muy bien que el aislamiento era el mejor camino para cultivar el potencial creador, y si en los últimos años de su vida Flaubert confesó que posiblemente la soltería fue uno de sus más burdos errores, Perros tampoco pudo resistir la tentación de garrapatear en un trozo de papel estas palabras: ``Lo más evidente de la soledad, es que resulta la última posibilidad antes que la muerte; un remanso de consuelo. Ya no podrá ocurrir nada peor. Ni nada mejor. Uno está muerto de pie, y no tendido.''

¿Por qué Georges Perros, ese hombre atento a las lecciones de Benjamin Constant y su Cuaderno rojo, adorador de Jacques Vaché, Paul Valéry, Stendhal, Francis Ponge y Sšren Kierkegaard, hizo de su obra una soledad fragmentaria y metafórica? En realidad, los Papeles pegados no son un libro. Como su nombre lo indica, este volumen es el conjunto de un sinfín de ideas y anotaciones que Perros fue acumulando minuciosamente, ya que en el punto ulterior del abandono, el más férreo e inquebrantable de sus deseos era que desaparecieran todos los vestigios de su pensamiento: Perros, como buen escéptico, se parecía, también, a otros adoradores de la invisibilidad. El primero de ellos, obviamente, es Kafka. Y el segundo, aunque suene a paradoja, es Andy Warhol, pues si el artista pop nunca utilizó una agenda, ya que solía llevar consigo un montón de papelitos con nombres, números telefónicos e ideas, Perros decidió que nunca usaría un cuaderno (y mucho menos rojo, el color preferido de Constant).

La soledad de Perros fue una elección que defendió hasta el último minuto de su muerte, acaecida en 1978. Su explicación está contenida en una extensa reflexión sobre el Diario de Kierkegaard, paradójicamente, un texto que sin lugar a dudas no fue anotado en un papel cualquiera debido a su condición de crítica y defensa sobre la decisión que el autor de Temor y temblor arrostró al romper el compromiso con su novia Regina Olsen y, con ello, preservar su soledad: ``La soledad mantenida no es ni una hazaña ni un retiro. Es un placer, al igual que lo incógnito. Nada prueba que el placer sea un fenómeno favorable.''

Efectivamente, el gran solitario Georges Perros acierta una vez más, expoliando toda pizca de romanticismo en sus convicciones: el placer no es un fenómeno favorable, quizás el auténtico placer sea el paroxismo. Entonces hay que viajar directamente a lo que el ánimo nos convoca, para poder atribuir virtudes o defectos a lo vivido, a las emociones electivas.

Georges Perros nos muestra que la mejor custodia de la soledad requiere de un arduo entrenamiento epidérmico, intelectual y espiritual. Para ello es menester borrar de un plumazo las ruinas que el tiempo dejó, los nombres y las caras que formaron parte de nosotros. Asimismo, y a la manera de Cioran (¿cuántas analogías con otros creadores vivieron aglutinadasÊen la personalidad de este poeta?), lo fundamental del aislamiento es la distancia que divide a lo real y lo irreal en la ironía, tal vez en el delirio; esa distancia que fractura la solemnidad del pensamiento: ``El hombre, hechicero de ideas. Amaestra, ceba, cuida ideas-cerdo. Y al final, no podemos distinguir al hombre de la idea.''

La soledad preservada. Todo solitario es una criatura en constante movimiento hacia sí mismo. Es un explorador de su isla particular, un recolector de los pedruscos filosóficos que pueblan su universo. Quizá es por eso que Perros encontró alivio en la escritura, un oficio que muestra a quien denodadamente se empeña en desaparecer. La obra que proclama la existencia del goce y el sufrimiento a la medida de su ensoñación y sus ausencias: artista de cúspides verbales.

Los Papeles pegados de Perros eran un asunto de sinceridad e irreverencia. Tal es la razón por la que, hablando de su obra -que siempre consideró un mero desfile de aforismos-, la definió de esta manera:

Idea magnífica, sin lugar a dudas. Sólo que al escribirla Perros olvidó una cosa: sus gases pegados olían a nihilismo, a temor y temblor, a encrucijada. Sus gases poseían el aroma de esos muebles que, como describe Proust, llevan el olor del polvo y el encierro en sus grandiosos significados.

Por cierto, existe una edición en español de Papeles pegados publicada por Editorial Aldus, con una correcta traducción de Luis Eduardo Rivera.

[email protected]



e n s a y o


Rojas que rugen:
``¡no pasarán!''

