Reunió Café Tacuba a decenas de miles en el Zócalo
A ritmo de chilanga banda
Jorge Caballero * Por segunda semana consecutiva, el Zócalo de la ciudad de México se desbordó, ahora con el concierto de Café Tacuba, que hizo vibrar por más de dos horas a la chilanga banda con sus ciberpolkas y rolas experimentales.
La comparación fue inevitable. ƑCuál concierto congregó más gente? ƑEl de Manu Chao o el de los tacubos? Alguien opinó: ''Pues si no hay más personas que en el del ex Mano Negra, Café Tacuba sí se anda aventando un tiro". La verdad es que se sobrepasó, por mucho, la asistencia que hubo en el concierto del cantautor francés, calculada en más de 100 mil personas.
El concierto de Café Tacuba comenzó a las 20:15 minutos, con un juego de luces y el misticismo y la magia de una danza prehispánica. Luego aparecieron los músicos y el vocalista Rubén arrancó con la candente rola María.
Los cuerpos apenas se contonearon, pero con la segunda pieza, No controles, se armó el slam dance. El público más
moderado, conformado sobre todo por parejas, se limitó a observar el diámetro del baile tribal. Los más rudos aprovecharon los huecos para incorporarse al jaloneo. Toda la plancha hormigueó.
La intermitencia de las luces acompañó las tonadas de los músicos. Nrü/Cosme/Juan/
Anónimo... Rubén, pues, tiró baile por todo el escenario, con su característica carga de energía. Los demás intregrantes ųJoselo, Emanuel y Quiqueų también estaban felices šy cómo no!, si creyeron que reunirían a la mitad de raza que congregó monsieur Chao.
El sonido se escuchó bien en frente, aunque la parte del Palacio Nacional era el peor lugar: no se apreciaba nada, pues el sonido llegaba como un susurro, sólo perceptible cuando se aguzaba el oído. En la zona de los hoteles, empero, se disfrutaba la tocada.
El momento pacheco
Ya habían pasado La locomotora y Las batallas, que tocó las fibras románticas hasta de los primitivos modernos. Se prendió una fogata. Algunos bailaban alrededor de ella y otros jugaban con golos encendidos. Un joven subió al asta bandera. El implacable coro comenzó: "šQue se mate!, šque se mate!".
Sonó Rarotonga. El concreto se movió. Las desmayadas salieron del mosh pit. Los ánimos se enfriaron con Esta noche y una serie de canciones de su disco acústico. Aparecieron en el escenario cuatro úteros luminosos... Fue el momento pacheco del concierto.
Antes de que la banda se impacientara, llegó Ojalá que llueva café. Salieron entonces bailarines ejecutando el Jarabe tapatío en zancos, seguido por Muerte chiquita.
El punto culminante llegó con La chilanga banda, La chica banda e Ingrata, durante las cuales los edificios aledaños a la plancha parecían caerse, pero nadie prestó atención a eso.
Los tacubos salieron dos veces más tras despedirse. Cantaron Cómo te extraño mi amor y Las persianas. El guión se cumplió y la banda se fue contenta. Al final, las decenas de miles de asistentes inundaron las calles en busca de transporte en 20 de Noviembre, Madero, Tacuba, 5 de Febrero y Moneda.
Cuando una turba llegó a la estación del Metro Bellas Artes, los pasillos se colmaron. Todos querían pasar. Se escuchó una voz: "ƑDe quién es el Metro?". "Del pueblo", respondió su comparsa; "Ƒy quién es el pueblo?", continuó el primero, y un centenar de voces respondió: "šNosotrooos!", y se abalanzaron sobre los torniquetes. Los elementos de seguridad no pudieron controlarlos.
Ya en el andén, se escuchó el ruido de un cristal. Era el vidrio de un hidrante. Dos chicos desenrollaron la manguera y un tercero abrió la llave. Los rude kids comenzaron a empaparse. El agua sirvió de colofón a una noche primaveral impregnada de devoción por Café Tacuba y desmadre colectivo en el Centro Histórico. Ahora sí, las calles y el Metro fueron de todos.