Rocío Fuentes Carretero
y Siddharta Camargo

Mary Nash,
Rojas. Las mujeres republicanas
en la Guerra Civil,

Taurus,
España, 1999.

Si bien es verdad que con los libros que se han escrito sobre la Guerra Civil española (1936-1939) podríamos llenar una biblioteca, pocos encontraríamos que analizaran la participación de las mujeres republicanas.

Este es el caso de Rojas. Las mujeres republicanas en la Guerra Civil (Taurus, 1999), de Mary Nash, pionera en estudios de historia de las mujeres en España, quien escribe ``en clave femenina y desde la metodología de la historia del género'', continuando la línea trazada en sus más recientes publicaciones: Experiencias desiguales. Conflictos sociales y respuestas colectivas (1994) y Mulheres, trabalho e reproducao. Atitudes sociais e politicas de proteccao a vida (1996).

La autora comienza situando al lector en los albores del siglo XX, para introducirlo en el contexto de una España en la que ``la situación social de la mujer... ofrecía un panorama descorazonador'', donde la gran mayoría eran analfabetas, cuya misión en la vida era formarse para ser ``los ángeles del hogar'' y a las que se consideraba seres incapaces de gobernar sus vidas por ellas mismas. Pero ``las mujeres estaban lejos de ser meras víctimas'', eran protagonistas de un cambio potencial en la sociedad y, como tales, se organizaron e hicieron oír sus demandas, congruentes con las necesidades que en ese contexto histórico podían expresar. Paradójicamente, las organizaciones y las demandas de las mujeres se subordinaron a las de los hombres y a la necesidad de ganar la guerra. De acuerdo con la lógica patriarcal en la que estaban insertas las organizaciones políticas, se impusieron agendas masculinas, sin tomar en cuenta las necesidades de las mujeres en aquel momento. Dicho análisis es fundamental para entender el contexto histórico y cómo se tejen los procesos de dominio que le van a permitir al patriarcado seguir en pie.

La autora narra la historia de estas mujeres desde un punto de vista crítico, indispensable para desmitificarla y así poder comprenderla cabalmente, a partir del análisis de las circunstancias socioculturales de ese momento histórico de España. Aquella España, en la que no era posible que ni las mujeres ni los hombres partidarios de la República, con todo y que eran profundamente revolucionarios, cuestionaran a fondo al patriarcado.

Sin embargo, las mujeres dieron varios pasos adelante; por ejemplo, salieron del ámbito de la casa al ámbito público. Aunque acotadas, pasaron de madres de sus hijos a madres de la comunidad, de los milicianos, de los refugiados, de los heridos. Por otro lado, algunas mujeres excepcionales ocuparon cargos políticos y fueron figuras públicas de primer orden, como la Pasionaria, dirigente comunista, y Federica Montseny, líder anarquista, Ministra de Sanidad y Asistencia Social.

Mary Nash borda fino a lo largo de 385 páginas para recuperar diversas miradas y experiencias siempre con base en una rigurosa investigación, que lo mismo explora archivos, que recupera los testimonios de las activistas de aquel entonces. De esta manera, da cuenta de las experiencias que vivieron las mujeres en todos los ámbitos en los que participaron, comenzando por las milicianas de la primera fase de la guerra, las que se volvieron leyenda y las anónimas. Las que se encontraban en la retaguardia: enfermeras, voluntarias, madrinas de guerra. Las activistas políticas. Las que tuvieron acceso al trabajo remunerado en fábricas y el sector servicios.

Finalmente, otorga igual valor a la experiencia de las mujeres en la vida cotidiana (en la que era extremadamente difícil sobrevivir y alimentar a las familias) y a las sin voz que constituyen un sector que se ha soslayado históricamente.

Rojas nos permite entender la participación y el protagonismo de las mujeres en un proceso social complejo, incluyendo a las que posteriormente se exiliarían en México. Este libro es importante en momentos en que, cada vez más, se entiende a la historia con perspectiva de género como un aporte indispensable para comprender mejor a toda la humanidad, no sólo a la mitad .



FICHERO

Antropología

El despertar del hongo. Chamanes y plantas de poder, Juan José Piñeiro, Editorial Grijalbo, México, 2000, 514 pp.

Mezcalaria. Cultura del mezcal, Ulises Torrentera, Col. Mezcolatría, México, 2000, 210 pp.

Biografía

Covarrubias, Adriana Williams, traducción de Julio Colón Gómez, Col. Tezontle, Fondo de Cultura Económica, México, 1999, 420 pp.

Ensayo (filosófico)

Crítica de la razón arrogante, Carlos Pereda, Col. Pensamiento, Editorial Taurus, México, 1999, 155 pp.

Ensayo (literario)

Barroco y modernidad, Irlemar Chiampi, Col. Sección de Obras de Lengua y Estudios Literarios, Fondo de Cultura Económica, México, 2000, 227 pp.

Nostalgia del vapor y otros ensayos nones, Mauricio Sanders, Col. Las cascadas prodigiosas 42, Verdehalago/Universidad de Ciencias y Artes del Estado de Chiapas, México, 1999, 63 pp.

10 Escritores de Ahome, Jorge René Cabrera, H. Ayuntamiento de Ahome, México, 1998, 96 pp.

Historia

Itinerarios de la historiografía del siglo xx. De los diferentes marxismos a los varios Annales, Carlos Antonio Aguirre Rojas, Centro de Investigación y Desarrollo de la Cultura Cubana Juan Marinello/Asociación Nacional de Profesores de Historia y Ciencias Sociales/UNAM/Universidad Autónoma de Chapingo, La Habana, Cuba, 1999, 320 pp.

Vida y lucha de Emiliano Zapata. Vigencia histórica del héroe mexicano, Pablo Moctezuma Barragán, Editorial Grijalbo, México, 2000, 143 pp.

Narrativa

Adiós humanidad, Bárbara Jacobs, Editorial Alfaguara, México, 2000, 235 pp.

El hueso blanco, Barbara Gowdy, traducción de Juan Manuel Pombo Abondano, Col. El Dorado, Grupo Editorial Norma, Colombia, 2000, 465 pp.

El secreto de la infidelidad, Ethel Krauze, Editorial Alfaguara, México, 2000, 132 pp.

El vampiro de almas, Dalton Trevisan, Col. Torre Abolida, Conaculta, México, 1999, 144 pp.

En el reino del espanto, Alvaro Vargas Llosa, Editorial Grijalbo, México, 2000, 418 pp.

La casa de la santísima y todos los cuentos, Rafael Solana, prólogo de Carmen Galindo, Col. Letras mexicanas, Fondo de Cultura Económica, México, 2000, 501 pp.

La fábula de José, Eliseo Alberto, Editorial Alfaguara, México, 2000, 232 pp.

La maldición del General, Rosaura Rodríguez, Editorial Grijalbo, México, 2000, 144 pp.

Luna llena en las rocas, Xavier Velasco, Editorial Cal y Arena, México, 2000, 237 pp.

Muñequita de barrio, Marco Aurelio Carballo, Col. Letras mexicanas, Fondo de Cultura Económica/Consejo Estatal para la Cultura y las Artes de Chiapas, México, 1999, 391 pp.

Zaira y el profesor, Betina Keizman, Col. Ficciones, Beatriz Viterbo Editora, Rosario, Argentina, 1999, 154 pp.

Pedagogía

Formación del hombre, María Montessori, Editorial Diana, México, 1999, 151 pp.

Poesía

Adamar, Minerva Margarita Villarreal, Col. Las cascadas prodigiosas 16, Verdehalago/Consejo para la Cultura de Nuevo León/Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, México, 1968, 136 pp.

Bichario, Saúl Ibargoyen, Col. Minimalia, Ediciones del Ermitaño, México, 1999, 62 pp.

El spleen de París, Charles Baudelaire, traducción de Margarita Michelena, Col. Tezontle, Fondo de Cultura Económica, México, 2000, 183 pp.

Exilio en mi tierra. Antología poética 1965-1995, Frida Lara Klahr, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, Michoacán, México, 150 pp.

La inmóvil percepción de la memoria, Ofelia Pérez Sepúlveda, Col. Los ojos del secreto 4, Verdehalago/Fondo Estatal para la Cultura y las Artes de Nuevo León/Conaculta, México, 2000, 86 pp.

Las palabras no nacidas, Anna Kullick Lackner, Col. Los ojos del secreto 2, Verdehalago/Fondo Estatal para la Cultura y las Artes de Nuevo León/Conaculta, México, 1999, 72 pp.

Parajes y paralajes, Rodolfo Mata, Editorial Aldus, México, 1999, 75 pp.

Vivir es imposible, Leticia Herrera, Col. Los ojos del secreto, 5, Verdehalago/Fondo Estatal para la Cultura y las Artes de Nuevo León/Conaculta, México, 2000, 111 pp.

Psicología

Alquimía y mito del mexicano. Aproximaciones desde la psicología de C.G. Jung, Manuel Aceves, Editorial Grijalbo, México, 2000, 333 pp.